Desde la última vez que salimos, el
gobierno español ha optado por intensificar la vía legal y ha soltado a los
fiscales. Ante la reticencia de los fiscales catalanes, la pelota ha pasado a
la Fiscalía del Estado, que ha decidido querellarse contra el Presidente, la
Vicepresidenta y la Consejera de Educación por cuatro delitos. No entiendo por qué
el PSOE quiere hacernos creer que la solución está en reformar la Constitución
para permitir un estado federal si ni el PP ni una parte importante de las
propias filas socialistas lo consentirán jamás. Pero bueno, que continúen. Lo
que están haciendo por la independencia de Cataluña no tiene precio.
En el Mikado, recuerdo a Pep que hoy
podría ser el último día de temperaturas suaves antes de entrar en el invierno
y, por lo tanto, la última oportunidad para mirar esos caminos que dejamos en
la Baga de Fígols hace dos semanas. “No debería presentar complicaciones”,
expongo. “Allí en el cruce debajo del Grau de l’Albiol, sólo había dos caminos.
Igual nos da tiempo para mirar los otros dos más arriba”.
Dejamos el coche en la pista de acceso
desde la carretera a la Carrerada – la pista de acceso principal a la Baga –
que pasa debajo del cementerio de Fumanya. Salgo del coche. Aquí, de momento,
de temperaturas suaves, nada. Josep Mª se frotaría las manos aquí. Miro el
paisaje gélido donde todavía no ha llegado el sol y me arrepiento de haber
propuesto venir aquí. Vemos un camino en la dirección contraria, hacia Fumanya,
y lo seguimos. Muere al poco rato en unas pletas (ver Glosario) donde se debían
guardar las ovejas antes de subirlas a los prados. Al lado, encontramos otro
camino que debe ser el antiguo desde Fumanya hasta la Carrerada y lo seguimos
hasta el cementerio.
Al ver esta perspectiva poco amable, deseaba haber mantenido la boca cerrada en el Mikado
Salimos al sol y me cubro los ojos
ante el resplandor repentino. “Tranquilo, Steve”, me dice Pep, malinterpretando
mi gesto. “Ahora bajamos y no volverás a ver el sol en todo el día”. Bajamos y
cruzamos el torrente pero en esta media hora, el sol ha tenido tiempo para
calentar el aire y ya no se ve la escarcha.
Pasamos por una ‘trumfera’ (ver
Glosario) bastante bien conservada, al lado del torrente. No vemos ninguna
continuación del camino y subimos sin camino hasta la pista de la Carrerada.
Volvemos a ver las conocidas marcas
azules y en la zona indicada en el mapa como Sentiescos, tomamos una pista
secundaria. Bajando esta pista, surge una primera complicación – un camino que
marcha a la izquierda, hacia donde está el coche. Lo anotamos para la vuelta y
continuamos. La pista acaba en un curioso ‘grau’ y continúa como camino con
bastante pendiente, hasta llegar al cruce del otro día.
El 'grau'. A la izquierda se ven las piedras colocadas para sustentar el camino
Giramos a la izquierda y cruzamos el
torrente hacia el norte. Entramos en un camino transversal. Dejamos la
bifurcación a la izquierda para después y seguimos a la derecha, todavía con
las marcas azules. Es un camino antiguo, empedrado en algunos puntos. Vamos
dejando caminos que marchan a la izquierda. Está claro que no vamos a salir de
este barranco en todo el día.
Una de las pocas vistas largas del día, encima del Torrente de Fumanya, con el Subrepuny detrás
Volvemos a salir al sol. El camino entra
en una antigua explotación a cielo abierto y se convierte en una pista que conecta
con Cal Casanova y, se supone, con Fígols. Aquí damos media vuelta.
Antes de volver a las sombras, comemos
y después miramos los muchos caminos que hemos ido dejando, casi todos antiguos
caminos forestales para bajar troncos. Sigue un continuo subir y bajar caminos
mientras lentamente retrocedemos hacia el primer ‘grau’ de esta mañana y el
primer camino a la izquierda que dejamos.
Prueba irrefutable del uso forestal del camino. La marca producida por el roce de troncos
Un último camino con marcas azules
antes del ‘grau’ se muere a los pocos metros pero las marcas continúan cuesta
arriba. Por fin, se nos hace la luz. Los cazadores han ido marcando redes de
caminos en su coto. Llegamos a una haya en medio de la cuesta con unas piedras puestas
a modo de asiento, unas iniciales y unas fechas. Nos hacemos la película: aquí
venía un tal JPS cada año, fiel a su puesto y en el tedio de la larga espera,
grababa la fecha en el árbol. Pero, sabiendo la media de edad de los cazadores
de jabalís, llegó un día en que ya no se veía capaz de subir esas cuestas y
dejó de acudir a su puesto de vigilancia.
El puesto del cazador, perdido en el bosque
Volvemos al ‘grau’ con pensamientos
lúgubres sobre la linealidad del tiempo y ya un poco cansados de estar subiendo
y bajando continuamente, como Sísifo, la misma cuesta sin vistas. Entramos en
el último camino. Tiene buena pinta. Nos lleva al torrente, un poco más
corriente arriba. Lo cruzamos y entramos en otro camino transversal. ¿Esto no
va a acabar nunca?, nos preguntamos. Giramos resignados a la derecha,
alejándonos del coche. Llega a una pista para las torres eléctricas y allí lo
dejamos, aparentemente apuntando hacia la casa de Cal Xacó.
Aguas cristalinas antes de llegar a la trumfera
Damos la vuelta y seguimos la otra
rama del camino transversal. Nos lleva otra vez al lecho del torrente pero unos
pasos cortados en la roca permiten remontarlo hasta la ‘trumfera’ de esta
mañana. Así que al final, sí que había un camino. Llegamos al coche con la
seguridad de no haber dejado ningún camino sin seguir, reconstruyendo en el GPS
una red compleja que antiguamente debía conectar las casas entre Fígols y
Fumanya con los bosques de la umbría. “Hoy, tendrías que ser feliz”, le digo a
Pep en el viaje de vuelta a casa. “Más exhaustivo imposible”.
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