Hoy estamos de
enhorabuena. Nos acompaña un conocido de hace tiempo. Me pide que le guarde el
anonimato pero sí puedo revelar que es toda una autoridad en el mundo del
excursionismo y su interés (u obsesión, según si mire) actual gira en torno a
los hornos de alquitrán de pino (forns de pega, en catalán). Evidentemente, Pep
está encantado de tenerlo con nosotros; por fin, puede hablar con alguien de su
mismo nivel.
Hoy toca la Canal de
Verdaguer. El único acceso practicable es desde el Collet de les Fustes pero
esta vez Pep propone pasar por el Molí de Pedret, Santeugenia y Bossoms y luego
subir una cresta hasta llegar al Collet. No acaba de explicar las razones de
esta decisión.
Aparcamos una vez más en
el Pont de Pedret y tomamos el camino hacia el molino. Es un camino muy bonito,
plano y recomendable para salidas de familia y las ruinas del molino añaden un
punto de interés. Mientras Pep conversa animadamente con nuestro invitado, entramos
en la pista de Santeugenia pero en vez de pasar por el camino antiguo que iba
enlazando las casas de Santeugenia, el Llevaig y Bossoms, toma la pista que
sigue el Rec de Bossoms.
Esta pista, aparte de ser
bastante fea, sube y baja como una montaña rusa. “¿Por qué no has tomado el
camino de las casas?”, me atrevo a preguntarle. “Es más recto”, me dice
escuetamente y reanuda su conversación con nuestro invitado. Llegamos a la Font
de Bossoms; al lado, sigue el camino a la casa pero Pep pasa de largo y sigue
por la pista. “¿Por qué no has tomado el camino?”, le pregunto, acusador. “Lo
de más recto ya no vale. Por la pista es más largo”. “Así tengo más tiempo para
hablar con nuestro acompañante”, por fin me contesta, acorralado. Está claro
que mis preguntas le importunan y me callo.
La casa de Bossoms. Detrás, las montañas de Figols
Llegamos a la casa de Bossoms,
todavía entera pero deshabitada y rodeada de prados. Tomamos otra pista hacia
el norte que luego dejamos para subir una áspera cuesta sin camino. En una superficie
de roca inclinada, Pep ve un dibujo inconfundible. Indica la ubicación de un
horno de aceite de enebro. Como la bolsa de Mary Poppins, nuestro acompañante
abre su mochila y empieza a sacar cosas. Todo lo necesario para limpiar y
desbrozar, una cinta de medir, hasta una cuerda de escalada.
El dibujo del horno de aceite de enebro
Una vez satisfecha nuestra curiosidad, continuamos la subida hasta llegar a una pared de roca. Nuestro acompañante y Pep se meten dentro del boj y suben con cierta dificultad. “No vengas, Steve”, me dice Pep. “No subirás”. “¿Tampoco con una cuerda?”, pregunta nuestro acompañante desde arriba. “Tampoco”, confirma Pep.
No llego a ver por donde han subido y opto por buscar otra ruta con Carles. Igual sí que lo podría haber subido pero nunca lo sabré. De todas formas, encontramos un tenue camino de flanqueo que seguramente era el camino que venía al horno desde la casa de Sant Miquel y lo seguimos hasta encontrar un lugar más fácil para subir.
Pep nos comunica que hace
20 años le dijeron que había un horno de aceite de enebro pero nunca lo había
conseguido encontrar, hasta ahora. Al final, todo llega.
Llega la primavera a marchas forzadas. Narcisos silvestres cerca del Collet de les Fustes.
Llegamos al Collet de les
Fustes e iniciamos el descenso de la Canal del Verdaguer. Bajar estas canales,
sobre todo ahora con los caminos recién limpiados, es una delicia. El sol
acaricia pero no agobia; además, estamos protegidos por las hojas de los
árboles. Los pájaros cantan como si quisieran darnos la bienvenida. Aparte de
nosotros, los únicos indicios de presencia humana son el camino y las
carboneras espaciadas a intervalos regulares.
Musgo en los árboles en el tramo inferior de la Canal de Verdaguer
Y así llegamos al camino
transversal que va enlazando las distintas canales, ya cerca del pantano. Ahora
toca dar la vuelta y buscar el camino lateral que pasa debajo de la Cingle de
les Cabres. Subir estas canales, a pesar de tener los caminos recién limpiados,
es un suplicio. El sol sólo hace que sudemos más, y el sudor me entra en los
ojos y produce un incómodo escozor. Las hojas y las ramas de los árboles nos
obstaculizan y rascan. Los pájaros, parece que se mofan de nosotros con sus
cantos burlones.
Cruzamos el fondo de la
canal para tomar el camino lateral. Carboneras y más carboneras. Llegamos a una
bifurcación y giramos nuevamente para tomar el camino que pasa a pie de
precipicio en la Cingle de les Cabres. Por fin, salimos a un collado, con una
magnífica vista delante y aquí comemos.
Después de comer,
empalmamos nuevamente con el camino de la Canal de Verdaguer y volvemos a salir
en el Collet de les Fustes. “¿Tanto bajar y subir para acabar en el mismo
sitio?”, me pregunto. La tentación de dejarme llevar por pensamientos lúgubres
sobre la futilidad de la acción humana es enorme, pero los otros ya se marchan
hacia La Covil y yo tengo que pedir un favor a Pep.
Camino empedrado cerca del Molí de Pedret; foto tomada en 2004
Por la mañana, no había
podido sacar fotos del Molí de Pedret y le pido que vayamos hacia la Font Bona
desde La Covil en lugar de pasar otra vez por la Mesquita. Pep accede
magnánimamente. Desde un collado cerca de la Font Bona, baja un camino serpenteante
que desemboca en los campos de Santeugenia y así llegamos otra vez al Molí de
Pedret. Pero la luz no es buena y tendré que tirar de fotos de mi archivo.
Con eso, damos por
concluida la salida de hoy. 11,5
km ; 850
metros de desnivel acumulado.
Nota histórica: Los
hornos de aceite de enebro (forns
d’oli de ginebre, en catalán) se
construían sobre una roca plana e inclinada sobre la cual se marcaban unos
surcos. Sobre un pequeño fuego se colocaba una lata con ramas cortadas de
enebro dentro y se destilaba la madera. El aceite salía por unos agujeros en la
lata y corría por los surcos hasta llegar a un recipiente. Se utilizaba como
medicina popular, sobre todo para animales.
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