Como mis compañeros todavía no habían leído la última entrada del blog, les puse al día en el Mikado sobre lo que me pasó a la rodilla. “Está claro que ya no soy un chaval y los ejercicios los debo hacer con conciencia”, resumo. “Precisamente, la salida de hoy tiene poco desnivel. No tienes que temer ningún esfuerzo que pueda suponer una amenaza para tus articulaciones”, me tranquiliza Pep.
Ponemos rumbo a Guardiola. Durante el trayecto, Joan es una
fuente inacabable de información. De hecho, prácticamente no para de hablar
hasta que volvemos a Berga por la tarde. “Era igual cuando compartíamos piso en
Barcelona”, me confesará Pol mientras caminamos. “A veces agobiaba”.
Aparcamos en la plaza de la iglesia y caminamos hacia el
barrio de Terradelles. Hoy, hará bastante más calor que la semana pasada. Antes
de cruzar el puente, giramos a la derecha para subir una calle empinada. Entramos
en la pista de Cal Cavallera pero casi enseguida la dejamos para subir sin
camino hacia la izquierda hasta llegar a otra pista que lleva a unas torres de
telefonía. Desde aquí, seguimos subiendo hasta un montículo en el bosque con
unos bloques grandes de piedra dispuestos en una forma más o menos circular. Es
el emplazamiento más plausible de la antigua iglesia de Sant Marçal, explican
los historiadores de nuestro grupo. Miro mi GPS; ya van 100 metros de desnivel.
La última innovación de Pep en materia anti-garrapatas |
Pol tiene que estar en el Valle de Aran antes de las 8 de la tarde pero Pep parece resuelto a mostrar a Joan las últimas casas que nos quedan sin visitar en Brocà. Pasando al lado de Cal Cavallera, con el ladrido de unos cuantos perros anunciando nuestra presencia, ponemos rumbo al norte, desviándonos para visitar Segarulla, una casa en ruinas cerca de Cal Companyó.
Tras señalar el camí ral de Bagà a La Pobla de Lillet, Pep reemprende la ruta hacia Brocà, acumulando 160 metros más de desnivel, incluyendo alguna subida sin camino. De momento, mi rodilla se comporta.
Una de las subidas sin camino |
Volvemos a estar en la iglesia, donde hay dos caballos que intentan protegerse del sol en la poca sombra que ofrece la iglesia con el sol casi vertical. Se han colocado de tal manera que pueden ahuyentar las moscas en la cara de su compañero/a con la cola. Las moscas son un martirio para los caballos en verano, que parecen tener predilección por las mucosas de la nariz y los ojos.
Los caballos |
Continuamos por la pista hacia Clarà, una casa en ruinas con algún vestigio medieval. Pep señala la pista que sigue subiendo hacia el norte. “¿Qué, Steve?”, me interpola jovialmente. “¿Te animas a subir a Cerconeda? Es la última casa que nos queda por mostrar”. “¿Cuántos metros de desnivel?”, pregunto desconfiado. Pep calla. “Además, Pol tiene que ir al Valle de Aran y si no llega antes de las 8, no entra en el hotel”, continúo. Pep no insiste e iniciamos la vuelta.
Lo que queda de Clarà |
Bajamos por inmensos prados que eran los campos de Clarà. En un punto con un poco de sombra, paramos para comer. No voy a aburrir otra vez al lector con la lista de bocadillos. Además, siempre son los mismos. En todo este rato, Joan no ha parado de hablar pero su temario va mucho más allá del archivo de Vilella y abarca la historia reciente e incluso el presente de Guardiola. “¿Cómo es que sabes tantas cosas de Guardiola?”, le pregunto. Resulta que es el guía del Monasterio de Sant Llorenç prop Bagà y, además de explicar los detalles del monasterio, también pregunta cosas a la gente, muchos de ellos gente local.
La vista hacia el oeste durante el descenso por los prados de Clarà |
Reanudamos el descenso, entrando en una larga pista que nos
llevará finalmente a Terradelles. Fue un descenso así que me dio el susto de la
semana pasada. Pero yo también sé aprender lecciones; me porté bien en el
gimnasio el miércoles y llegamos otra vez al coche sin más novedades.
Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,0 km; 325 metros de
desnivel acumulado.
PD. Cuando llego a casa, miro el mapa en Internet. La subida a Cerconeda suponía 230 metros más de desnivel y unos cuantos kilómetros. Como diría Trump, gracias a mí y mi extraordinaria capacidad de previsión, Pol no tuvo que dormir en la calle.