Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



jueves, 29 de junio de 2017

2/6/2017 – Las Roques del Bruc

Hoy amanece con sol pero la previsión es de tormentas por la tarde. Por fin, vamos a mirar la ubicación con más probabilidades para el castillo, por lo menos en cuanto a extensión llana. Se trata de una zona llana en el extremo oriente de las Roques del Bruc. Si aquí no hay nada, habrá que concluir irremediablemente que, ante la ausencia de indicios en cualquier otro lugar, el castillo estaba donde está actualmente la casa.

Pero primero vamos al Pas de l’Os, el camí ral que César August Torras fotografió para su guía de itinerarios del Berguedà y que salva el desfiladero mediante una plataforma inclinada de roca que gana altura. Sin embargo, la roca ha sido dinamitada para pasar los postes de luz y también hay una ancha zanja donde va el tubo que lleva agua a la fábrica de cemento en el Clot del Moro. Es imposible ver si hubo algo más antiguo.

Subimos otra vez la larga pista al Coll de Meranges. Sabemos que hay un camino más directo para ir a pie pero no lo tenemos en nuestros mapas. “Si hay tiempo cuando acabamos, podrías buscarlo con Carles y yo os espero abajo”, propone Pep.

Aparcamos en el Coll de Meranges. Aquí tenemos dos caminos en nuestros mapas: uno que sería el camino de comunicación con la casa de Bruc y otro secundario que sube a una ‘artiga’ y luego baja a Bruc. Se ve que esos caminos, los había hecho con Carles porque Pep los desconoce.

Tomamos el segundo camino, ya que nos situaría debajo del llano que queríamos mirar. En la artiga, vemos un camino que nos lleva arriba en poco tiempo. Es un lugar muy curioso, con mucha hierba (las vacas aquí no llegan), pinos maduros y afloramientos de roca que le dan un aire muy atractivo. Bajo un tronco, vemos una pila de tejas rotas. ¿Hubo un horno de tejas aquí? Es un misterio. Pero no hay ningún castillo.

¿Qué hacen estas tejas aquí amontonadas bajo el árbol?

Salimos a la cresta y tomamos vistas hacia el sur. Se ven Tubau, el monasterio de Santa María, el Catllaràs y La Pobla de Lillet.

Vista hacia el sur desde las Roques de Bruc, con la Pobla de Lillet en primer plano y el macizo del Catllaràs detras. 

Pep quiere conocer el segundo camino, debajo del primero y más importante. En su mayor parte, es una pista semi-naturalizada con algún resto del camino antiguo un poco más abajo, que baja hacia el sur paralela al Torrent de Rentadors. Nos paramos en un promontorio y miramos hacia el norte. Se ve la casa de Meranges y la cisterna de agua. Es evidente que su emplazamiento es perfecto para dominar este valle.

Aquí se aprecia la ubicación perfecta de la casa de Meranges, a la cabecera del valle

La pista acaba en un ‘grau’ muy bien conservado que el camino supera con una forma de Z.

Aquí comemos y luego emprendemos la vuelta bajo un cielo cada vez más amenazador. Cerca de los campos, Pep se desvía hacia la derecha. Quiere ver si hay un camino que conecta con la casa pero no se ve nada claro. Llegamos a la pista que viene de La Muga y conecta con la pista que viene de la casa de Meranges en el Coll de Meranges. El cielo ya es muy oscuro y se oyen truenos al otro lado del Serrat de Meranges. Pep y Carles quieren seguir buscando hacia la casa pero yo ya estoy cansado y prefiero esperarles en el coche. “Busca el arranque del camino al Clot del Moro”, me dice Carles antes de separarnos.

Llego al Coll y me adentró un poco en el bosque del valle que sube desde el río. Allí veo un comienzo claro de un camino. “Esto está chupado”, pienso, pero empiezan a caer gotas y decido volver al coche. Apago el GPS, guardo toda la electrónica en la mochila y me pongo bajo un árbol cerca del coche. Deja de llover y me siento al lado de la pista. El quebrantahuesos sale a buscar comida. Desde las rocas se oye el chillido de una cría; allí debe tener el nido.

