El viernes siguiente, Pep tenía una
reunión y no podía venir; me lo dijo el miércoles por la noche. El jueves a
primera hora fui corriendo al hotel para anular la salida; ya estaba bien de
pasar frío, pensé. “Steve no quiere salir conmigo”, Carles chivaría más tarde a
Pep. “No aporto interés narrativo a su blog”.
Seguimos con los caminos de la Minuta
de Vallcebre. Ahora Pep quiere ir hacia arriba, al barrio llamado La Muntanya,
detrás del Grau de Vallcebre y luego volver por uno de los ‘graus’ de las
Cingles de Conangle y pasar por otro grupo de casas que conforman un barrio
llamado Belians.
Aparcamos el coche en el pueblo de
Vallcebre y emprendemos la subida por la carretera. El camino antiguo hacía una
línea más recta pero con tantas casas, se ha perdido. De todos modos, parece
que lo de las fichas va en serio y Carles no da abasto, sacando fotos de todo y
apuntándolas en una libreta nueva de estreno.
La bonita casa de El Masot
De la nieve que tuvimos abajo hace dos
semanas, prácticamente no queda nada pero en los campos de Vallcebre, todavía
se ven grandes extensiones de blanco. Sin embargo, hace sol y los pájaros
cantan; parece que la primavera se acerca. A medida que subimos, vamos viendo
cada vez más placas de nieve y hielo. Detrás del Grau de Vallcebre, hay nieve
en todas las zonas donde no toca el sol, sobre todo en la carretera que va a
Fumanya.
Vista hacia el noreste; abajo se ve la cúpula del observatorio astronómico de Cal Metge
Nos desviamos un momento para visitar
el mirador, con vistas panorámicas de todo Vallcebre y, de hecho, de toda la
línea de montañas que conforman el Parque de Cadí-Moixeró. El mirador está
construido a la salida de unos túneles, construidos a su vez para pasar el
teleférico desde las minas del Coll de Pradell.
Los túneles del teleférico
Y el mirador con su vista. Carles no para de sacar fotos para sus fichas
Abajo, en el pueblo de Vallcebre, hace
sol pero se ven chubascos de nieve en el Moixeró y Tosa d’Alp y unas nubes muy
negras se asoman detrás del Cadí. Diez minutos después, ya está nevando en las
montañas de Gisclareny y se acerca al valle de río Saldes.
Volvemos a la carretera y contemplamos
unos planos mostrando todos los caminos señalizados y las vías ferratas. De
repente, me doy cuenta que los pájaros han callado y en su lugar, hay un
silencio sepulcral. Doy la vuelta y miro hacia el norte. Las nubes negras que
hace tan sólo media hora parecían tan lejanas, ahora las tenemos encima.
Cuando se lo digo a Pep, me mira con
expresión irritada por haber interrumpido su estudio de los planos. “Aquí no
nevará”, sentencia. Poco después, emprendemos la marcha por la carretera de
Fumanya, bajo un cielo cada vez más negro. Mientras Pep y Carles van delante,
hablando de sus cosas, yo intento no resbalar sobre el hielo, imaginándome los
titulares de mañana: “Tres excursionistas desparecidos tras la tormenta del
siglo en Vallcebre. Todo parece indicar que fue una imprudencia”.
Una antigua explotación a cielo abierto cerca de la carretera hacia Coll de Fumanya. Aquí se ven pisadas de dinosaurio todavía en buen estado
Una foto ampliada mostrando las huellas
La nieve en el suelo nos impide ver el
punto de salida de la carretera para buscar el camino del paso de Conangle.
Cuando por fin lo encontramos se oye un sonido de repiqueteo en los árboles,
como si estuviera granizando, pero no llega nada al suelo. Cinco minutos
después, empiezan a llegar al suelo unas bolitas como las que se toman en
remedios homeopáticos. Se va haciendo cada vez más intenso a medida que subimos
al ‘grau’.
El camino hacia el grau de Conangle
Por fin llegamos y pasamos a la cara
este. Buscamos un refugio entre las rocas para comer nuestros bocadillos
mientras observamos una cortina de bolitas que se va haciendo cada vez más
densa. Comemos con prisa y decidimos abandonar nuestro refugio precario.
Temiendo por mi electrónica, guardo el GPS y la cámara en la mochila. Pep saca
una capelina roja de la mochila y se la pone. Con lo apretado que la tiene
abrochada bajo el mentón y la mochila debajo, se parece a un cruce siniestro
entre David el gnomo y una Caperucita Roja jorobada. Lástima que he guardado la
cámara pero de todos modos me veta cualquier foto.
A pesar de la lluvia de bolitas,
podemos ver que estamos siguiendo un camino hecho con mucha arte, que busca la
manera más fácil de bajar la roca, con zigzags muy cerrados, y reforzado en los
bordes con piedras. Salimos de las rocas, entrando en una cuesta de pinos. Aquí
se bifurca el camino y vamos a la izquierda, hacia Vallcebre.
El cielo se despeja yendo hacia Els Estanys
Deja de granizar y Carles saca su GPS,
donde tiene grabados los caminos de la Minuta. Nos lleva a la casa dels
Estanys, una casa apartada a medio camino entre Vallcebre y la ermita de Santa
Magdalena. Aquí vivió un tal Jep Busoms, un cabecilla algo sanguinario de una
revuelta absolutista contra las reformas liberales de la década de 1820. De su
casa queda poca cosa y él fue fusilado en Olot en 1828. La casa no sale en el
mapa del Alpina, así que aquí están las coordenadas UTM: x=402140, y=4672065.
A partir de aquí, vamos por pistas y
caminos conocidos hasta el pueblo de Vallcebre. Mientras Pep y Carles miran un
puente, aprovecho, por fin, para tomar un cortado en el bar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario