De momento, creemos que la zona de Turbians bien merece una visita más. Dejamos el coche en la pista de Coll de Turbians, donde arranca el camino señalizado (nuestro amigo R de la semana anterior) a Sant Miquel de Turbians. El día anterior, había llovido bastante y podría volver a caer una buena esta tarde. De hecho, no vemos Pedraforca en todo el día, ya que está tapada por las nubes.
Desde los campos debajo de Sant Miquel, tomamos el camino a Coll de Turbians pasando por Cal Raler, con la idea de ir luego a Rocadecans. Sin embargo, al entrar en una pista debajo de Cal Raler, cambio el guión: “¿Y si vemos qué hay al final de la pista?”. Al final de la pista, sólo hay un barranco pero, al subir hacia otra pista que pasa por la fuente de Cal Perleta, topamos con un camino transversal que seguimos hacia abajo. Pasa demasiado bajo para ir a Cal Perleta pero sí parece ir a Cal Raler, por lo que parece que Cal Raler tenía una conexión propia con Rocadecans.
El camino a Cal Raler desde Sant Miquel de Turbians
Subimos a Cal Perleta. Hace unos cuantos años, seguí con mi hermana un camino que nos llevó de Cal Perleta a Rocadecans. Aparte de ser muy tapado, recuerdo unos bojes asesinos que nos querían empujar al abismo. Tomamos este camino; en la cresta, empalma con el camino anterior que venía desde Cal Raler – hipótesis confirmada – y luego flanquea hacia Rocadecans.
Desde Rocadecans, continuamos hacia Cal Miseria pero dejando a la derecha el itinerario R de la semana anterior. Las marcas amarillas de la Xarxa Lenta toman el relevo a las verdes y blancas del sendero local y nos llevan a un collado debajo del Roc dels Quatre Batlles donde hay un cruce de caminos. La Xarxa Lenta continua recto hacia Guardiola, un camino baja a la izquierda hacia Bagà pero nosotros bajamos por la derecha por un camino que ya conocíamos que nos llevaría a Cal Noguera.
Las ruinas de Rocadecans vigilan el paso en el collado como una antigua fortaleza
El camino a Cal Misèria
Iniciamos un largo descenso por el camino serpenteante. A Pep le empiezan a entrar prisas, no quiere que nos pille una tormenta, dice, pero detecto una angustia subyacente por la clase de música. Pero el camino está lleno de piedras sueltas y además, ¿cómo vamos a disfrutar de las vistas bajando a toda pastilla? ¿Cómo puede una simple clase de música ejercer tanta tiranía sobre una persona?, me pregunto. Opto por la resistencia pasiva y voy a mi ritmo.
Por fin, llegamos a la encina centenaria cerca de Cal Noguera con Ca l’Estevenó a la vista, resguardado del viento del norte como un monasterio del Himalaya bajo una pared de roca. Almorzamos y luego limpiamos algunas de las pequeñas colitas alrededor de Ca l’Estevenó que nos quedaron de la semana pasada. La casa todavía está en pie y alguien viene de vez en cuando a dejar paja para el ganado en el establo al lado de la casa. Con su emplazamiento excepcional, en vez de gastar el dinero de todos en rescatar a banqueros, ¿no valdría la pena utilizar una pequeñísima parte para preservarla como casa típica de montaña?, me pregunto.
Los jardines colgantes de Ca l'Estevenó desde Cal Noguera
El camino a Cal Noguera desde Ca l'Estevenó
Seguimos el itinerario R que va de llano, cruzando crestas y zonas de cultivo. Cruzamos una última cresta y se abre una vista inmensa mientras el camino bordea el precipicio, con unos 10 metros no aptos para personas que sufren de vértigo. Evitando mirar a la izquierda, llego al otro lado.
¿Qué cataclismo habrá puesto estos estratos de roca de pie en el curso del río Saldes?
Sant Miquel de Turbians con las rocas de los Castellots detrás
Bajamos el mismo camino que la semana pasada a Vilella y Pep empieza a prepararnos psicológicamente para la subida a Turbians. Serán 300 metros de desnivel y sufrimiento. Como buen líder, Pep nos propone un objetivo alcanzable: “Yo lo podría hacer en media hora pero os doy 1 hora”. Inicio la subida con resignación. Hace tiempo que salió el sol y hace calor. El camino es de indudable valor histórico, subiendo la roca con curvas hábiles, pequeños graus y tramos empedrados pero, en aquel momento, yo sólo veo una cuesta áspera y pedregosa que no acaba nunca. Lo que daría por un teleférico.
Llegamos al coche en 45 minutos. No llovió en todo el día.
Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 12,9 km; 690 metros de desnivel acumulado.
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