Por fin, Pep puede salir con
nosotros. Pero yo, por la noche, de repente empecé a experimentar síntomas
parecidos a un resfriado, pero prefiero pensar que es una alergia, por
tanto polen y polvo que hay en el ambiente después del calor africano y luego
las ventadas del norte, y decido salir.
Al venir Pep, podemos volver a La
Muga. Evidentemente, quiere buscar cruces pero, con la disciplina férrea que le
caracteriza, también es consciente de que hay una red de caminos en la zona de
La Muga que también hay que aclarar.
Subiendo en el coche, escucho a Pep y
Carles comentando temas de actualidad de mil años atrás. Si hace mil años
hubiera coches y radios que la gente escuchaba mientras conducían, del mismo
modo que hoy se escucha a Mónica Terribas, yo creo que se parecería mucho a la conversación
entre Pep y Carles. Así que me relajo en el asiento de atrás, escuchando la
radio del año mil, mientras intento decidir qué es lo que tengo: un virus o una
alergia.
Una vez más, aparcamos el coche en la
Font de l’Adou y recorremos la larga pista que va hacia el Torrente de la Muga.
Pero esta vez, nos desviamos a medio camino. Justo antes de que la pista cambie
de ribera, hay un pequeño prado y allí tenía el arranque de dos caminos, uno
que subía hacia el norte por el barranco y otro que se desviaba por la derecha.
Carles elige el camino a la derecha y nosotros seguimos rectos. Dejamos el
nuestro cuando vemos que va zigzagueando hacia arriba con fuerte pendiente y
nos unimos a Carles.
El hombre del tiempo había dicho que
seguiría haciendo viento hoy y ahora, en un espeso bosque de robles, se oyen rachas
de viento que bajan desde Tancalaporta. Pep no está tranquilo pero yo me siento
confiado: “Todos los árboles que van a caer, ya han caído en la ventada
anterior”, le aseguro. “Siempre cae alguno más”, me replica Pep, prudente. Pero
los árboles, aunque se mueven con el viento, no llegan a crujir.
Mientras tanto, seguimos el camino;
está tapado pero tiene categoría. Sin embargo, empieza a difuminarse cuando
entra en una zona de carboneras, y más arriba, cuando cruzamos bancales de
antiguos campos.
Según Pep y Carles, los documentos
hablan de tres 'masos' o casas en Oreis. Una está al lado mismo de la iglesia y
otra la encontramos hace unos 10 años ya, orientada hacia el Clot de Vimboca.
¿La tercera podría estar por aquí, cerca de estos campos? Pero no se encuentra.
Los campos de Murcarols, visto desde el otro lado del valle
Y, con un poco más de zoom, la casa
Salimos al camino de Oreis a La Muga.
Visitamos la iglesia y luego damos la vuelta, con la Cambra dels Bocs a la
vista. Según el documento que Carles leyó hace un mes ya, la división de
derechos de pasto entraba por la boca de la Cambra y seguía todo el contorno a
pie de roca. Allí tendría que haber cruces.
Muy poco después de conocer a Pep,
igual en la tercera salida, un día de mayo como hoy hace 16 años, le pedí que
me mostrara los caminos de La Muga que yo no había sabido ver 4 ó 5 años antes.
Recorrimos esa misma larga pista y subimos el camino donde yo me había perdido,
llegando a las ruinas de la casa de La Muga sin novedad. Luego empezamos a recorrer
ese camino a media altura hacia Oreis donde estamos hoy, y vimos un camino que
subía hacia la Cambra dels Bocs, con marcas de pintura azul de los cazadores.
Empezamos a seguirlo pero a medida que nos íbamos acercando a la Cambra, perdía
definición. Además, se estaba acercando una tormenta y Pep optó por bajar en
diagonal sin camino, intentando volver al coche antes de que estallara la
tormenta. No lo consiguió; nos refugiamos bajo un árbol cerca de Oreis y no
tardamos en quedar empapados.
La Cambra dels Bocs, uno de los lugares más perdidos del Berguedà, hasta ahora siempre visto por nosotros desde lejos.
Y allí, bajo ese árbol, escuchando los truenos que retumbaban a nuestro alrededor, Pep estaba
convencido de que no volvería a ver a ese urbanita. Pero cuando uno conoce a una
persona que le puede enseñar lo que uno quiere saber, estos contratiempos pasan
a un segundo plano y, para su gran sorpresa, le llamé a los pocos días para
volver a salir.
Campos en el camino de La Muga. Demasiado lejos de Oreis pero hoy no encontramos ninguna casa por aquí
Pero hoy no va a llover. Yendo hacia La Muga, tenía dos
‘colitas’ (ver Glosario) que bajaban y habíamos postulado la hipótesis de que
una de ellas al menos enlazaría con el camino que dejamos abajo. Al llegar a la
primera, resulta ser un espejismo y la borramos enseguida. Y la segunda, muy
cerca del camino que sube a la Cambra dels Bocs, tiene mejor aspecto pero al
cabo de unos 100 metros, ya dudamos si es camino humano o de animales. Entramos
en pequeñas zonas de cultivo a media cuesta. Parece que continúa el camino
hacia abajo pero al poco rato, vuelve a desaparecer. Yo creo que había muchos
caminos que conectaban pequeñas ‘artigas’ (ver Glosario) desde las casas de
Oreis y de La Muga pero hace mucho tiempo que se fundieron con el paisaje.
La pequeña iglesia románica de San Romà d'Oreis. Aquí, apenas cabrían las pocas familias que vivían en estas cuestas
Con rasgadas y trozos de ramas y hojas en el pelo y bajo la camiseta – y
quizás también algún polizón de seis patas – llegamos abajo a la pista, pero
muy desplazados respecto al camino de subida que habíamos encontrado esta
mañana. En la larga pista de vuelta al coche, Pep y Carles retoman la tertulia
de la mañana. Poder hablar durante tiempo de la misma cosa es algo digno de
admiración. Pero yo sólo quiero llegar al coche.
Con eso, damos por concluida la salida
de hoy. 10,4 km; 530 metros de desnivel acumulado.
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