Pep y Carles siguen sin venir. Miro el móvil, no hay cobertura y no puedo llamarles. Vuelvo al arranque del camino y bajo un poco más. Sí, no hay duda, es el camino, y además se ve muy bien. Vuelvo al coche. No están y no les veo por la pista. Habrán ido a la casa para explorarla a fondo como última opción, pienso.

Empiezo a caminar por la pista hacia la casa. Si han ido a la casa, o nos encontraremos en la pista o nos veremos allá. Recorro el medio kilómetro de pista hasta la casa y no están allí. Los truenos redoblan su fuerza y empieza a llover torrencialmente. No me queda otro remedio que refugiarme en el pajar de la casa. “Debía haber dejado una nota en el limpiaparabrisas”, pienso, “porque ahora no sabrán dónde estoy”.

Esperando ansiosamente una pausa en la lluvia para volver al Coll de Meranges

Veo que pasan los minutos con un nerviosismo creciente. Parece que la lluvia se amaina, saco el chubasquero y camino por la pista a ritmo vivo. Las curvas de la pista me impiden ver el Collado pero por fin doblo la última curva, justo a tiempo para ver cómo se marcha el coche cuesta abajo. ¡Me han abandonado! Como el náufrago en una isla desierta que, desde el punto más alto de la isla, ve fondear un yate en la bahía y, a pesar de bajar corriendo, llega a la playa solo para ver cómo se zarpa nuevamente, sordo a sus gritos.

Bajo una lluvia insistente, repaso mis opciones. Lo más probable es que se hayan cansado de esperarme y hayan concluido que he empezado a bajar el camino al Clot del Moro y me esperarán en una de las curvas de la pista que hemos pensado como punto de empalme más probable con el camino.

Vuelvo a encender el GPS para hacer el track y me lanzo, yo que tanto me asusta hacer solo caminos desconocidos por lugares escarpados y boscosos. Pero, en realidad, no hay nada que temer; el camino está bastante claro y, si el cielo no fuera tan oscuro, incluso lo disfrutaría. Salgo en la curva pero no hay nadie. Bajo por la pista; sale el sol y todo el ambiente cambia. “Bueno”, pienso, “igual me están esperando abajo y, de todos modos, pronto tendré cobertura y podré llamarles. Y en el peor de los casos, voy al pueblo y pido un taxi”. De todos modos, confiaba en que todo eso tendría un final feliz.

En esto, oigo un coche que baja. ¡Son ellos! Se paran a mi lado y Pep baja la ventanilla. “De las cosas que no hay que hacer nunca en la montaña, las has hecho todas”, me riñe. “Primero, te has separado de nosotros; no nos has esperado en el coche; no has dejado ningún aviso para decirnos dónde has ido; y has bajado precisamente por donde no puede pasar el coche. Deberíamos llevarte a la montaña con una correa al cuello, como los perros”. Pero más preocupado está Carles. Estaba convencido de que me había hecho daño en el bosque y que no me podía mover, y además sin cobertura por móvil. “Con lo torpe que eres”, añade.

Ya en el coche, me cuentan su versión de la aventura. Llegaron al coche desde abajo, sin pasar por la pista de la casa. Al no verme, efectivamente pensaron que había decidido bajar por el camino y se marcharon. Sin embargo, no me vieron en la curva y Pep hizo la reconstrucción de lo sucedido: “Habrá ido a la casa a buscarnos y, al ponerse a llover, buscó refugio en el pajar”. Dieron media vuelta, fueron a la casa pero evidentemente yo ya no estaba allí y ya desesperados, estaban bajando otra vez la pista cuando me vieron.

En el asiento de detrás, empiezo a hacerme la película de la escena en el coche y me pongo a reír. “Seguro que lo estabais pasando peor que yo, viendo lo que os iba a venir encima: Llamar a los bomberos, el helicóptero, las cámaras de televisión y sobre todo, ¡cómo explicarle a mi mujer que me perdisteis en el bosque!” Y todos nos ponemos a reír.

Finalmente, Pep dice: “Encontramos cerámica medieval debajo de la casa. Si estaba allí el castillo, aún no lo podemos saber, pero en la Edad Media, vivía gente allí. De eso no hay duda”.
                                               
Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,8 km; 300 metros de desnivel acumulado.

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