Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



martes, 30 de septiembre de 2025

26/9/2025 – Regreso a Sant Julià de Cerdanyola (3ª parte) o Gestación de una rebelión

Está claro que no nos marcharemos de aquí hasta que Pep haya visto y documentado todas las barracas dispersadas por la cuesta que se extiende desde El Forcat hasta el Coll de Sobirana. Quiere dar una última oportunidad a este catálogo plagado de errores y omisiones que ha descubierto Carles y nos plantamos delante de la sección más occidental, que lleva el nombre de Les Deveses.

Entramos en el camino, ahora con las marcas de un PR, que sube desde el antiguo molino, más tarde, antigua panadería. Anotamos la primera barraca. Pero en vez de seguir subiendo por el lomo, las marcas del PR se desvían hacia la izquierda y bajan hasta el Torrent de Coma Verda, donde hay dos barracas más y un camino que baja a la carretera.

Viñedos y una barraca

El PR salva pequeños riscos a base de múltiples curvas, pasando por los bancales, algunos con viñas. Pep y Carles hablan de un grupo de 4 barracas pero no se ven por ningún lado. Me paro un momento para quitar el jersey y beber agua y cuando levanto la vista, veo que estoy solo. Subo hasta la cresta, donde el PR pasa a la cara norte, y allí les veo parados. “Hemos subido demasiado”, me dice Carles. “Tenemos que volver a bajar hasta donde paraste”.

Bajamos unos 70 m. “Hagamos un flanqueo, a ver si las encontramos”, propone Pep. Miro el terreno abrupto que habría que cruzar. “Os espero aquí”, les digo, y le doy el GPS que nunca pierde la señal a Carles. Paso media hora mirando las mariposas y escuchando a los niños jugar en el patio de la pequeña escuela. En los últimos 15 años, ha venido gente nueva a vivir en el pueblo y quizás sea gracias a ellos que todavía hay escuela.


Vistas imponentes con la cima de Pedraforca tapada por las nubes

Me llaman desde 20 metros más arriba. “De las 4 barracas que se supone que hay aquí, solo hemos encontrado una”, me explica Carles cuando llego a donde están ellos. Subimos un poco más, hasta encarar un bancal largo, amplio y llano. “Tú, Steve, sigue el bancal. Carles, un poco más arriba, y yo seguiré el siguiente bancal, encima del risco, a ver si encontramos esas barracas”. Nos ponemos en marcha. Voy caminando en línea recta hasta el final del bancal, donde hay encinas y boj muerto, comido por la mariposa del boj. Aunque parece que los arbustos vuelven a brotar desde las raíces, las ramas desnudas están secas y rascan al pasar. El terreno me obliga a subir, pero muy poco, y cuando salgo del bosque, veo que Carles está debajo mío, y Pep está aún más abajo. “¿Qué haces allí arriba?”, me pregunta Pep. No tengo explicación.

Nadie ha encontrado nada y volvemos a subir hasta la cresta. Giramos a la izquierda por el PR y, en un punto soleado, comemos. “No sé qué le pasa a Steve”, confiesa Pep a Carles. “Últimamente, se me está volviendo contestatario. Es la segunda vez que se niega a seguir mis indicaciones”. “Lo hago por ti”, contesto. “No querrás bajarme a cuestas si me lesiono”.

Continuamos por la cresta hasta enlazar con el mismo camino que ya hemos subido y bajado y lo volvemos a bajar hasta la carretera. En cierto momento, Pep se para y mira hacia El Forcat. “Tendremos que hacerlo a la manera antigua”, dice. “A base de zigzags. Esta fuente de Carles no es de fiar”.


El PR que baja a Sant Julià de Cerdanyola

Mientras caminamos hacia el coche, Carles me pregunta: “¿Cómo les cuentas a tus lectores estas salidas tan técnicas?”. “Es un problema”, admito. “Suerte de Pep, que siempre me da material”.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 5,8 km; 380 metros de desnivel acumulado.

 


martes, 23 de septiembre de 2025

19/9/2025 – Regreso a Sant Julià de Cerdanyola (2ª parte) o Pep nos inicia en la minuciosidad

La semana siguiente, no salimos. El hombre del tiempo nos había advertido de tormentas durante el día. De hecho, no llovió hasta última hora de la tarde y podríamos haber salido, pero creo que también hubo algo de pereza colectiva entre los miembros más sénior del grupo.

