Ante la previsión de tormentas por la
tarde, Pep propone dar una vuelta por la zona de Palomera y, concretamente,
confirmar el trazado del antiguo camino de Saldes a Palomera. Aparcamos en el
área recreativa de Palomera, donde hay unos circuitos suspendidos que pasan de
árbol en árbol por tirolinas y distintos tipos de puentes tibetanos, zonas de
picnic y una pérgola con información sobre la zona.
La primera actividad hoy es ocuparse
de la educación de Carles, que nunca ha subido al asentamiento medieval. Dicen
los historiadores que fue un pequeño pueblo de pastores pero, a juzgar por los
muchos campos de cultivo alrededor, también se dedicaban a la agricultura.
Desde la zona recreativa, baja un
camino hasta un estrecho desfiladero que separa el cerro de Palomera del resto
de la montaña. Al subir, vemos restos de paredes, y muchas piedras
desparramadas por el suelo. “Aquí había el horno de pan”, explica Pep, mientras
entramos en una especie de avenida estrecha. “Y aquí la calle principal, y
después las mejores casas. No costaría nada volver a poner las piedras en su
sitio para dar una idea de la estructura que había”. Llegamos al final del
cerro, donde había la cantera. Aquí se ven las filas rectas cortadas en la roca
de donde se sacaban los bloques.
Vista del poblado medieval de Palomera
Bajamos por el mismo sitio y entramos
en el desfiladero. La entrada está muy tapada, llena de ortigas. Después es un
caos de boj y piedras caídas pero en los huecos de la roca, se habían creado
pequeños corrales. “Tampoco costaría nada limpiar esto”, continúa Pep. “Se
puede dejar el boj para dar ambiente. Todo este entorno, bien explicado, sería
un atractivo histórico de primer orden”. Se ve que hace tiempo lo había
mostrado a gente del Ayuntamiento de Saldes pero no se ha hecho nada.
Y dentro del pequeño desfiladero que separa el cerro de Palomera
Salimos al otro lado, subimos al
mirador detrás del recinto ganadero y Carles empieza a buscar el track del
camino antiguo de Saldes en su GPS. A partir de aquí, está señalizado con
pintura naranja. Aquí se hizo una ruta de naturaleza que va recorriendo los
bosques. Vamos bajando hacia el norte. Un puente colgante cruza la riera y
entramos en una zona de bloques de piedra. El camino pasa entre rocas de
grandes dimensiones; es muy atractivo y aún quedan restos del empedrado.
El primer puente colgante
En el camino de Saldes
Llegamos a un mirador con vistas de
Pedraforca y el Cadí. Hay un rótulo informativo. “Dice que aquí crecen pino
albar y pino negro y hay que tener cuidado con las víboras debajo de las
piedras”, observa Pep. “Todo esto es una obviedad. No hace falta decir lo que
salta a la vista. ¿Por qué no dice que es el camino antiguo de Saldes a
Palomera y tiene siglos de antigüedad?”.
“Para alguien que viene de Barcelona,
lo del pino albar no es tan obvio. Y en cuanto a las víboras, ya sabes cómo son
los niños de ciudad”, contesto, poniéndome en la piel de los monitores de los
escolares urbanitas que siguen la ruta. “Además, es una ruta de naturaleza. No
tiene porqué hablar de historia”, concluyo.
"Tanto potencial desaprovechado", lamenta Pep
Continuamos mientras Pep sigue
refunfuñando. Entramos en el largo Grau de Palomera donde el camino busca la
forma de bajar entre los bloques de piedra. Todo esto es muy recomendable.
Bajando hacia los Plans de l'Artic
Hay una bifurcación. El camino antiguo
marcha por la izquierda, entrando finalmente en los Plans de l’Artic. El track
de Carles sigue marchando hacia el norte pero nosotros nos desviamos para
seguir la ruta de naturaleza. Todo esto lo había hecho con Carles hace unos
cuantos años, antes de empezar el blog. Y a raíz de un encargo para describir
una ruta, había hecho un repaso de los caminos que llegaban al Pla de l’Espinal, a
veces con Pep y a veces con Carles. Había llegado a desentrañar un dibujo
parcial pero bastante denso de caminos.
