La semana pasada, no salieron. Un poco
de lluvia la noche anterior espantó a Pep y decidió quedarse en casa. Y para
colmo, hoy Carles no puede venir y me tocará hacer la cresta del Serrat de
Meranges solo con Pep. No quiere renunciar a su método científico aunque yo sé
que las posibilidades de encontrar el castillo allí son casi nulas. “Es como un
niño con un postre”, pienso en el Mikado. “Primero va dónde no lo va a
encontrar y deja los lugares más probables para el final”.
Aparcamos en Sant Vicenç de Rus. Aquí
hay una iglesia románica restaurada y un restaurante/alojamiento rural,
actualmente sin nadie que lo lleve. Hoy será un día caluroso y por eso, Pep
propone una aproximación desde la cara norte, para no pasar tanto calor.
Pasamos por la antigua fragua, al lado del río, y ponemos rumbo a la Portella
de Baix.
De repente, Pep se aparta de la pista
y vemos el dibujo tenue de un camino que sube en línea recta hacia la Portella,
antes de incorporarse nuevamente a la pista, evitando las curvas que hace la
pista. No lo teníamos ese tramo.
La pista acaba, dejando unos 500
metros intactos del camino, todavía empedrado. Unas tiras de plástico atadas a
las ramas sugieren la inminencia de una caminada popular. Llegamos al ‘grau’ en
la cresta y miramos el pequeño llano hacia el oeste. Nada.
Tramo empedrado antes de llegar a la Portella de Baix
Ponemos rumbo hacia el este, hacia la
Portella de Dalt. Empieza ancho, con pequeños prados pero se va estrechando
hasta al final solo tenemos un paso precario por las rocas. Llegamos al
estrecho corte en la roca que representa la Portella de Dalt y que va
directamente a la casa de Meranges.
La muesca entre rocas formada por la Portella de Dalt
Continuamos. De nuevo, el tramo
inicial es bastante ancho, incluso podría haber sido cultivado. Pero se va
estrechando otra vez y nos quedamos con un angosto camino que mantienen los
cazadores que pasa por la cara norte, luego por la cara sur y luego otra vez
por la cara norte, con caídas vertiginosas a ambos lados.
Prados en la cresta del Serrat de Meranges; no todo era tan benigno
Por fin, llegamos a los antiguos
campos donde comimos hace 3 semanas. Un camino en diagonal nos lleva al
noroeste. Se difumina en una cresta y bajamos sin camino a una pista antigua.
Pep quiere mirar un cerro al norte del Coll de l’Espinal. El mapa del ICC
conecta toda esa zona con pistas pero sobre el terreno, no es así y no nos
queda otro remedio que bajar un trozo sin camino para llegar a la pista
principal que lleva al Coll. Me vienen recuerdos traumáticos de una salida en
2011 por esta misma zona cuando Carles y yo fuimos picados por avispas.
Conmino a Pep a no molestar ninguna avispa
esta vez y mirar donde pone los pies y llegamos abajo sin novedad. Subimos al
pequeño cerro. Evidentemente, no hay rastro de castillo. ¿Cómo va a haber un
castillo de Meranges aquí si estamos en el lado equivocado de la montaña?
Aquí comemos y después miramos algunos
caminos secundarios o terciarios que habían quedado pendientes de enlazar.
Caminando por las hayas, es quizás el momento más relajante del día.
Finalmente, bajamos la larga y empinada pista hasta la Farga y luego al coche.
La iglesia románica de Sant Vicenç de Rus y la hospedería. Según tengo entendido, pronto volverá a abrir sus puertas
Con eso,
damos por concluida la salida de hoy. 9,8 km; 620 metros de desnivel acumulado.
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