Pero hoy no hay excusas que valgan. De hecho, hoy será el penúltimo día de temperaturas de verano. Carles ha encontrado una web en la que se han recogido todas las barracas de Sant Julià de Cerdanyola, con nombre, descripción, y ubicación. La pega es que solo ha podido bajarlas a Google Maps, que es prácticamente inútil cuando se trata de caminar por la montaña.

Por otra parte, resulta que Pep no ha leído la última entrada del blog, así que le doy mi teléfono en el Mikado para que vea que nos hemos reconciliado y que ha aceptado mis disculpas. “Lo ha inventado todo”, advierte Carles antes de que empiece a leer, como si no lo supiéramos. Pero en un universo paralelo, podría haber pasado perfectamente.

Aparcamos en el nuevo aparcamiento cerca de la Font del Castell. Para empezar a buscar cabañas, hay que subir hacia Els Banyadors. Pasamos por la urbanización y entramos en el camino que sube directamente hacia el noreste. Carles está atento a su teléfono, ya que puede ver nuestra ubicación respecto a las barracas. “Hemos subido demasiado”, dice de repente. Abandona el camino por la derecha y empieza a bajar. No tarda en encontrarla, una 'barraca margera' (construida dentro de la pared del bancal), en una zona de cultivo ahora convertida en bosque de robles.

Para la siguiente, tenemos que subir 40 metros hasta justo por debajo de la pista, que también llega a Els Banyadors después de interminables curvas. También la encontramos sin problemas. “Esto va a ser coser y cantar”, dice Pep.

Para llegar al siguiente grupo de barracas, debemos ir hacia el norte en una especie de flanqueo. No tardamos en entrar en un bosque con antiguos campos de cultivo, marcado en el mapa como Artiga de la Doneta. También descubrimos caminos que suben hacia Els Banyadors o van flanqueando hacia la Coma del Forn. No nos constan y vemos que eso será más complejo de lo que pensábamos. Además, surge un imprevisto: rovellones, muchos, que han salido con las lluvias recientes. Pep saca su bolsa, una sostenible, y empieza a cogerlos. Muchos están ‘curcats’, horadados por gusanos que convierten la carne de la seta en una pasta podrida, pero aun así, no tarda en empezar a llenar la bolsa. Ante la falta de manos, guarda mis mapas en su mochila (“No nos harán falta, gracias a los waypoints de Carles”, justifica).


Pep estrena bolsa sostenible

Llegamos al lecho seco de un torrente que marca la transición de la umbría a la solana. Carles mira su teléfono. “Está muy cerca de aquí”. Bajamos un poco. Como en otros sitios, se ha cavado una zanja que desvía el agua de escorrentía y el fondo del torrente se ha convertido en pequeños campos, y allí delante un pequeño puente o acueducto. “¡Una maravilla!”, exclama Pep. “¡Incluso mejor que una barraca!”, y se apresura a documentarlo. Pero las barracas que nos ha prometido Carles no aparecen. Cuando parece que llegamos, la señal en su móvil cambia y le manda a otro sitio, y así varias veces.


El puente

“Quizás no será tan fácil”, observo. La siguiente está en el Coll del Roc, debajo dels Banyadors. Tras un desnivel de 150 metros, llegamos al collado. Al lado del camino, hay una enorme roca pero de la barraca ni rastro. Dando vueltas a la roca, al final vemos una construcción minúscula, poco más que un abrigo para guardar herramientas, o contrabando.

Volvemos a la pista y luego seguimos el PR que recorre la cresta de l’Alzinet. Ahora que hemos salido del bosque, se nota el calor y, caminando a cierta distancia de Pep y Carles, me entretengo con la multitud de mariposas que me rodean. Justo pasado el Coll de Jou, veo que Pep y Carles han parado, miran brevemente el teléfono de Carles y luego se sientan y sacan los bocadillos. Cuando llego, miro a mi alrededor. “¿Por qué habéis parado aquí?”, pregunto. “Apenas hay sombra ni sitio para sentarse”. “Hay tres barracas abajo”, contesta Pep. “Por aquí vamos a bajar después de comer”.


