Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



miércoles, 20 de mayo de 2015

15/5/2015 – El tercer mas de Oreis

Por fin, Pep puede salir con nosotros. Pero yo, por la noche, de repente empecé a experimentar síntomas parecidos a un resfriado, pero prefiero pensar que es una alergia, por tanto polen y polvo que hay en el ambiente después del calor africano y luego las ventadas del norte, y decido salir. 

Al venir Pep, podemos volver a La Muga. Evidentemente, quiere buscar cruces pero, con la disciplina férrea que le caracteriza, también es consciente de que hay una red de caminos en la zona de La Muga que también hay que aclarar.

Subiendo en el coche, escucho a Pep y Carles comentando temas de actualidad de mil años atrás. Si hace mil años hubiera coches y radios que la gente escuchaba mientras conducían, del mismo modo que hoy se escucha a Mónica Terribas, yo creo que se parecería mucho a la conversación entre Pep y Carles. Así que me relajo en el asiento de atrás, escuchando la radio del año mil, mientras intento decidir qué es lo que tengo: un virus o una alergia.

Una vez más, aparcamos el coche en la Font de l’Adou y recorremos la larga pista que va hacia el Torrente de la Muga. Pero esta vez, nos desviamos a medio camino. Justo antes de que la pista cambie de ribera, hay un pequeño prado y allí tenía el arranque de dos caminos, uno que subía hacia el norte por el barranco y otro que se desviaba por la derecha. Carles elige el camino a la derecha y nosotros seguimos rectos. Dejamos el nuestro cuando vemos que va zigzagueando hacia arriba con fuerte pendiente y nos unimos a Carles.

El hombre del tiempo había dicho que seguiría haciendo viento hoy y ahora, en un espeso bosque de robles, se oyen rachas de viento que bajan desde Tancalaporta. Pep no está tranquilo pero yo me siento confiado: “Todos los árboles que van a caer, ya han caído en la ventada anterior”, le aseguro. “Siempre cae alguno más”, me replica Pep, prudente. Pero los árboles, aunque se mueven con el viento, no llegan a crujir.

Mientras tanto, seguimos el camino; está tapado pero tiene categoría. Sin embargo, empieza a difuminarse cuando entra en una zona de carboneras, y más arriba, cuando cruzamos bancales de antiguos campos.

Según Pep y Carles, los documentos hablan de tres 'masos' o casas en Oreis. Una está al lado mismo de la iglesia y otra la encontramos hace unos 10 años ya, orientada hacia el Clot de Vimboca. ¿La tercera podría estar por aquí, cerca de estos campos? Pero no se encuentra.

Los campos de Murcarols, visto desde el otro lado del valle

Y, con un poco más de zoom, la casa

Salimos al camino de Oreis a La Muga. Visitamos la iglesia y luego damos la vuelta, con la Cambra dels Bocs a la vista. Según el documento que Carles leyó hace un mes ya, la división de derechos de pasto entraba por la boca de la Cambra y seguía todo el contorno a pie de roca. Allí tendría que haber cruces.

Muy poco después de conocer a Pep, igual en la tercera salida, un día de mayo como hoy hace 16 años, le pedí que me mostrara los caminos de La Muga que yo no había sabido ver 4 ó 5 años antes. Recorrimos esa misma larga pista y subimos el camino donde yo me había perdido, llegando a las ruinas de la casa de La Muga sin novedad. Luego empezamos a recorrer ese camino a media altura hacia Oreis donde estamos hoy, y vimos un camino que subía hacia la Cambra dels Bocs, con marcas de pintura azul de los cazadores. Empezamos a seguirlo pero a medida que nos íbamos acercando a la Cambra, perdía definición. Además, se estaba acercando una tormenta y Pep optó por bajar en diagonal sin camino, intentando volver al coche antes de que estallara la tormenta. No lo consiguió; nos refugiamos bajo un árbol cerca de Oreis y no tardamos en quedar empapados.

 
La Cambra dels Bocs, uno de los lugares más perdidos del Berguedà, hasta ahora siempre visto por nosotros desde lejos.

Y allí, bajo ese árbol, escuchando los truenos que retumbaban a nuestro alrededor, Pep estaba convencido de que no volvería a ver a ese urbanita. Pero cuando uno conoce a una persona que le puede enseñar lo que uno quiere saber, estos contratiempos pasan a un segundo plano y, para su gran sorpresa, le llamé a los pocos días para volver a salir.

Campos en el camino de La Muga. Demasiado lejos de Oreis pero hoy no encontramos ninguna casa por aquí

Pero hoy no va a llover. Yendo hacia La Muga, tenía dos ‘colitas’ (ver Glosario) que bajaban y habíamos postulado la hipótesis de que una de ellas al menos enlazaría con el camino que dejamos abajo. Al llegar a la primera, resulta ser un espejismo y la borramos enseguida. Y la segunda, muy cerca del camino que sube a la Cambra dels Bocs, tiene mejor aspecto pero al cabo de unos 100 metros, ya dudamos si es camino humano o de animales. Entramos en pequeñas zonas de cultivo a media cuesta. Parece que continúa el camino hacia abajo pero al poco rato, vuelve a desaparecer. Yo creo que había muchos caminos que conectaban pequeñas ‘artigas’ (ver Glosario) desde las casas de Oreis y de La Muga pero hace mucho tiempo que se fundieron con el paisaje.

La pequeña iglesia románica de San Romà d'Oreis. Aquí, apenas cabrían las pocas familias que vivían en estas cuestas

Con rasgadas y trozos de ramas  y hojas en el pelo y bajo la camiseta – y quizás también algún polizón de seis patas – llegamos abajo a la pista, pero muy desplazados respecto al camino de subida que habíamos encontrado esta mañana. En la larga pista de vuelta al coche, Pep y Carles retoman la tertulia de la mañana. Poder hablar durante tiempo de la misma cosa es algo digno de admiración. Pero yo sólo quiero llegar al coche.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,4 km; 530 metros de desnivel acumulado.

PD. Al poco de habernos recibido del Parque Natural de Cadí-Moixeró casi 100 mapas, hablamos con algunas personas mayores que vivían en Bagà. Una de ellas era un tal Sr. Puig, de más de 80 años cuando hablamos con él hace casi 15 años, que había vivido de niño y joven en Greixer. Nos ayudó a aclarar los caminos antiguos del Moixeró, pero su mujer era quizás la última persona viva que había habitado la casa de La Muga. Unos cinco años más tarde, empecé a darme cuenta de que debíamos haber aprovechado la oportunidad para hablar un poco más con ella.

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