Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



sábado, 3 de septiembre de 2011

26/8/2011 – En busca del Camino de la Sal

El 11 de agosto, Pep y yo fuimos a Ansovell en el Alt Urgell. Los mapas antiguos marcaban un Camí Cardoner que supuestamente traía la sal de Cardona a esta parte del Cadí. Un plafón cerca del Santuario de Boscalt muestra una raya negra como Camí Cardoner y otra raya paralela pero a mayor altitud como Camí Ramader o camino pecuario. Tras caminar durante todo el día, las conclusiones fueron: el Camí Cardoner es ahora una ruta de BTT compuesta mayormente por pistas forestales modernas con algún tramo residual de camino de cierta categoría. Del Camí Ramader, ni rastro. A pesar del paisaje espectacular, me marché de allí con una sensación de engaño.

El plafón de los enredos. Abajo de todo se ve el trazado del supuesto "camí ramader" y un poco más arriba y paralelo, el "camí cardoner"

El Santuario de Boscalt

 Un detalle de la muralla del Cadí

Una de las pocas cosas positivas de aquella jornada: frambuesas silvestres

El 19 de agosto, yo estaba en Inglaterra pero Pep y Carles fueron a Querforadat en busca de esos esquivos caminos de la semana anterior y también para visitar el Castell de Miralles entre Querforadat y Cava. Efectivamente hay una torre medieval, con cabañas y paredes de campos más modernas. Lo que se marca como Camí Cardoner entre estos dos pueblos no convenció a Pep y atribuye los caminos y pistas a caminos de comunicación locales. Del Camí Ramader, ni rastro.

El miércoles siguiente, vuelvo de Inglaterra y al dejar el coche en el garaje, veo como escupe refrigerante hirviendo sobre el suelo. Algo le pasa al coche. El día siguiente, llamo a Jaume, mi mecánico de cabecera en Guardiola, y se lo explico. “¿No vas a caminar mañana?”, me pregunta. “Trae el coche y lo miramos”. El viernes, llevo el coche con gran nerviosismo, ya que no queda refrigerante en el radiador. Durante 30 segundos terroríficos al salir del túnel de Guardiola, la aguja de temperatura entra en la banda roja. Pep y Carles me recogen y cuento a Pep lo de la banda roja. “A ver si has quemado la culata”, me dice. Esas 7 palabras son suficientes para desencadenar un ataque de hipocondría mecánica que tardará un par de horas en calmarse.

Aparcamos el coche en el Coll de Pallers, detrás del pueblo de Estana. Vemos un camino que marcha hacia el norte pero, de momento, lo dejamos y seguimos el GR, también marcado como Camí Cardoner, hacia Querforadat. Vamos bajando por campos y luego flanqueando por bosque hasta entrar en el Prat de la Ribera.

Caminando por el bosque hacia Querforadat

Vista de Querforadat

Comienzan pistas que nos llevarán hacia Querforadat. Cerca de Querforadat, encontramos a un padre y su hija adulta que quieren hacer una ruta propuesta por una casa rural en Nas que les llevará al Prat de Cadí. Les acompañamos un rato, subiendo por las pistas, hasta que nuestra ruta se separe para subir al Coll d’Oruga. Allí, Pep ve un canal de riego sin agua y opta por seguirlo en vez de buscar un camino. Al final, un camino cruza el canal y nos separamos; yo sigo el camino con Carles y Pep continúa por el canal. Nos volvemos a encontrar en la Collada Jussana, donde hay una estela en recuerdo a un montañero. El canal continúa al oeste del Turó de Collada Jussana y acaba muriendo en una fuente seca.

Estamos en una especie de tierra de nadie debajo de la Canal Baridana y nos volvemos a separar. Yo tiro hacia la izquierda, buscando el camino que sube hacia la Canal. Esta canal la subí hace ya unos 15 años como miembro de un pequeño grupo con un guía. Era julio y hacía al menos 35 grados. Yo aún era muy urbanita y todo mi equipo había sido comprado en la cadena Coronel Tapioca; poco práctico y pesaba demasiado. Cuando nos plantamos en el embudo invertido de la canal, me parecía la entrada del infierno; 400 metros de desnivel subiendo la ‘tartera’; por cada dos metros que subía, perdía medio metro deslizando hacia abajo en las piedras. Encima, el guía tenía prisa porque había reservado mesa para nosotros en Toloriu. Como era de suponer, llegué arriba el último, extenuado; 15 minutos después, el guía ya quería bajar. Juré no subirla nunca más.