Pasamos por otro puente colgante y
entramos en una pista que marcha hacia el oeste. Aquí hay otra placa
informativa que nos habla de las distintas categorías de pista. Si tiene más de
4 metros de ancho, es un “camino forestal”; si tiene hasta 3,5 metros, es una
“pista forestal”; y si tiene hasta 2,5 metros, es una “pista de desembosque”.
Miramos la pista por donde pasamos con una nueva comprensión. Midiendo
cuidadosamente su ancho, llegamos a la conclusión de que se trata un “camino
forestal”. El conocimiento es poder, pienso.
El segundo puente colgante
Entramos en otra pista, girando hacia
el sur, y luego otra que nos lleva nuevamente hacia el este, paralelamente a la
primera. Pasamos al lado de una “pleta” y una barraca de piedra, totalmente
perdidas en la vegetación y de la que la placa informativa al lado no dice
nada, sino que habla de la explotación sostenible y respetuosa del bosque,
mostrando la foto de una máquina de oruga para extraer troncos.
Al final de esta pista sale un camino
que sube con una pendiente fuerte. Cuando vine con Carles, estaba recién
restaurado, con peldaños y barandillas, y pensamos que era un camino nuevo
inventado. Pero ahora, con el paso del tiempo, vemos que en realidad es un
camino antiguo, solo totalmente reformado. Llegamos a un llano donde hay otro
mirador y los restos de una barraca. Poco después, llegaríamos a la carretera
donde está aparcado el coche pero Pep va a la esquina oeste, donde ve un camino
que baja directamente hacia la “pleta” cubierta por la vegetación al lado de la
placa informativa.
El camino restaurado
Estudiamos los mapas y se nos hace la
luz. Este dibujo parcial que tengo marcado representa una red que iba
conectando todas las “pletas” y barracas entre sí, con un nudo intermedio en el
Pla de l’Espinal donde hay un gran corral y una caseta de piedra. Conectando los
cortos tramos que aún no están puestos en el mapa, tendríamos el dibujo completo.
Siguiéndolo en el otro sentido, el camino
nuevo que hemos descubierto va bordeando el llano hasta salir en la carretera.
Volvemos a Palomera bajo un cielo amenazador. “Bueno, ya está, ¿no?”, digo a
Pep. “¿Podemos comer?”.
“Nos falta buscar la Bauma de l’Orri”,
contesta Pep. “La marca el mapa del ICC”. Y señala hacia una pared de roca
calcárea con unos 200 metros de desnivel. “Sabes que en el ICC ponen los
topónimos a voleo, ¿no?”, contesto dubitativo. “Sí, pero hay que comprobarlo.
Además, pasaremos por la fuente de l’Aigua Salada, que no conoces”. Miro a
Carles pero como es habitual en él, guarda un silencio discreto.
Tras acercarnos un poco más con el
coche, ponemos rumbo a la Font de l’Aigua Salada. Cuando llegamos, veo una
manantial de agua que sale de un pequeño agujero al pie de una roca, rodeada de
una tierra maloliente, fangosa, con un alga asquerosa que es lo único que crece
aquí. Detrás hay un enorme hundimiento donde el agua ha disuelto la sal.
Continuamos para arriba, hasta llegar a una pared de roca donde se ha
desprendido media montaña para abajo.
La Font de L'Aigua Salada; no invita a quedarse y no lo hicimos
Pep inspecciona los alrededores. No
hay nada. Mientras tanto, empieza a tronar. Pep me pide los mapas y las
referencias del GPS. Una vez localizada nuestra posición, mira hacia arriba.
“Faltan 100 metros más de desnivel”. Y señala: “Para allá”. Yo no tengo ningún
deseo de seguir subiendo este pendiente sin camino para luego no encontrar nada
y así lo iba a decir, dispuesto a amotinarme, cuando de repente se pone a
llover con cada vez más fuerza.
Guardo la electrónica y nos ponemos
los impermeables a toda prisa. Con los truenos pisándonos los talones, se me
desvanece el cansancio de la subida y abro paso entre Carles y Pep para bajar a
toda pastilla, con una agilidad que ni en mi juventud tuve.
Almorzamos en la pérgola.
Empieza a salir el sol otra vez desde la pérgola
Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,5 km; 390 metros de
desnivel acumulado.
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