Para hoy, Pep propone desplazarnos un
poco más arriba y recorrer la zona entre Casserres y Gironella. Concretamente,
le interesaba identificar el camino desde Casserres hasta la iglesia de Sant
Marc, cerca de Cal Bassacs que, según él, formaba parte de esa enorme red de
caminos que irradiaba desde Cardona.
Aparcamos en la cruz de término de
Casserres en la carretera a Puig-reig y seguimos un rastro débil de camino por
el bosque hacia el noreste. Cruzamos una pista y seguimos por una pista llana
hacia un promontorio. Alguien está quemando ramas abajo pero con el potente
anticiclón encima nuestro, el humo no consigue levantarse sino que tiene que
desplazarse horizontalmente, creando unos efectos interesantes.
El humo crea paisajes misteriosos, mirando hacia el sureste
Llegamos al borde del promontorio y
allí hay las marcas inconfundibles de un ‘grau’, un paso creado expresamente
para bajar y, en la roca abajo, una ‘potera’, el nombre que Pep ha dado al
surco creado por las patas de los animales que recorrieron el camino
diariamente siglo tras siglo. “A la primera”, exclama triunfalmente. “No hay
duda, somos muy buenos”, corrobora Carles.
El camino queda cortado por unos
campos que bordeamos, entrando en un pequeño bosque donde había los leñadores
quemando ramas. Allí hay una pequeña pasarela, antes muy usada para cruzar la
Riera de Clarà y ahora prácticamente en desuso. El camino que la cruza iba a
Cal Bassacs pero vemos otro que sigue bajando por la ribera derecha de la
riera. “Este lo usaban los trabajadores para ir a las fábricas de Viladomiu”,
nos informa uno de los leñadores, ya de cierta edad.
Al otro lado, una pista nos acaba
llevando a la pequeña iglesia románica de Sant Marc. A pesar de verla cada vez
que voy por la autovía, nunca la he visitado. Pep nos explica su estructura.
Una enorme roca, que seguramente ha bajado desde las rocas detrás, ha sido
integrada en la estructura de la iglesia, dándole una forma poco usual.
La iglesia de Sant Marc, cerca de la autovía
Ponemos rumbo hacia el norte. “Lo que
yo quería hacer, ya está hecho”; proclama Pep. “El resto del día sólo será para
divertirme”. Pasamos por un tramo de bosque paralelo a la autovía. Esta zona se
salvó de las llamas de 1994 y tiene el bosque típico de aquí, robles y encinas.
Cruzamos la carretera de Gironella a Casserres. Llegamos a una explanada
grande, la Roca Llarga.
“Aquí veníamos a jugar cuando era
niño”, explica Pep. Cuenta que subía a pie desde Gironella y desde aquí, por
primera vez, pudo ver las montañas de Capolat y Espunyola. Durante unos momentos,
nos transportamos al pasado e intentamos imaginar – con cierta dificultad, todo
sea dicho – a un Pep niño mirando con asombro un horizonte todavía inalcanzable
mientras sus compañeros juegan a fútbol.
La Roca Llarga; al fondo, los Rasos de Peguera
Giramos hacia el suroeste y, tras
comer en otra explanada de roca, pasamos cerca de la casa de Cal Canudas y su
dirt track, templo del motor en el Baix Berguedà, y nos encaminamos hacia Sant
Pau. Aquí hay un restaurante en activo, una hospedería que luego fue casa de
colonias y ahora está en desuso y al lado, la iglesia románica y la rectoría.
Pep nos explica algunos detalles de su interior y luego vamos al castillo,
situado detrás de la estatua de una virgen misericordiosa en el jardín.
Entrada de la iglesia de Sant Pau
Colocado sobre paredes de roca
vertical, es un emplazamiento perfecto para vigilar todos los caminos que
pasaban por allí, pero del castillo no queda nada. Todas las piedras se
llevaron para construir otros edificios. Bajamos hacia el pequeño pantano y,
desde allí, seguimos nuevamente el curso de la Riera de Clarà. Pasamos por
debajo del viaducto de Casserres, utilizado en las clases de arquitectura como
ejemplo de cómo no hay que hacer obra pública, dice Pep.
El entorno del castillo de Casserres
El nuevo viaducto, visto desde la riera
Aquí había dos molinos, el Molí de
Bernadàs y el Molinet de Vilanova. Pero antes de llegar al primero, la riera se
ensancha, formando un estanque. Aquí venía la gente de Casserres a bañarse en
verano, dice Pep. Mirando el agua fangosa con una vegetación viscosa y
enfermiza en el fondo producida por las purinas de las granjas de cerdos, empiezo
a pensar que todos estaríamos mejor si fuéramos vegetarianos.
El Molí de Bernadàs
El primer molino es una casa grande
con campos extensos; el segundo es más bien pequeño pero en su interior aún
queda una rueda de moler. Pasamos por la casa de Vilanova y seguimos la larga
pista hacia el coche. Filas interminables de procesionaria buscan un sitio
donde enterrarse en la tierra compactada de la pista mientras miles de orugas
muertas muestran el precio del fracaso. Este año, es una auténtica plaga; hasta
sale en la tele.
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