Después de los preparativos de la
semana pasada, hoy era el día que teníamos que llegar a la Cambra dels Bocs
para buscar esas cruces grabadas en la piedra citadas como prueba judicial en
aquel pleito que leyó Carles en Els Cortalets. Por lo tanto, después de ingerir
la dosis requerida de cafeína para encarar el reto con arrojo, ponemos rumbo al
norte. Al entrar en Bagà, me asalta una duda y hago parar el coche. Abro el
maletero, miro mi mochila y efectivamente … he dejado el GPS en casa.
Sin GPS, no se pueden marcar cruces y
se descarta inmediatamente la opción de ir a la Cambra dels Bocs. Reflexiono
sobre cómo esos aparatos han pasado de juguete para personas demasiado
mandrosas para usar una brújula a instrumento imprescindible para casi
cualquier actividad al aire libre.
En eso, llegamos a nuestro parking en
la Font de l’Adou. Al bajar del coche, notamos no sólo que hace frío sino
también bastante viento. Pep propone subir el Clot de Vimboca; estaríamos
protegidos del viento, el GPS no hace falta que, además, al estar metidos en un
barranco, tampoco serviría para mucho y, por último, yo nunca había hecho este
camino, a pesar de tenerlo marcado en nuestros mapas y también en el mapa del
Alpina.
Es una profunda hendidura que sube
hacia el norte, paralelo a su homólogo mucho más famoso, el valle de Pendís o
Els Empedrats y separado por el Valle de Galigans y la Sierra de la Boixassa.
En los años del maquis y del contrabando, el valle del Pendís estaba vigilado
por un destacamento de soldados en Cal Cerdanyola (hoy reconstruido y
reconvertido en el Aula de la Natura) y el valle de Vimboca seguramente fue una
vía clásica para pasar al Berguedà desde Cerdanya.
El camino pasa al lado de torrente al inicio del camino
Desde la pista de La Muga, sale un
camino que sube el Torrent de Monnell, marcado claramente por un poste de
madera que dice en letras blancas “Vimboca”. El primer tramo pasa por el fondo
del barranco. Empalmamos con el camino que viene de Monnel y poco después,
dejamos a la izquierda el camino que sube a Oreis. Intento imaginar cómo habría
sido en los tiempos del contrabando; hombres bajando por la noche con un fardo
a la espalda, intentando hacer el mínimo de ruido.
El camino va subiendo, con alguna
‘fita’ o montículo de piedras, y al cabo de poco más de 1 kilómetro, Pep se
desvía para mostrarnos un camino que enlaza con la zona de Oreis y que él
descubrió hace unas cuantas décadas. Dejamos el fondo del barranco para subir con
un camino claro por una plataforma intermedia. A la izquierda, una pared
vertical con ‘baumes’ o huecos en la roca; a la derecha una selva impenetrable
que marca el curso del torrente.
Salimos momentáneamente del barranco para ver este paisaje quebrado
Volvemos a entrar en el barranco y
empezamos a ver carboneras y caminos que entran en pequeños huecos, donde sin
duda encontraríamos más carboneras.
Se divisa el final del cañón. Detrás, el Clot de Vimboca
Carbonera
Por fin salimos del cañón y entramos en el embudo que es el Clot de Vimboca. Ya hemos subido más de 300 metros pero el camino sigue subiendo implacablemente, alternando pendientes fuertes con algún tramo llano. Ya van 400 metros, 500 metros, 600 metros; esto no parece tener fin. Pep me mira doblegado sobre el bastón, con síntomas claros de extenuación. “Veo que estás decidido a llegar arriba del todo”, dice con tono irónico, y vuelve a dejarme atrás.
Uno de los pocos tramos llanos
Y de repente, se acabó. Entramos en el
camino que va del Coll de Vimboca al Coll de Galigans y es maravilloso. Giramos
a la derecha y ya no subimos más. Es un camino despejado con ese ambiente
especial que dan los bosques de pino negro en esta zona del Moixeró. Salimos al
Coll de Galigans y paramos para comer. Volvemos a estar expuestos a viento y
buscamos infructuosamente un lugar donde refugiarnos pero no hay ninguna roca
bien orientada y aguantamos hasta que el frío acaba obligándonos a movernos.
La Roca de la Moixa
Mirando hacia el valle del Llobregat desde el Coll de Galigans
Seguimos el camino de la Boixassa.
Recuerdo aquella salida con Josep María en 2011, donde la niebla nos impidió
ver más de 50 metros. Hoy, hay vistas kilométricas y, gracias al viento del
norte, con una gran nitidez. Me entretengo a sacar todas las fotos que no pude
sacar hace 4 años.
Llegamos a la Collada de la Pelosa e
iniciamos la bajada por la pista. Me detengo para fotografiar unos renacuajos
en un estanque. Cuesta enfocarlos a través del agua y paso un buen rato allí.
Hace tiempo que Pep y Carles se han marchado pero ya no temo el abandono, ya
que sólo hay que seguir la pista.
Renacuajos
Voy bajando tranquilamente cuando veo
que Carles viene a mi encuentro. “¿Dónde estabas?”, me pregunta, entre ansioso
y aliviado. “Es que había unos renacuajos …”, empiezo. “Es que no venías”, me
interrumpe. “Podrías haberte caído y roto una pierna, ya sabes lo torpe que
eres a veces … Pep estaba muy preocupado”. “¿Pep estaba preocupado?”, pregunto
incrédulo. “Sí, sí, por eso me mandó a buscarte”.
En eso llegamos a dónde estaba Pep
esperando. “Siempre rezagado”, me dice, seguramente para disimular su alegría
de comprobar que estaba sano y salvo. Nos ponemos en marcha y bajamos la pista
con sus curvas interminables hasta la casa de Monnell.
Con eso, damos por concluida la salida
de hoy. Kilómetros: muchos. Desnivel: la hostia.
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