Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



viernes, 24 de diciembre de 2010

17/12/2010 – Detrás de Santa Cecilia

Hoy, sólo somos Pep y yo. Tras los reproches de la semana pasada, saco una botella de cerveza inglesa de la nevera pero al ver congelado el lavacoches de la gasolinera, la vuelvo a guardar. Espero que Pep lo sepa comprender.

Dejamos otra vez el coche debajo de La Sala. El termómetro marca -5ºC. Ponemos rumbo a Can Fumanya. Pep me da el visto bueno de los restos medievales que vimos Carles y yo la semana pasada y encontramos los restos de Can Fumanya donde los pone el mapa, al lado del corral, pero sólo quedan cuatro piedras y alguna teja. Lo habrán demolido. Localizamos el tramo del camí ral hasta El Plantiu, que pasa casi como un bancal más encima de la carretera. Esto es uno de los puntos más sutiles en la detección de caminos. Antes, cuando los campos eran cultivados, el camino habría sido evidente pero hoy, sólo se ve como una terraza algo más estrecha que las demás.

Antiguos campos de cultivo cerca de Can Fumanya

Enganchamos el camino que sube al Celler de Baladret en busca del sol. Toda esta zona respira cierto misterio, con infinidad de torrentes que se adentran en estrechos valles y antiguos campos que aprovechan las laderas orientadas al sur, ahora invadidos por el bosque. Salimos a la pista cerca de la casa del Celler de Baladret y propongo ir al camino de cresta desde La Sala que subimos la semana pasada para mirar esa colita tan marcada que marchaba hacia la izquierda.
Llegamos allí pero nuestro camino de repente es uno más de muchos caminos paralelos. ¡Nos han engañado! Son campos arados para plantar pinos. Seguimos dando la vuelta de Puigcal hasta empalmar con un camino que subimos hace años desde l’Estret. En un espolón de roca con unas vistas amplias, almorzamos.

La vista desde donde comimos. Abajo se ve el pueblo de Guardiola y la sierra de Ensija detrás con el pequeño pico del Forcat de Sant Julià de Cerdanyola hacia la izquierda.

Mastico el bocadillo en un silencio vacuno, perdido en mis pensamientos. Casi tengo el bocadillo acabado cuando de repente me siento observado. Giro la cabeza y veo que Pep me está mirando. “Eres un buen conversador”, me espeta. “Será por eso de los hombres, que no podemos hacer dos cosas al mismo tiempo”, justifico. Empezamos a notar el frío y deshacemos el camino hacia el lomo llamado Serrat del Puig. Queríamos ver si en el descenso, se ven caminos hacia las casas del Estret. Bajamos por campos arados para plantar árboles y ahora asfixiados por pinos enfermizos. Más adelante, la cuesta se convierte en una dehesa de robles pero no vemos ningún camino. Salimos a la pista.
Tengo una última propuesta. Hace bastantes años, había encontrado una estructura sospechosa en un lomo a cierta distancia de la iglesia de Santa Cecilia de Riutort. Ahora lo tenemos a un tiro de piedra y propongo ir allí para ver si realmente es medieval. Después de inspeccionarla, Pep dictamina: “¡Es buena!”. Casi me felicita. Pero nos llaman la atención unas acumulaciones sospechosas de piedras un poco más abajo y que no había visto cuando vine solo. Bajamos y resulta que es un grupo de casas, ahora poco más que huecos cuadrados en la tierra con restos de muros. Pep está eufórico. Ningún historiador local ha hablado de este vilar y seguramente su existencia es desconocida para la ciencia.

Algunos de los restos del poblado medieval

Después de tomar las fotos de rigor, reemprendemos la marcha y surge una conversación sobre lo difícil que es convencer a los políticos locales a prestar un poco más de atención a su patrimonio histórico, a pesar de sus gestiones en calidad de Presidente de la Sociedad de Arqueología. Estamos en tierra de margas, una roca blanda de color gris claro, surcada por barrancos profundos.

Un pino escuálido malvive sobre la marga cerca de La Sala

Ganamos una cresta y buscamos la forma de volver a La Sala. Seguimos un camino de animales que desemboca en un collado, frente a dos toros que nos miran con escaso interés. “Compañeros reproductores, venimos en son de paz”, digo, y nos dejan pasar. Bajamos por otro camino que nos lleva al torrente debajo de La Sala y de allí al coche.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,25 km; 550 metros de desnivel acumulado.


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