Pep me expresó que ya tenía ganas de ir a la Tosa d’Alp a
buscar minas. Pero aún le queda una última clase de música antes de vacaciones y
no me apetecía dar la vuelta de aquella montaña al trote para estar en Berga
antes de las 5 y así se lo hice saber.
Manteniendo la minería como tema central, propuse continuar
con la educación de Carles y mostrarle una parte de los planos inclinados de
Peguera (que nunca había visitado) (también descritos en la salida del 10/7/2011) y de paso, cerrar un tema que tenía
pendiente desde hace muchos años, localizar la casa de Fortià Moreta, uno de
los dueños de las minas de Peguera e impulsor del ferrocarril.
Dejamos el coche aparcado en la Collada de Palou. Desde aquí
continúa el camino histórico de Cercs a Peguera por el Coll d’Hortons. Desde aquí también salía un camino histórico hacia
la zona de Carbonís que, hace unos años, fue destruido para construir una pista
forestal, aparentemente para acortar el camino a unas antenas.
Desde la Collada de Palou, la pista desde Sant Jordi
continúa a Cal Torner y Val-lobrega, queda un tramo del camino antiguo que
bordea encima de las casas con ligera subida. Es un camino muy atractivo, ahora
señalizado como parte de la Ruta Minera de Cercs.
El camino de Peguera con les Cingles de Figols detrás
Volvemos a encontrar la pista pasada Val-lobrega y la seguimos
subiendo hacia la pequeña casa de l’Erola, donde volvemos a separarnos ya que,
también desde hacía tiempo, tenía curiosidad para ver si podía identificar
caminos que subían hacia el Coll de Sant Ramón. Encuentro unos cuantos
arranques de caminos que sugieren que podría haber un pequeño laberinto en esas
cuestas. “Tenemos proyecto para el otoño”, concluye Pep.
Pasada la casa de l’Erola, marcha a la izquierda (ahora
señalizado) un camino que enlaza con la pista que viene de Casanova. Al lado
del camino se ven tierras de desecho de una mina y, más abajo, restos de una
barraca y un paisaje muy sospechoso pero sin poder localizar de momento ninguna
mina. No podemos entretenernos y continuamos bajando hacia el Torrente de
Peguera. Aquí, todo es muy agreste. Dejamos para el nuevo proyecto de otoño
unas colitas que ya tenía de hace años. Empezamos a entrar en el hayedo,
cruzamos el torrente y subimos hacia la pista de Casanova.
Giramos a la izquierda y caminamos por la pista hasta ver el
camino que sube a la vía de tren. Ahora forma parte (aunque de un modo algo
anacrónico) del Camí dels Bons Homes, una ruta de Berga a Montsegur que
aprovecha la moda de los cátaros.
La vía de tren
Llegamos arriba y entramos en la vía. Nunca me canso de
venir aquí y cada vez que vengo, comprendo cada vez más el esfuerzo y la
calidad técnica de esta obra de ingeniería. Pep explica a Carles cómo se hacía
la vía con la pendiente justa para que los vagones bajaran por gravedad sin
descontrolarse, con un hombre en el vagón de delante con una palanca de freno,
y luego se hacían subir arrastrados por mulas.
Una foto que ilustra el uso del ferrocarril y el paisaje de aquel tiempo. (Extraída del libro "Els Trens del Berguedà")
El esfuerzo empieza a pasar factura y pregunto a Carles si
ha traído cacahuetes o algo para picar. “Te iba a preguntar lo mismo”, me
contesta. Los dos miramos a Pep, pero tampoco tiene nada para darnos. Habiendo
agotado las reservas energéticas de fácil disponibilidad, sólo nos queda quemar
la grasa y nos volvemos a poner en marcha.
“Apartaos”, grita Pep de repente y se lanza a un lado. Yo
también salto, pensando que ha visto venir una jauría de jabalís enloquecidos.
Espero un segundo, dos segundos. No viene nada. “¿Qué pasa?”, pregunto a Pep,
perplejo. “Que viene el tren”, me contesta.
Antes de jubilarse, no hacía esos juegos.
Vista del valle de Val-lobrega desde la vía, con el Sobrepuny detrás
Seguimos caminando por este camino totalmente recomendable,
pasando un pequeño túnel post-cátaro, hasta llegar al cargador del Grau. Aquí
volvemos a cruzar el lecho del torrente y buscamos la pista de Peguera a Coll
d’Hortons.
La unión de la vía de tren con el camino que viene de l'Estany
Ya en la pista, pasamos los restos de un edificio y un plano
inclinado que bajaba al cargador. Poco antes de llegar al Coll d’Hortons,
marcha una pista casi borrada hacia la derecha y la bajamos. Vemos una
estructura en el bosque a la derecha pero continuamos por la pista, pensando
que nos llevará a la casa. Pero no, la pista se muere sin que el bosque nos
deje ver nada más. Volvemos a subir y caminamos hacia el edificio que vimos.
Es una estructura grande, alargada. Seguimos bajando por
terrazas con muros de piedra. Vemos una especie de cisterna y otras estructuras
pequeñas y finalmente otro edificio alargado, con muchas estancias. Es la casa
y las oficinas. Es impresionante que se haya construido todo eso en medio de la
nada.
Un detalle de las ruinas de la casa, perdidas en el bosque
Y una foto de todo el complejo en su momento de esplendor. (Extraida del libro "Relleu fotogràfic de les Mines del Berguedà")
Y la vista del valle desde la casa
Subimos al collado y nos acomodamos los tres en un tronco caído. Yo en el medio, Pep a mi derecha y Carles a mi izquierda. Saco la botella de cerveza y empiezo a verterla en la taza de Pep. “¿Qué tienes en el brazo?”, me pregunta Carles desde mi izquierda. Con la botella peligrosamente inclinada, desvío la vista y veo una mancha roja grande en el brazo. ¡Me estoy desangrando! “¡Estiguis pel cas!”, grita Pep desde mi derecha. “La sangre se puede recuperar, con una transfusión si hace falta, pero la cerveza que cae al suelo se pierde para siempre”. Vuelvo a centrarme en la botella. “Perdona, Pep”, digo. “Tienes razón”.
Por suerte, todo ha quedado en un susto. Después de comer, es hora de ponernos en marcha otra vez. Llegamos al Coll d’Hortons, donde acaba la pista y se inicia una larga bajada con curvas interminables hasta llegar a la Font del Paulàs. Desde aquí, sólo queda deshacer el camino ya hecho hasta el coche.
Por suerte, todo ha quedado en un susto. Después de comer, es hora de ponernos en marcha otra vez. Llegamos al Coll d’Hortons, donde acaba la pista y se inicia una larga bajada con curvas interminables hasta llegar a la Font del Paulàs. Desde aquí, sólo queda deshacer el camino ya hecho hasta el coche.
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