Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



martes, 2 de julio de 2013

21/06/2103 – La Cingle de la Por

Querido lector, ¡cuántas cosas han pasado desde la última vez que salimos! Patum, viajes, mal tiempo, gripes. Pero hoy por fin parece que podremos salir. Advierto a Pep que ni yo ni Carles nos sentimos en buenas condiciones físicas para enfrentarnos a los escarpados caminos de Picancel, después de todo lo que ha pasado. "Iremos a donde tú digas", me había dicho magnánimamente por teléfono dos días antes. "Luego lo hablamos en el Mikado".

Una vez en el Mikado, Pep nos dice que arriba todavía hay mucha nieve y más vale continuar con el Picancel, como no hace mucho calor, y concretamente el camino de Sant Miquel pasando por la Casa del Bosc. Miro a Pep estupefacto pero como Carles tampoco protesta, pienso que igual sí será buen momento para ponerme a prueba.

Henos por enésima vez en el Pont del Climent. Pero en vez de ir directamente al Portell de l'Ovellar, Pep propone ir a la Casa del Bosc por el camino al Coll del Biel; sospecha que el Portell de l'Ovellar es una creación relativamente reciente y cree que el camino tradicional pasaba por el Coll.

Una vez pasado el puente, tomamos un camino poco marcado que sube en diagonal hasta el Coll del Biel. Desde aquí, se ve un profundo valle creado por el Rec del Coll del Tell y, al otro lado, un llano intermedio donde en otros tiempos se habría visto el tejado de la Casa del Bosc.

Bajamos al fondo del valle, cruzamos el torrente y tras algunas dudas, encontramos el camino que sube a la casa. Visible, sólo queda una cisterna rectangular de agua cortada en la roca. Hay algunas piedras de la casa escondidas en la vegetación al lado.

La pequeña cisterna de la Casa del Bosc. Las paredes de la casa están escondidas en la vegetación atrás.

La primera vez que hice esta ruta fue una excursión de verano al Serrat de Migdia hace casi 20 años, con mi esposa y mi hijo, todavía niño. Recuerdo el calor, lo empinado del camino y las quejas justificadas de mi familia. Ahora, con la madurez, entiendo que todo es cuestión de dosificarse, disfrutar de los tramos planos o de poca pendiente, acometer las subidas con la velocidad adecuada y saber leer el entorno. 

Camino a la Cingle de la Por

El nombre de la Cingle de la Por (Roca del Miedo) viene de una pared infranqueable que cierra el Torrent Fred con una salida por el Collet dels Pins al oeste y el Grau de Rosa al este. Es un lugar oscuro, con cierto aire siniestro, creado sobre todo por una haya centenaria que impedía que entrara la luz. Decían las leyendas que aquí se reunían las brujas locales.

Muerte de un gigante. Lo que queda del haya monumental en la Cingle de la Por.

Pero al situarnos en la hondonada debajo de la pared, vemos que algo ha cambiado desde la última vez que estuvimos aquí. La última subida ya no se ve tenebrosa sino perfectamente iluminada por la luz del día y hay un caos de ramas y troncos cortados con sierra. Un camino ha sido abierto entre los restos de árboles; la gran haya habrá caído en una de las tormentas de esta primavera y arrastrado con ella el resto de los árboles. "La Cingle de la Por ja no fa por", pienso a modo de obituario.

Llegamos al pie de la roca. El cielo se ha ido nublando y para evitar problemas mayores, Pep declara que es el momento de dar la vuelta. Propone comer en la Casa del Bosc. Para gran sorpresa mía, he subido sin grandes dificultades pero Carles aún acusa los efectos del virus y cuando llegamos otra vez a la Casa del Bosc, con el descenso al Portell de l'Ovellar a la vista, confiesa que se siente agotado. Come su bocadillo en silencio, sin duda pensando en el retorno a casa, donde le esperan una cama con sábanas limpias, un té reconfortante y un par de aspirinas. Pero a Pep todavía le queda un lugar por visitar: una cueva detrás de la casa. Con una paciencia encomiable por parte de Carles, ponemos rumbo al norte por los antiguos campos de la casa, invadidos por el bosque. Seguimos un camino prácticamente borrado hasta llegar a un pequeño hueco en la roca utilizado por el carbonero y con la tierra todavía negra de donde hizo fuego hará quizás unos 70 años. Empalmamos con otro camino que bajaba de las carboneras en el Racó del Pic de Perris y luego con el camino señalizado que baja del Coll de Tell.

 
División de caminos. A la izquierda, al Coll de Tell. A la derecha, a la Casa del Bosc.

Comienzan a caer gotas de lluvia pero, ahora sí, nos encaminamos hacia el Portell de l'Ovellar, una brecha abierta en la roca que crea una ruta casi en línea recta con el Monasterio de la Portella. 

 La entrada en el Portell de l'Ovellar desde el sur

Y desde el norte

Pep muestra la forma semicircular del barreno taladrado en la roca para poner la dinamita. "Aquí está la prueba irrefutable. Este camino se abrió con explosivos y antes las rutas eran otras", sentencia. "Dilo en tu blog". Del dicho al hecho.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 5,25 km; 550 metros de desnivel acumulado.

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