Un compromiso en Barcelona y luego un
viaje a Inglaterra me impiden salir. Carles y Pep dedicaron las dos semanas a
hacer unas salidas altamente académicas por algunas casas del valle de
Bastareny: El Puig y Murcarols. Igual que las familias reales, Pep está
preparando a su sucesor.
De hecho, 15 minutos después de
aterrizar en Heathrow el 12 de diciembre, cayó el ordenador que controlaba el
tráfico aéreo en el sur de Inglaterra, desatando el caos, y se suspendieron
todos los vuelos de salida y entrada de varios aeropuertos. A pesar de las
insinuaciones de Pep cuando hablé con él a la vuelta, me cuesta pensar que yo
tuve algo que ver.
En el Mikado, Pep me propone continuar
repasando el valle del Bastareny y concretamente, me propone la casa dels
Trulls. Fuimos allí hace muchos años, antes de que se nos uniera Carles, cuando
recibimos una remesa de unos 50 mapas de 1:5000 del Parque de Cadí-Moixeró,
todos en blanco.
Es un pequeño valle que sube hacia el
norte desde la pista que va al nuevo Centre de Natura y que antes era Cal
Cerdanyola y al final del camino, justo en el límite de donde tocaba el sol en
invierno, había los restos de una casa muy pobre.
Dejamos el coche en la pista, delante
de la entrada del valle dels Trulls. Cruzamos el canal que lleva agua a la
pequeña central eléctrica de Bagà y el valle se estrecha. El camino de la casa
muestra interferencias por un surco profundo creado por el arrastre de troncos.
Pep no para de estornudar. “Los estornudos son uno de los primeros síntomas de
la peste bubónica”, le digo. “No tendrás unas ronchas circulares en la piel,
¿verdad?”, pregunto nerviosamente, alejándome un par de metros.
El canal de la central eléctrica de Bagà
Seguimos subiendo por la sombra,
buscando la línea del sol donde estará la casa. El silencio es casi total, sólo
interrumpido por los estornudos de Pep. Los temporales de viento han hecho caer
árboles sobre el camino y nos obligan a arrastrarnos como cucarachas bajo los troncos.
Ya no tengo edad para esto, pienso. El camino se aleja momentáneamente del
barranco y en una curva, vemos un camino que marcha hacia el SE. Cuando hicimos
este camino hace unos 12 años, este camino no lo vimos. ¿Qué pasó? ¿Caminábamos
con los ojos cerrados? ¿O son los cazadores que han abierto un nuevo camino que
no se podía ver entonces? Lo reservamos para la vuelta.
Llegamos a la casa. Hay un pequeño
edificio a la izquierda del camino que ya conocíamos. Pero, explorando un poco
más, hay los restos de la casa principal a la derecha, que no conocíamos. Es la
segunda novedad de hoy. Tiene una forma muy curiosa, como un pequeño castillo.
Pep dice que el dibujo podría tener un origen medieval. La ilusión que le ha
producido este hallazgo ha parado los estornudos en seco.
Los restos de la casa dels Trulls
Con el nuevo afán de exhaustividad,
Pep nos hace subir sin camino para marcar el límite de los campos. Las terrazas
se dividen por unas paredes imponentes que sugieren una presencia estable
durante unas cuantas generaciones en este valle perdido. Seguimos subiendo, ya
con pleno sol y temperaturas suaves, hasta el Coll dels Trulls, donde comemos.
Una bañera de jabalís en el Coll dels Trulls, ¿creada por los cazadores?
Y la vista desde el Coll, con el pueblo de Guardiola en el valle y los campos de Sant Julià de Cerdanyola arriba
En el descenso, entramos en el camino
nuevo que vimos en la subida. Su categoría es innegable y apunta directamente
al Pont de Sant Joan con una pendiente suave pero constante. Sería el camino
que usaba la gente de la casa para ir a Bagà.
El camino entra en una pista
secundaria, donde su trazado se pierde. Decidimos dar por terminada la salida y
bajamos la pista hasta entrar en la pista principal donde está aparcado el
coche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario