Hoy Pep no
puede venir. Tiene una reunión MUY IMPORTANTE y su presencia es imprescindible.
Nos da carta blanca para ir donde queramos pero mientras estamos tomando el
café en el Mikado, ya nos está enviando WhatsApp, preguntando dónde iremos.
Yo había
pensado volver otra vez a Sellers. Al inicio del camino al Coll de Llevat de la
semana pasada, tuvimos que dejar un camino intrigante que bajaba, pero también
había interrogantes hacia La Qüestió y Santa Eugenia. Carles abre su teléfono
para contestar a Pep pero por algún despiste, nunca llega a mandar el mensaje.
Aparcamos el
coche en la carretera otra vez, cerca de la casa de Sellers. El cielo está
tapado, hace frío. “Con lo bien que se está en casa”, pensamos. Y sin Pep y sus
comentarios políticamente incorrectos, será una salida muy sosa.
El día empieza con un ambiente invernal
Pero al
subir hacia la casa de Sellers, el cielo se empieza a despejar y encaramos el
día con más optimismo. Dejamos la casa de lado y seguimos subiendo. Encima de
la pista, encontramos un camino transversal, que seguimos un trozo en ambas
direcciones. Hacia el sur, empieza a subir, hacia Montclús, pero se acaba
perdiendo en la indefinición. Da la impresión que fue una zona para hacer
carbón vegetal pero los ciervos también han hecho sus caminos que se acaban
difuminando en las cuestas.
Tiramos la
toalla y bajamos por un camino muy marcado que nos lleva directamente a la
pista encima de la casa. Por lo menos de este camino no hay ninguna duda
respecto a su categoría. Vamos siguiendo la pista hasta empalmar con la pista
que va a Montclús. Giramos a la izquierda para ir a La Qüestió pero antes de
llegar, tenía marcado un camino que pasaba por detrás del Glop, que es el
nombre que tiene una especie de cerro delante de la casa de Santa Eugenia. Hace
años que lo tengo allí y nunca lo había seguido. Hoy será el día.
Va pasando
por el bosque, siguiendo un camino más o menos llano, hasta desembocar al otro lado, bajando una cresta
con la gran casa de Santa Eugenia en frente. Aquí damos la vuelta porque en el
trayecto, habíamos dejado dos caminos que bajaban hacia el bosque.
Solo
conseguimos seguir uno de ellos porque los desprendimientos de tierra han
cortado las comunicaciones entre caminos. Identificamos al menos dos carboneras
y dos caminos que cruzaban el Torrent de la Pallola en diferentes puntos, pero
en ambos casos acabarían llegando a la casa de Sellers por la pista.
A pesar de
los desprendimientos, intuimos una red de carboneras con al menos dos niveles
de caminos transversales, conectados por otros caminos en diagonal. Ya es hora
de comer y cruzamos el torrente para salir de las sombras y pasar un rato al
sol, cerca de la casa de Sellers.
La casa de Sellers, y detrás, con una línea de visión despejada, la gran casa de Santa Eugènia
Mirando la
cuesta oscura de la que acabamos de salir, donde no toca nunca el sol, me
parece conocer un poco mejor la vida de la joven esposa de la semana anterior.
Porque, al salir a la galería por la mañana para regar las plantas, seguro que
veía esa cuesta, en aquel entonces mucho más clareada, con unos hilos de humo
que subían desde las carboneras y el ruido del hacha mientras el carbonero
cortaba la leña.
Vista del Glop desde Sellers
Ya hemos
acabado y dejo a mi protagonista, pensando con nostalgia en su vida anterior
rodeada de vecinos y bullicio. Ahora, solo nos queda bajar a la pista que
bordea el Torrent de Solls y de allí al coche. Al acercarnos a La Pobla de
Lillet, por fin volvemos a tener cobertura de móvil y lo primero que entra es
un WhatsApp de Pep, enviado en desesperación hacía un par de horas. “¿Que no me
decís nada?”, pregunta entre enfadado y dolido. Yo, que soy mala persona, solo
le envío uno de esos emoticones de una cara que ríe a carcajadas. Pero Carles,
que es demasiado buena persona, cuando llega a casa le envía un mensaje
informativo que pone fin a su sufrimiento.
Con eso, damos por
concluida la salida de hoy. 6,8 km; 450 metros de desnivel acumulado.
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