Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



domingo, 23 de febrero de 2020

31-1-2020 – Sellers


Para este fin de semana, se han previsto temperaturas anormalmente altas pero hasta mediodía no se van a notar. Así que nos reunimos en el Mikado con las cuatro capas de rigor.

Esta vez Pep sí cree que podremos ir a Sellers en busca de algún rastro medieval que pudiera dar más solidez a su hipótesis sobre su nomenclatura. Aparcamos nuevamente en la carretera de Sant Jaume de Frontanyà a La Pobla de Lillet, esta vez sin nieve. Aquí, no hay cobertura de móvil, ni siquiera para emergencias, lo cual, con la edad que tenemos, ya es una temeridad.

Subimos a Sellers. Como en la semana anterior, ya le toca el sol de la mañana. Es una casa grande. Encima de la puerta, hay grabada el año 1884, que presumiblemente marcaría la fecha de una gran reforma de la casa, que incluiría la construcción de unas galerías porticadas orientadas al sur, un status symbol imprescindible para las grandes casas de payés del siglo XIX, construidas encima del establo. Mirando por las tablas del techo del establo, aún se puede ver el cable de una lámpara, rodeada de un relieve pintado en azul.

La casa de Sellers con la galería en la fachada sur

Mientras Pep y Carles inspeccionan el exterior de la casa, me pongo a soñar y en mi mente, me transporto hasta principios de la década de 1880. Como romántico que soy, invento una pequeña película: En 1883, el hereu de la casa (el primogénito y heredero) se había prometido con la hermosa hija de uno de los notables de La Pobla. Para que la joven no extrañara las comodidades de la vida en el pueblo, los padres del hereu habían decidido tirar la casa por la ventana y reconstruirla con el último grito en moda arquitectónica. En 1884, los albañiles habían acabado por fin la gran obra y pusieron la fecha encima de la puerta principal, como también era costumbre. Y por eso Pep no encontró ninguna piedra o indicio que pudiera indicar una antigüedad previa al siglo XVIII.

La nueva entrada, con el año grabado encima

Tampoco teníamos muy claras las conexiones con las casas vecinas. Habíamos venido aquí en algunas ocasiones anteriores y teníamos algunos inicios de caminos en nuestros mapas. Lo más completo quizás era un camino que bajaba la fuerte pendiente desde Montclus con curvas muy cerradas. Pep también quería mirar la casa de Les Fontetes, que teníamos marcada como arrasada por una pista, más al norte. Por lo tanto, ponemos rumbo al norte por uno de los caminos inacabados. Entramos en una antigua zona de cultivos, ahora poblada por hayas y pinos. Entre los árboles, la luz de la mañana, el verde de la hierba y los afloramientos de roca, todo tiene un aire mágico e invita a quedarse un rato más.

Un pequeño oasis de paz detrás de Sellers

El camino acaba aquí y subimos a una pista forestal que acaba en una pista empinada para bajar troncos y desde allí se ve un camino que marcha llano al norte, paralelo al camino del Coll de Llevat a la Bauma de Xalat y ahora parte de la Xarxa Lenta. Llegamos a la zona de desprendimientos de tierra. En el camino de arriba, se ha hecho una restauración muy cuidada y se pasa sin problemas pero aquí nadie ha hecho nada y probablemente hace muchas décadas que nadie sigue este camino. Es un caos de árboles caídos, ramas, zarzas, todo ello sobre un terreno inestable con mucha pendiente. Vamos pasando como podemos, haciendo contorsiones impropias de nuestra edad para pasar entre las ramas e intentando esquivar agujeros traidores tapados por hojas, sin precipitarnos hacia abajo. Más de una vez, me engancho en las zarzas y me llevo alguna perforación involuntaria.

Carles y Pep se adentran resolutamente en el camino de los desprendimientos. Aquí todo parece fácil; poco sospechábamos entonces de los obstáculos que íbamos a encontrar

Cuando llego a un tramo de camino intacto, Pep y Carles ya llevan tiempo recuperando fuerzas. Me siento para atar las botas. Pep veo que me acomodo y me insta a levantarme. De nada sirve mostrarle mis heridas y argumentar la gran cantidad de sangre perdida en las zarzas. Sigue otro tramo de desprendimientos antes de llegar al Coll de Llevat. Mirando hacia atrás, es imposible ver el arranque del camino. No creo que lo volvamos a seguir.

Bajamos hacia el oeste por un valle amplio. Tras bajar unos 100 metros de desnivel, se empiezan a ver grandes bancales de campos y, girando al norte, llegamos a los restos de la casa de Les Fontetes. De hecho, lo único que queda de la casa son piedras y tejas diseminadas, ya que la pista forestal pasó encima. Un camino bajo la pista y un roble viejo que lo marca dan más peso a la posibilidad de moradores. El mapa del Alpina sitúa la casa un poco más al norte, en la pendiente de un pequeño torrente. Tras una pausa para comer, vamos allí por si acaso pero encontramos mucha pendiente, mucha sombra y lejos de la zona de cultivo. Llegamos a la conclusión de que los editores de Alpina la pusieron allí a voleo.

Los campos de la casa de Les Fontetes

Acabamos bajando a la pista que bordea la ribera izquierda del Torrent de Solls y ponemos rumbo al sur. Hace tiempo que hace calor y nos hemos desprendido de unas cuantas capas. El torrente abajo todavía baja con fuerza, con cascadas ruidosas. Entre el sonido del agua y el sol en los árboles, volvemos al coche muy relajados.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7,6 km; 370 metros de desnivel acumulado.

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