La temida Canal de Baridana

Nos volvemos a encontrar ya cerca del camino que lleva a la canal y bajamos hacia la Font de les Planes. Allí, encontramos a la misma pareja familiar, comiendo pero algo desanimados. Habían llegado a la Collada Jussana Superior pero no habían sabido encontrar el camino de flanqueo que les llevaría al Prat de Cadí sino que habían seguido las pequeñas pilas de piedras o ‘fites’ en catalán hasta llegar a la fuente. Se marchan derrotados hacia abajo. Mientras Pep y Carles buscan una pleta debajo de la fuente, yo me quedo en la sombra. Al ser el único punto de agua en los alrededores, se congrega una buena cantidad de aves pequeños que, al final, me acaban aceptando y se dejan ver.

Detalle del Cadí desde la Font de les Planes

Vuelven Pep y Carles, espantando todos los pájaros, y bajamos hacia la Collada Jussana Superior. Allí vemos claramente el camino de flanqueo hacia el Prat de Cadí pero no acabamos de ver el camino de bajada, distraídos por los restos de una barraca. Al final, vemos unas ‘fites’ que bajan por una mala cuesta. ¿Por qué tiene la gente esa manía de marcar por dónde pasan si no hay ningún camino?, me pregunto. También en la última subida hacia el camino de la Canal Baridana, había encontrado unas ‘fites’ que subían una especie de arroyo de piedras para acabar dejándome tirado en una cuesta asquerosa.

Con un flanqueo incierto, salimos finalmente a la Collada Jussana (Inferior) donde vemos el camino correcto de subida. Tras inspeccionar una pleta debajo del collado, continuamos la bajada.

La estela en la Collada Jussana con el Cadí de fondo

Pep quiere hacer un último intento de encontrar el famoso ‘camí ramader’. Entramos en una zona de prados y giramos hacia el este por pistas. La última pista se muere y tenemos que bajar la cuesta como podemos hasta llegar al siguiente nivel de pistas, que nos lleva a una zona de artigas (ver Glosario) llamada Cul d’Hivern (sic). Allí Carles descubre una barraca con una forma circular casi perfecta desde donde se cuidaba toda esa zona y, tras recibir las felicitaciones de Pep, vemos un camino de flanqueo que sí, esta vez sí, parece bueno, ya que está casi a la misma altura que el Coll de Pallers. Sin embargo, al cabo de unos 350 metros, se muere en una fuente y nos vemos abocados a otro descenso precario hasta entrar en una red de pistas forestales debajo del Coll. Al final, dejamos las pistas y hacemos una subida nada recomendable sin camino hasta el Coll de Pallers.

Con el coche a la vista, empiezo a saborear un merecido descanso pero oigo a Pep que me llama desde detrás. Quiere subir el camino que dejamos al principio de todo y, como portador del GPS que nunca pierde la señal, reclama mi presencia. Lo seguimos unos 150 metros y damos la vuelta. Parece bueno pero tendrá que esperar otra ocasión. “Éste hace 20 kilómetros, 1.000 metros de desnivel y parece que ha ido a comprar el periódico en la esquina. Y yo, hecho un flan”, pienso indignado.

Bajando hacia Martinet, en cuanto tengo cobertura, llamo a mi mecánico. “¿Cómo está el coche?”, pregunto ansioso. “He cambiado el termostato de la bomba de agua y ahora va bien”, me contesta. “¿No se ha quemado nada?”. “Tranquilo, está todo bien. Te dejo la factura con mi hijo, que tengo que dar una clase de yoga”. ¿Un mecánico que es profesor de yoga?, dice Pep extrañado.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 16,7 km; 880 metros de desnivel acumulado.

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