Una cadena de festivos nos ha impedido
salir pero hoy es un buen día para volver al valle del Bastareny. En Berga, la
temperatura ronda los 0 grados aunque la previsión es de temperaturas suaves al
mediodía. En el coche, subiendo por el valle del Llobregat, Pep y Carles hablan de propietarios de casas que murieron hace 300 años, ajenos al display que
marca la temperatura exterior pero yo, desde el asiento de detrás, tengo la
vista clavada en los numeritos rojos, que en ningún momento suben por encima de
-3ºC. “Empezamos mal el día”, pienso.
Pero el frío, con ejercicio, pasa rápido, dice Pep, y lo primero que quiere hacer es
acabar el tramo inferior del camino de Els Trulls a Bagà. Cuesta de seguir, hay
mucha interferencia por la pista que crea confusión con otro camino ya
conocido que sube directamente hacia el norte, pero al fin logramos descifrar su recorrido y cerramos el expediente Trulls.
Nosotros lo investigamos todo ... piedra por piedra. Una barraca cerca del Pont de Sant Joan
Pero lo que realmente interesaba a Pep
era ir a la casa del Molnell. Encima de esa casa, hay una cueva, la Bauma de la
Moneda. Pep nos cuenta que sólo ha ido una vez, hace unos 30 años, cuando un
cazador de Bagà le llevó allí, subiendo directamente montaña arriba. Pero está
convencido que hay un camino y eso es lo que quiere encontrar.
Aparcamos el coche en la Font de la
Dou, muy popular entre las familias en verano, pero hoy una auténtica nevera.
Al no tocar nunca el sol en ese hueco, los árboles y la pista están cubiertos de
una gruesa capa de escarcha blanca y del río sale un vapor blanco que da un
aire fantasmagórico a todo. Pero a menos de 100 metros, ya toca el sol y
vuelven los colores a la vegetación.
Un microclima polar en la pista de Molnell
Y una vista gélida del salto de l'Adou
Llegamos a la casa de Molnell y,
pasado el pajar, vemos los restos del antiguo camino a la Pelosa, que seguimos.
Años atrás, habíamos seguido algunos tramos más arriba, muy tapados, y este
tramo, tan cerca de la casa, es nuevo para nosotros. Cruzamos una curva de la
pista de Pelosa y volvemos a entrar en la maleza. Aquí vemos un camino algo
perdedor que marcha hacia el oeste, primero bastante plano y luego con un
ligero ascenso.
Pasamos por una zona de cultivo; buena
señal. Seguimos subiendo y salimos a una zona llana, una especie de dehesa, con
buenas vistas hacia Tancalaporta. Y al otro lado del Clot de la Vimboca, la
pequeña iglesia románica de Sant Romà d’Oreis. Pero aquí no está la cueva. Pep
señala otra zona llana que se intuye encima de una cuesta rocosa de fuerte
pendiente. “Está allí arriba”, dice. “¿Y cómo llegaremos?”, pregunto mientras
valoro las posibilidades de encontrar un paso. Pero Pep ya se ha marchado. Con
cierta dificultad, superamos la barrera. Dos días después, todavía estoy
sacando pinchos de las manos.
La pequeña iglesia de Sant Romà d'Oreis, perdida en las cuestas de la Moixa.
Pep ha encontrado documentación para esta iglesia del siglo XIII
Vista de Tancalaporta desde la cueva
Una vez arriba, Pep nos guía con paso
certero hacia un hueco en la roca, donde está la cueva. En el suelo, pisadas de
rebeco. Y mucho humo en las paredes. Aquí vivía gente, de eso no hay duda. Comemos
al sol con una temperatura casi primaveral, mirando las montañas de Gisclareny
al sur. Sería un buen lugar para los neolíticos.
Desde el interior de la Bauma de la Moneda mirando hacia el suroeste
Es hora de iniciar el descenso. Nada
más ponernos de pie, vemos el camino de bajada desde la cueva, que nos lleva a
la zona llana abajo. Hay que decir que es imposible verlo subiendo desde abajo
ya que se confunde con el bosque. Para no alargar demasiado la ruta, Pep decide
bajar en línea recta, sin camino. Las hojas de roble en el suelo crean una
superficie muy resbaladiza. Después de casi dos años yendo montaña arriba y
montaña abajo, mis botas apenas tienen huella y más de una vez, patino sobre
las hojas. Temo por mis ligamentos cruzados. Pero siguiendo rastros de
animales, conseguimos llegar abajo sin novedad y volvemos al coche.
Pep se declara satisfecho con esta
zona. Entre Molnell y La Muga, aún nos queda algún misterio. Y además, Pep
tiene un nuevo proyecto: buscar las antiguas cruces grabadas en las rocas que
marcaban los límites del municipio de Bagà. Ha encontrado un documento que las
describe todas en el Archivo de la Corona de Aragón; ahora sólo falta
encontrarlas sobre el terreno. Os iré informando.
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