El día 11 fue la Diada de Catalunya.
Este año, se había descentralizado en cinco ciudades: Barcelona, Lérida,
Tarragona, Salt (cerca de Gerona) … y Berga. El Passeig de la Pau se llenó de
unas 60.000 personas. Yo también fui; total, lo tenía delante de casa. Había el
mismo ambiente festivo de siempre pero tengo la impresión que, a nivel de
manifestaciones ciudadanas, ya está todo dicho. Esto de la independencia no va
a ser nada fácil. Dejando de lado la división de opiniones dentro del propio
país, el gobierno de Madrid sabe lo que perderá si Catalunya se va y no lo va a
poner nada fácil.
La Diada en Berga
Pero el tiempo continúa inexorable y el
viernes, volvemos a estar en el Mikado. “Tenemos que ir al Pla de les Tores”,
dice Pep. “Recuerdo que había unos agujeros allí arriba. Igual había más
afloramientos de mineral. Y además”, añade, mirándome a mí, “subiremos un
camino que no has hecho”.
Muchas veces, desde Ensija, en uno de
los collados mirando hacia el sur, había contemplado el camino que baja hacia
Peguera pero nunca lo había hecho.
Aparcamos el coche donde empieza la
pista a la Font del Pi, en el cruce con el camino que baja al pueblo de
Peguera. Se ven coches de gente buscando setas pero ha sido un mal comienzo de
temporada. Falta lluvia y ha hecho mucho calor.
Hace un aire frío. Caminando por la
pista, no tardamos en ver la “fita” o pila de piedras que marca el inicio de la
ruta. Al comienzo, sube cruzando campos. Todavía no es un camino auténtico.
Luego entra en el bosque bordeando el barranco, alternando tramos de subida y
otros planos. Finalmente, entra en el barranco y ahora ya es una subida
continua.
Empezamos a subir
Pero algo ha cambiado. Esta semana, he
empezado las clases de yoga. Ahora tengo articulaciones que se doblan y además
son elásticas, y cuando camino, noto que amortiguan.
A medida que vamos subiendo, Carles va
mirando las rocas, buscando cambios de calor que delaten el mineral. Pep le
contempla con mirada de aprobación. “Aquí lo tienes”, me dice. “Siempre alerta.
Hace dos semanas, encontró enseguida la mina. No como tú, que estabas en las
nubes”.
Lo que hemos hecho
Y lo que aún queda
Es un desnivel de 500 metros, pero con
paradas para hablar de historia, se hace soportable y llegamos arriba. El
viento del norte ha limpiado el cielo y todo tiene una gran nitidez.
Vistas nítidas desde Ensija hacia el norte
Y mirando hacia el sur, con la hendidura producida por el río Aigua d'Ora
Subimos a un cerro y contemplamos la
zona marcada como Pla de les Tores en el mapa del ICC. No hay agujeros y ni
siquiera es plano. Más abajo, solo son rocas y ‘tarteras’. Un par de rebecos
nos miran y luego se esconden en los árboles. Damos la vuelta y bajamos a la
depresión central, que hace una especie de curva para entrar en el Barranc
d’Ensija que luego entra en el Barranc de les Llobateres donde está la ‘pleta’
a media subida. Es amplio, plano, con unas depresiones curiosas donde crecen
grupos de tora blava.
El Pla de les Tores
Se nos enciende una luz. “Pero si es
esto el Pla de les Tores”, exclama Pep. No es la primera vez que hemos estado
aquí pero hoy lo miramos con otros ojos. Salta a la vista ahora que es un curso
de agua.
Mientras bajamos, confieso algo a Pep
que me tiene preocupado desde hace un par de semanas. “Mi madre se queja del
blog”, le digo. “Dice que le falta contenido educativo. Quiere que explique más
sobre lo que encontramos y no solo las cosas que hacemos”.
“Pues tu madre tiene razón”, me
contesta Pep. “A nadie le interesa la ampolla que te salió en el talón hace un
par de semanas”. Se para y mira a su alrededor. “Por ejemplo, tenemos aquí el
Pla de les Tores. Podrías explicar que cuando llueve torrencialmente, aquí se
forma un río efímero con pequeñas cascadas en estas depresiones en forma de
escalón y luego el agua desaparece en estos sumideros donde crece la tora, para
reaparecer más abajo en las fuentes. O puedes hablar de la tora, que crece en
grupos por encima de 1.700 metros. Y de alguna manera, los animales saben que
es venenosa porque no la tocan”.
Aquí se ve mejor el efecto del agua
En eso vamos caminando hacia la Pleta
de l’Os. Está en la curva del Pla de les Tores, a la entrada del Barranc
d’Ensija, resguardado del norte y el único sitio donde hay un afloramiento de
piedra de dimensiones suficientes para hacer estructuras de piedra seca. Aquí
paramos para almorzar.
Lo que queda de la Pleta de l'Os
Mientras comemos, de repente aparecen ovejas y cabras
caminando hacia nosotros en fila india desde el Serrat Voltor. ¿De dónde han
venido?, nos preguntamos. Es un misterio. Son autoguiadas; no hay pastores ni
perros. Miramos hacia arriba: tampoco ningún dron que las vigile. Se esparcen
alrededor nuestro, pastando tranquilamente.
Llegan las ovejas
Nos ponemos en marcha, siguiendo la
curva de nivel hacia el Serrat Voltor, con los rastros de las ovejas. Salimos
en el collado, muy cerca de la mina de mineral de hierro de hace dos semanas y
empezamos a bajar sin camino hacia un cerro intermedio que forma un pequeño
collado, con otro un poco más hacia el oeste; son Les Mitjanelles.
Mientras vamos bajando, vemos huellas
de ovejas que suben. ¿Habrán subido hasta arriba solas por aquí? Bajamos
aprovechando los caminos que han hecho los animales, hasta llegar al pequeño
collado. Aquí es el único lugar donde encontramos alguna seta. Un camino
precario que usan los animales nos lleva hasta el collado siguiente, desde el
cual bajamos al camino de subida.
Mirando hacia el este desde Les Mitjanelles
En esa larga bajada, en algún momento
nos desviamos de la ruta de subida, aunque siempre vemos camino, y acabamos
desplazados hacia la izquierda, delante del cruce mismo al pueblo de Peguera.
¿Sería éste el camino auténtico?
Con eso, damos por concluida la salida
de hoy. 9,2 km; 680 metros de desnivel acumulado.
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