En 2018,
dejé el blog, desanimado por repetir relatos de destrucción de caminos para
abrir pistas de desembosque. Pero hace unos días, tuve una conversación
insólita con Pep. “A nuestras distintas maneras, seguimos documentando qué encontramos.
Pero falta el ‘cómo’”, me dijo. “Una crónica de cómo encontramos las cosas que
leo en mis documentos. En cierta manera, tu blog cumplía esa función”.
“¿Pero no me
decías que era puro cotilleo?”, contesté sorprendido.
“Ahora veo
que el cotilleo es importante”, reconoció.
***
Entre mal
tiempo y fiestas navideñas, hace 6 semanas que no salimos. Desde hace finales
de verano, vamos dando vueltas por la zona de Sant Jaume de Frontanyà. Esta
vez, vamos más al norte en el límite con el municipio de La Pobla de Lillet. Prácticamente
todas las salidas últimamente vienen guiadas por las lecturas de Pep en
antiguos documentos notariales.
Hoy no es
ninguna excepción. Ha leído un documento que habla de los límites de la
propiedad de Solls. Lo primero que puntualiza es que la casa de Santa Eugènia
de Solls antes se llamaba Santa Eugènia de Vall Cabrera y que Solls ocupaba la
zona más abajo, y en su límite sur, había el molino de Solls, que en el siglo
XVI ya estaba abandonado. Concretamente, estaba un poco más debajo de la
confluencia de los torrentes de les Solls y de la Pallola.
Para hoy,
propone buscar este molino, el molino más moderno de Santa Eugènia y la casa
que en el mapa Alpina se marca como Solls pero que en un par de salidas que
hicimos hace unos cuantos años, no habíamos conseguido encontrar.
Aparcamos al
lado de la carretera, cerca de la pista que va a Montclus, y bajamos hasta la
pista de Seller. Hace frío pero confiamos en una temperatura suave a mediodía.
La pista de Sellers precisamente cruza la confluencia de los torrentes y un
poco más abajo, hay una zona llana (que podría ser la balsa), un salto de agua
y una misteriosa pared. A falta de pruebas más sólidas, como un rótulo que diga
“Bienvenido al molino de Solls”, Pep lo clasifica como posible, tirando a
probable.
Ahora toca
el molino nuevo. Yo lo había encontrado hace muchos años; no tiene ningún
misterio y así se lo dije a Pep. “Vamos a mirar el mapa donde lo marcaste”,
contesta Pep, mientras va repasando los mapas que he traído. “Falta el mapa
donde sale el molino”, dice al final, exasperado. “Será el mapa que separé muy
cuidadosamente para traer y dejé en casa”, contesto.
Pep vuelve a
guardar los mapas, ahora convertidos en peso inútil, y caminamos por la pista
de Montclús mirando hacia arriba, donde está la carretera, pero no se ve nada.
Siguiendo un camino que baja, vemos un muro circular, dibujando los cimientos
de un iglú de piedra que podría ser un ‘pou de glaç’, o un lugar donde se hacía
hielo, pero ningún molino. “Ya te dije, está bajo la carretera”, insisto. “Pero
no hemos visto nada bajo la carretera”, contesta Pep. “Cuando digo ‘bajo la
carretera’, quiero decir que mirando desde arriba, desde la carretera, se ve”.
Y así
hacemos y enseguida, se ven los restos del edificio. Bajamos, se ve la balsa, y
un caminito que sería el canal que traía agua al molino. El camino confluye con
el camino que pasa por el ‘pou de glaç’ y acaba en una pequeña cascada donde se
ven los agujeros cuadrados de la antigua presa. Lo que antes era un misterio
tras otro, ahora es diáfano. “Tot aclarit”, dice Carles, siempre con las
palabras más adecuadas para cada situación.
Vista de Tosa d'Alp. Arriba, el refugio de Niu d'Aliga y la llegada de las telesillas
Cruzamos la
carretera y subimos por un camino de arrastrar troncos hasta llegar a un camino
transversal. Lo seguimos a la derecha hasta tener la carretera a la vista.
Sería el camino que conectaba las casas de Solls y Cal Font con Sant Jaume de
Frontanyà. Sin embargo, en la otra dirección el camino pierde definición,
acabamos subiendo demasiado y no volveremos a conectar con el camino hasta
llegar a Cal Font. Abajo se ve la cuesta donde, según el Alpina, está la casa
de Solls pero han estado cortando y es un caos de ramas. Según los documentos
de Pep, era la casa más importante de la zona pero aquí, solo vemos unos campos
pobres, perdidos en el bosque.
Llegamos a
la casa de Cal Font. Aquí hay una zona de cultivo extensa, de buena categoría,
y la casa plantada en el límite superior, con una pequeña balsa al lado.
Empezamos a especular. ¿Y si ésta fuera la casa de Solls y simplemente se
cambió de nombre? Solls fue abandonada en el siglo XV. ¿Podría ser que al
volver a ocuparse, cambiara su nombre a Cal Font?
Subimos las
pistas hacia arriba, en busca de algo, un castillo o una iglesia. No hay nada
de eso y bajamos nuevamente a la casa, donde comimos, cara al sol. Pep vuelve a
inspeccionar la casa, esta vez con cara de preocupación. Hay un problema. No
hay nada que indique que podría tener un origen medieval, ninguna piedra
tallada, ningún trozo de cerámica, no parece que haya nada anterior al siglo
XVIII.
Volvemos
hacia el coche. Tras bajar demasiado, subimos por la pendiente hasta encontrar
el camino de Cal Font y lo seguimos al revés, incluyendo el trozo que perdimos.
Empezamos a ver campos de buena calidad y al salir al claro, nos encontramos
cara a cara con una estructura cuadrada con piedras talladas, medio enterrada
bajo las ramas y las zarzas, exactamente donde lo pone el Alpina. Lo que no
habíamos conseguido buscando por el bosque, ahora ha sido facilísimo
simplemente siguiendo el camino.
Hoy, todo
nos ha salido redondo.
Con eso, damos por
concluida la salida de hoy. 6,9 km; 360 metros de desnivel acumulado.
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