El camino de la cresta

Me asomo. “¿Dónde está el camino?”, pregunto. “No hay”, contesta Pep. “¿Y mis rodillas?”. “Ya encontrarás la manera”. Y se centra en su bocadillo.

Después de comer, iniciamos la bajada. Es un terreno áspero, de antiguos viñedos erosionados, con las paredes caídas, piedras sueltas y arbustos espinosos que esconden agujeros que rompen tobillos y un gradiente que quiere precipitarme hacia abajo con cada paso. Pep y Carles bajan con una soltura que ya me gustaría para mí. Voy buscando los pasos, intentando mantener las rodillas perpendiculares sobre los pies, sin ángulos raros o giros forzados, ni resbalones o tropiezos, desconfiando de cada piedra.

Después de bajar 100 metros de desnivel, veo que han llegado a la primera barraca. Ahora siguen 400 metros de flanqueo, salvando todo tipo de obstáculos hasta llegar a unas marcas azules desteñidas que señalan un camino erosionado. Y al lado, la segunda barraca. A nadie nos suena este camino pero es evidente que se marcó hace tiempo. Mientras Pep y Carles suben a buscar la tercera barraca, me quedo a la espera. Al cabo de 5 minutos, Pep me grita: “Sube a marcar el punto”. Empiezo a subir pero mi rodilla me advierte que, al igual que en el Everest, hay que saber cuándo renunciar a la cima y dar la vuelta. “Haz una triangulación”, le contesto y me planto.


Un terreno lleno de trampas pero buenas vistas

Siguen 70 metros de desnivel negativo por este camino precario hasta el Torrent de Coma Verde y 50 metros más hasta la pista que nos llevará de vuelta al coche. Paro un momento para llenar mi botella con agua de la Font del Castell. ¡Deliciosa!

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7,2 km; 390 metros de desnivel acumulado.

PD. Una vez en casa, bajo el track al ordenador y veo que tanto los caminos en la Artiga de la Doneta como el camino medio borrado de las marcas azules salen en mis mapas. No recuerdo ni cuándo ni cómo pero allí están. Debía ser alguna salida con Pep en la era pre-blog, cuando éramos jóvenes y guapos y aún teníamos memoria.


miércoles, 10 de septiembre de 2025

5/9/2025 – Regreso a Sant Julià de Cerdanyola (1ª parte) o Pep descubre las barracas

Vinieron dos meses y medio de calor intenso que obligaron a suspender las salidas. Tampoco se pudieron aprovechar unos días anormalmente frescos en julio por las excavaciones. Además, como recordarán mis lectores, en la última salida Pep había jurado no perdonarme nunca por haber pedido consejo a unos jóvenes campistas.

Diplomático nato, Carles decidió tomar cartas en el asunto y mediar una reconciliación. Aprovechó una de las excavaciones para abordar el tema: “No puedes estar enfadado siempre con Steve. Hace 25 años que sois amigos”, empezó. “Nadie es imprescindible”, contestó Pep. “Si no puede tomar en serio nuestro trabajo, mejor que no venga”. “Pero si no viene, ¿quién escribirá sobre nuestras aventuras?”, continuó Carles. “Ni tú ni yo sabemos escribir como él”. “Lo que interesa son los hallazgos históricos y eso ya lo documentamos. A un lector serio, no le interesan los cotilleos. Además, siempre me pinta como el malo del grupo. ¡Es injusto!”, protesta Pep. Pero Carles no renuncia a conseguir que hagamos las paces e insiste. “Pero fuiste tú que le pediste que volviera a escribir el blog, después de un año y medio callado. Y dijiste específicamente que el cotilleo era una parte importante del blog”, argumenta, haciendo referencia a la conversación que tuvo lugar en el coche a principios de mayo.

Esto le hizo recapacitar a Pep. Al cabo de un par de semanas, volvió a hablar con Carles: “Fue muy gordo lo que hizo. Aun me estremezco cuando pienso en ello. Pero le perdonaré si pide perdón”.

