Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



domingo, 2 de septiembre de 2012

24/8/2012 – Vall de la Llosa

Ya van tres semanas que no hemos podido salir por el intenso calor pero esta semana, el hombre del tiempo por fin nos dice que el calor empezará a remitir.

Pep nos había hablado de una fragua de mineral de hierro a la entrada del Vall de la Llosa. Yo había subido ese valle hace unos 10 años, precisamente con Pep y algunos más, pero sólo recordaba bien el castillo y la Cabaña dels Esparvers al final. Me hacía ilusión volver a hacer esta ruta y, si era posible, llegar hasta la Portella Blanca, ya que nunca había estado allí.

Aparcamos el coche en el último aparcamiento gratuito en la pista polvorienta entre Viliella y Cal Jan, donde te dejan aparcar en la era por 2 euros. Andamos un kilómetro hasta Cal Jan y, a partir de aquí, iniciamos la subida. Dejamos las ruinas del castillo a la izquierda.

 Cal Jan; la última casa habitada antes de pasar la Portella Blanca

El castillo de la Llosa y la iglesia de la Mare de Deu dels Angels (izquierda) con el sol de la mañana. Al fondo, el Cadí

Aunque voy al gimnasio, acuso las 3 semanas sin hacer rutas largas y empiezo a sudar. Pep y Carles se mantienen unos 100 metros por delante de mí, hablando de sus cosas. Sólo me esperan cuando salen de la ruta.

Nada más iniciar la ruta, Carles y Pep me dejan atrás, absortos en sus archivos y documentos

Un rostro inquietante nos observa desde la Barraca de la Farga

El agua baja con brío por el Riu de la Llosa pero que nadie se engañe. Aquí hay una sequía pertinaz. La hierba es amarilla, con una estrecha franja verde que marca el curso de los torrentes y riachuelos. Me recuerda el mapa del Nilo en mi atlas: una cinta verde con el amarillo del desierto a cada lado.
Entramos en una zona de prados con restos de cabañas, corrales o establos. Pep se desvía de la pista y, detrás de los corrales, encontramos escoria del mineral cocido, y detrás de esto, muros de la antigua fragua y canales que traían agua del río. Recojo muestras para la colección geológica de mi madre.

Los establos o corrales cerca de la fragua. Se ve claramente la estrecha franja de verde que marca el curso del arroyo

Seguimos restos de antiguos caminos que siguen el curso del río. Da gusto ver un poco de verde pero el último camino acaba en una carbonera, lo que obliga a emprender una dura subida hasta llegar otra vez a la pista principal.

Llegando a la Barraca de l'Isidro, Pep y Carles siguen absortos en su conversación. En el fondo, el Bony d'Engaït

Entramos en otra zona de prados, pasamos la Barraca de l’Isidro y allí se acaba la pista y continúa un sendero. Miro el altímetro; todavía quedan 500 metros de desnivel hasta la Portella Blanca. Las fuerzas me flaquean. “No podré llegar hasta la Portella Blanca”, le digo a Pep. “Pues menos mal que vas al gimnasio”, me replica Pep irónicamente. Carles, siempre discreto, calla, pero me confiesa el día siguiente que ya le fue bien acortar la ruta.

La Barraca dels Esparvers

Llegamos a las cabañas dels Esparvers, situadas en unos prados resecos. Aquí hay una división de caminos, uno a Vallcivera y otro al riu d’Engaït y la Portella Blanca. Tomamos el segundo camino para buscar un lugar para comer. Volvemos a pillar la hora punta y, en poco tiempo, nos cruzamos con 5 caminantes.

Confluencia de caminantes en la hora punta de mediodía. Se formó un atasco monumental en el poste indicador.

Comemos al lado del río. La conversación toca brevemente la situación económica y política de Cataluña pero, ante la falta de motivos para el optimismo, no tardamos en buscar otro tema.

Para volver al coche, deshacemos el mismo camino pero, por algún mecanismo que no alcanzo a comprender, parece tres veces más largo que el camino de ida. Cuando llegamos al coche, hago subir a Carles delante mientras yo me pongo en el asiento de detrás para descansar. “Si Pep se duerme, ya le entretendrás tú con cuentos”, le digo.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 16,5 km; 570 metros de desnivel acumulado.

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