Es nuestra tercera semana en La Pobla de Lillet. El 23 de septiembre, recorrimos las casas medievales encima de La Sala, y el 30 de septiembre, visitamos Saus y Puig Castellar. Hoy, Pep quiere llevar a Pol al Monasterio de Santa María y su entorno, incluyendo las casas de Serra Pigota, Arderiu y Junyent.
Aparcamos fuera del Monasterio con un día muy gris y una previsión
de lluvia a partir del mediodía. El monasterio es un edificio muy complejo. Lo
he recorrido un par de veces y escuchado las explicaciones de Pep y también de
Jaume Bernades. Lo que se ve hoy es el resultado de múltiples remodelaciones y
ampliaciones a lo largo de varios siglos, pero quizás la más importante fue la
donación hecha por el Conde de Cerdanya a finales del siglo XI de lo que hasta entonces
era el castillo de Lillet para formar una comunidad monástica.
La casa del Castell y el antiguo castillo a la izquierda |
Al mismo tiempo, Pere Vila hizo construir el castillo actual y lo
dio al Conde. Pero nunca llegó a vivir en el castillo, que fue habitado por un tal
Ponç. En su lugar, el Conde de Cerdanya le nombró batlle natural del Val de Lillet, es decir, el cargo sería para él
y también para sus sucesores. En aquel tiempo, el pueblo de la Pobla de Lillet
aún no existía.
En eso, llegamos a la pequeña ermita de Sant Miquel. Pep cuestiona
que una iglesia tan pequeña pudiera cubrir las necesidades espirituales de toda
la comunidad y, además, por qué ponerla tan cerca del Monasterio, que tendría
una iglesia magnífica. Pep señala su forma redonda y argumenta que sería mucho
más lógico que fuera una torre militar fuera de las murallas del castillo, que
luego sería reconvertida en capilla. De momento, no puede corroborar esta
hipótesis con pruebas documentales.
La pequeña iglesia de Sant Miquel |
“¿Pondrás todo eso en tu libro?”, pregunto maliciosamente a Pol, sabiendo la polémica que podría desatar en algunos círculos. Como respuesta, Pol se limita a sonreír. Seguimos subiendo y llegamos al collado con la casa del Castell de la Vila a la izquierda y las pocas ruinas del castillo a la derecha en la cima de una peña. Pero antes de subir al castillo, Pep gira a la izquierda y señala un pequeño prado delineado por piedras que forman un cuadrado. Su propósito, desconocido. Su antigüedad, medieval. Tras visitar brevemente la casa del Castell, cruzamos un prado más grande hacia el sur y subimos un pequeño cerro, donde hay los restos claros de una fortificación, con piedras grandes que forman una especie de rectángulo. No se sabe nada de esta estructura porque no se ha encontrado ningún documento que hable de ella. Pep especula un origen muy anterior a todo lo demás.
La elevación donde se encuentran las fortificaciones antiguas |
Volvemos atrás y subimos al castillo. Pep señala los restos del camino antiguo de subida, que en aquel tiempo solo se podría hacer a pie. Los caballos se habrían quedado en el collado. El camino actual pasa abajo, aprovechando unos bancales estrechos. Aparte de mencionar los destrozos que se habrían hecho para levantar la cruz de hormigón, no hay mucho más que explicar.
Ponemos rumbo al sur otra vez para subir el camino señalizado
hacia el Xalet del Catllarás. Una pista nueva roza el camino pero
afortunadamente gira a la derecha para tomar otra dirección. La pérdida lenta
pero inexorable de caminos antiguos, borrados para hacer pistas forestales, ha
sido una constante en todos estos años, como bien saben mis lectores.
Pep mira mi mapa. El camino hace una subida fuerte hasta llegar a una especie de collado, desde donde se puede bajar a la Serra Pigota, el siguiente objetivo. Pero una vez arriba, continuamos por el Bac de Aiguassai, ahora un camino relativamente plano y muy atractivo, con las rocas de una pequeña cresta a la izquierda.
El camino hacia el Xalet del Catllaràs |
De repente, se oye un grito de Carles, “Camagrocs”, y todo el
mundo se para. Entre las rocas, hay pequeños bosques de camagrocs (una seta
pequeña y muy apreciada con un inconfundible color amarillo) y los tres sacan
bolsas. Mientras trabajan, yo saco el móvil, repaso y contesto correos, miro el
WhatsApp, luego paso al news feed. Por alguna razón que no me explico, solo me
llegan noticias de la prensa rosa. No sé por qué razón Google piensa que quiero
saber cosas de Tamara Falcó o Sálvame. Me pongo al día de la guerra en Ucrania.
Mi hijo nunca ha entendido porqué a mí, tan pacifista, me interesan las
guerras.
Han pasado 20 minutos y los historiadores siguen recogiendo setas. Avanzamos muy lentamente;
hoy el track será de pena. Empiezan a caer las primeras gotas de lluvia. Llegamos
al desvío que baja al Gorg de la Lleona. Pep vuelve a mirar el mapa,
totalmente desorientado.
Se acabó la ciencia |
“Este camino, ¿qué es? No lo veo en el mapa”. Examina el mapa más
de cerca. “Serra Pigota ha quedado atrás. Y además empieza a llover”. Decide
bajar el camino y al menos intentar llegar a Arderiu montaña a través. Llegamos
al pequeño lago. La lluvia, aunque sin llegar a mojar, es un poco más
insistente. Pep renuncia a llegar a Arderiu. “La parte histórica la hemos
hecho. Todo lo demás solo son casas”, justifica y bajamos hacia Serra Pigota.
Comemos bajo un haya, rodeados de pequeñas colonias de camagrocs.
El pequeño estanque en el Gorg de la Lleona |
Después, seguimos bajando. Es un festival de setas y siguen recolectando, con unas bolsas cada vez más abultadas. La historia ha dejado de existir, no ven caminos, las casas no tienen importancia … hasta que pasamos la cota de 1.150 metros. De repente, como por arte de magia, las setas desaparecen. Alzan la vista y miran alrededor suyo, sorprendidos. Sus ojos vuelven a enfocarse en objetos a más de 3 metros de distancia y ven que aquí hay árboles, rocas, una cuesta, y una pista que baja hacia Serra Pigota. “Por culpa de estas setas, hemos perdido el norte”, confiesa Pep. “Que no trascienda”, me advierte. “El daño para mi prestigio sería irreparable”. “No temas”, le tranquilizo. “Esto se queda entre nosotros. No lo sabrá nadie”.
Enseguida, tenemos Serra Pigota a la vista. La casa es nueva y
fea, hecha con ladrillos y bloques de cemento. Solo el pajar conserva
materiales tradicionales. Bajamos por la pista y en media hora estamos en el
coche.
Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7,3 km; 330 metros de desnivel acumulado.
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