Carles no tarda en llamarme. “Te perdonará si te disculpas”. Me lo pienso un poco. “¿Puede ser por WhatsApp?”, pregunto. “Un momento, que se lo pregunto”. Un par de horas después, me llega un mensaje: “Dice que vale, pero tiene que ser una disculpa pública, en el WhatsApp del grupo, no el WhatsApp personal”. Al cabo de poco rato, envío el siguiente mensaje al WhatsApp nuestro: “Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir”, y con esto quedó zanjado el asunto.

------------------------------

Así que volvemos a ser Pep, Carles y yo. Joan ya no vendrá; lo que le interesaba, ya lo ha hecho y no nos necesita. Y a Pol se le ocurrió ir a correr en la montaña para ponerse cachas para unas oposiciones de Mosso y el resultado fue un esguince de grado II del tobillo izquierdo y rotura parcial de ligamentos. Así que le tocarán unas cuantas semanas de penitencia y mientras tanto, me implora de continuar el blog para poder sentirse partícipe de nuestras salidas, aunque sea desde la distancia.

Henos aquí en el Mikado con un día soleado pero no excesivamente caluroso y surge la pregunta de siempre: “¿Dónde vamos?”. Lo preguntamos a Pere. “Subir a Queralt”, nos dice sin titubear. Es lo único que hace. Finalmente, Carles dice que hace tiempo hizo un camino entre La Pomera y Sobirana en Sant Julià de Cerdanyola con su mujer y le quedaron ganas de volver. “Pues ya lo tenemos”, dice Pep y nos ponemos en marcha. Hace unos 20 años, yo hice un flanqueo por los viñedos encima de La Pomera, temiendo quedar colgado allí arriba sin luz solar pero, por suerte, en el último minuto, encontré un camino que bajaba la Serra del Pou. Todo esto quedó plasmado en mis mapas.

Aparcamos cerca de la bifurcación para ir a la casa de Sobirana. Ante nosotros una cuesta pelada, con incontables bancales de viñedos, y bosque en los dos extremos. Caminamos hacia la casa del Pou, pero antes de llegar, sale una pista y, novedad para mí, esta pista lleva las marcas del GR4. La seguimos y, al entrar en un barranco, las marcas del GR toman un camino a la izquierda. Este es el camino que siguió Carles pero para nosotros es desconocido. En el barranco, vemos una zanja que baja la cuesta. Es un canal que desviaba el agua de escorrentía para poder cultivar la tierra fértil del barranco. Hemos visto otros ejemplos de esta práctica en el pasado en Sant Julià de Cerdanyola.


Bancales en el primer barranco

El camino va enlazando bancales, a veces de un modo algo precario pero al entrar en el bosque cerca de La Pomera, adquiere más categoría. Dejamos un camino que sube la cuesta para la vuelta y continuamos hasta la entrada del camino en la carretera de La Pomera. Evidentemente, se decidió traer el GR por aquí para hacer menos carretera asfaltada, que debe tener más tránsito que antes.

Volvemos para subir el camino que dejamos, que tiene mucha categoría y nos lleva a bancales perdidos en el bosque y unas pilas de piedras muy sospechosas en dos collados. Volvemos a la pista para seguir el camino que marqué de bajada hace 20 años, con miedo de quedar a oscuras. Sigue allí, marcado con rombos amarillos que fueron mi salvación en aquel entonces.

Tras una larga subida, llegamos a una barraca, que también marqué. Mirando la web del inventario de patrimonio de Sant Julià de Cerdanyola, Carles dice que hay unas 8 o 9 barracas en estas cuestas. “Tenemos trabajo aquí para el resto del mes”, dice Pep con satisfacción. Después de tanto tiempo sin subir cuestas, noto el esfuerzo pero me consuelo pensando que la próxima vez, irá mejor. También vigilo la rodilla derecha pero no detecto signos de alarma.


Campos cerca de la barraca

Seguimos subiendo hasta el último collado. Anotamos otro canal para desviar el agua de una vaguada e interminables paredes de piedra seca. Aquí comemos. Ahora solo queda bajar por el camino hasta la carretera de Falgars y, desde allí, seguir la pista de Sobirana y El Pou hasta llegar al coche.


Sobirana


Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7 km; 325 metros de desnivel acumulado.