Por fin estamos al
completo. Pep me había dicho el día antes que quería ir a la zona de la pequeña
ermita de Santa Magdalena, llamada el Boixader, donde también había caminos de
la Minuta. Como indica su nombre, es básicamente una zona de boj y pinos.
En años anteriores,
había constatado que era una zona complicada. Hay unos cuantos caminos
limpiados y señalizados: uno este-oeste que bordea el arisco y dos o tres en
sentido norte-sur, y otros todavía sin señalizar y muy tapados. Aquí se mezclan
caminos de comunicación, caminos de una antigua explotación forestal y alguno
creado a partir de la nada para completar una ruta senderista. Como he dicho,
una zona complicada.
Antes de ir al Grau de
la Mola, Pep quería buscar el camino antiguo, indicado en la Minuta, desde Sant
Corneli al Grau de la Granota. Aparca el coche encima de Sant Corneli y
encontramos los restos del camino en una cresta después de atravesar unos
campos. Mientras Pep y Carles intentan seguir el trazado, vuelvo a la carretera
y me entretengo fotografiando la niebla que sube desde el valle del Llobregat.
La niebla llena el valle del Llobregat, mirando hacia el sur
Y que acaba entrando en los campos de Sant Corneli
Por fin, vuelven; el camino se perdió poco después de cruzar la carretera.
“Tampoco encontramos la casa de Capdevila; por esa casa pasaba el camino”. Les
señalo el buzón a pie de carretera donde pone “Casa Capdevila” y al final de la
pista, se ve la casa, ahora reconstruida. Como muchos académicos, a veces se
olvidan de lo obvio.
Subimos el Grau de la
Mola. Es una fisura amplia en la Cingle que permite superar la roca vertical
sin esfuerzo. Como he dicho en otra entrada, era una vía importante. Pep quería
encontrar el camino a Vallcebre desde el Grau. Descarta un camino que baja en
diagonal a la derecha, que parece morir al poco rato, y seguimos el camino
señalizado hacia la derecha, que sigue la línea de la Cingle. Tras pasar el
cortafuegos bajo la línea de alta tensión, vemos un camino que baja hacia la
izquierda, hacia las casas del barrio llamado Les Comes.
El camino que sube el Grau de la Mola
A medida que bajamos, el
camino va perdiendo entidad pero de repente, entramos en un camino transversal,
limpio y señalizado, que no conocíamos antes. A la derecha, vemos que marcha
hacia el Grau de la Granota; a la izquierda, hacia las casas del barrio de
Belians. Pero no acabamos de enlazar sino que nos distrae un camino que sube. Vamos
dejando caminos que marchan hacia la derecha y la izquierda, cruzamos el camino
señalizado que baja desde el Grau de la Mola hacia Santa Magdalena y acabamos
en el camino señalizado que va del Grau de la Mola al Grau de Cal Gat.
Bajamos por otro camino
de desembosque que yo tenía como colita. Llevamos unas cuantas horas en la
umbría sin ver el sol y el frío se empieza a notar. Por fin, salimos del
bosque, cruzamos antiguos campos y entramos en la pista que va a la ermita de
Santa Magdalena desde las casas de Belians.
La pequeña ermita de Santa Magdalena, perdida en el bosque (foto de 2005)
Pero no vamos a la
iglesia sino que seguimos bajando hacia el noreste por la cresta por campos
abandonados. Tiene toda la pinta de ser un camino antiguo. Cruzamos otra pista
y salimos bajo la línea de alta tensión con Cal Victoria a la vista. Ya estamos
al sol, bajo el cortafuegos, una banda ancha de terreno sin árboles, con sólo
roca y hierba. El viento, aunque viene del sur, es gélido. Buscamos un sitio
resguardado para comer, bañados por la energía electromagnética irradiada desde
la línea eléctrica encima de nuestras cabezas. A ver si nos carga un poco las
pilas que, con nuestra edad, bien nos hace falta.
Después de almorzar,
subimos la cuesta desnuda bajo las líneas, buscando el camino transversal
señalizado que dejamos esta mañana. Lo encontramos y esta vez lo seguimos hasta
empalmar con una pista conocida. En la misma pista vemos otro camino que sube y
entramos de nuevo en una zona laberíntica. A medida que vamos subiendo, nos
damos cuenta que algunos de los caminos que veíamos marchando hacia la derecha
y la izquierda en realidad eran grandes curvas de un mismo camino.
Bajo la línea de alta tensión, donde comimos, mirando hacia la Moixa y el Cadí
Aquí, el uso mixto de
los caminos, unos sinuosos para ir a pie, cortados por otros rectos para bajar
troncos, daría para una tesis doctoral. A medida que vamos subiendo hacia el
Grau de la Mola, el camino se hace cada vez más borroso. A fuerza de ir hacia
adelante y hacia atrás, vamos aclarando su trazado pero estoy seguro de que si
vuelvo mañana, lo volveré a perder y haré un trazado diferente.
Finalmente, salimos en
el Grau de la Mola, por el mismo camino que había descartado Pep por la mañana.
Pep asume con naturalidad el error; no es la primera vez que le pasa.
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