En la Diada, vi a la mujer de Pep y me
dijo que no había bajado. “Después de darnos la lata, se queda en casa”, pienso
indignado. Hoy, en el Mikado, le recriminamos su actitud poco participativa.
“Un historiador tiene que ver las cosas desde la distancia”, contesta con
cierta pedantería. La verdad es que no le gustan las aglomeraciones pero lo
estuvo siguiendo por la tele. Para él, lo más impresionante fue ver cómo se iba
formando la V: “Piel de gallina”, dice.
La semana anterior habíamos dejado a
medias el tramo del camí ral entre el Far y el Túnel de Guardiola y decidimos
acabarlo. También hay una red de carboneras en las cuestas que sabemos que
existe pero no la hemos explorado.
El puente románico, la pequeña central eléctrica y la entrada del camí ral
Dejamos el coche cerca de la central
eléctrica de Guardiola y cruzamos el puente románico. Desde la central, marcha
un tramo bien conservado del camino, hasta llegar a un collado donde vuelve a
perderse en las pistas de las torres de alta tensión. De nuevo, por intuición y
deducción, logramos reconstruir su trazado hasta que queda aniquilado por las
obras de contención de la actual carretera, pero a la misma altura y a poca
distancia de donde lo dejamos la semana anterior.
El camí ral, con el muñón de uno de los antiguos postes de luz
Satisfechos de haber determinado su
trazado hasta dónde se podía en este tramo, nos dedicamos a explorar todos esos
caminos carboneros medio borrados. No voy a aburrir al lector con un relato
pormenorizado. Basta decir que subimos y bajamos y volvimos a subir y volvimos
a bajar, enlazando plazas carboneras, por caminos tapados que me dejan los
brazos hechos un mapa. La historia siempre era la misma: subir por un barranco
hasta la última carbonera, donde moría el camino, y abajo otra vez.
Carles y Pep adoptan una pose muy decimonónica en esta carbonera. Sólo faltan los fracs y el libro de poemas
Finalmente, ya no nos queda ningún
camino por mirar, excepto uno. Sale del camí ral y pasa un collado detrás de la
central para luego bajar al Torrent de l’Albiol. Yo sólo había subido hasta el
collado pero, cuando lo hice hace bastantes años, había pensado que podría ser
un camino importante. Pero al volver a hacerlo hoy, vemos que tiene poca
categoría y demasiada pendiente; en todo caso, sería un camino para pasar unos
antiguos postes de luz.
El acueducto que lleva agua a la central de Guardiola
Llegamos al puente sobre el Llobregat
cerca de los pisos del Collet. Ha caído uno de los arcos al río y en su lugar
hay unas tablas de madera en un estado muy regular encima de unas vigas de
hierro oxidadas. Por lo visto, lleva muchos años así. Cruzamos con cuidado, esperando
que el primero llegue al otro lado antes de que cruce el siguiente. En la otra
orilla, hay un aviso medio borrado que reza “Prohibido el paso por motivos de
seguridad” y al lado, una de las marcas amarillas de la Xarxa Lenta que sube a
Sant Julià de Cerdanyola. Como la vida misma, llena de contradicciones.
Y el puente precario sobre el Llobregat, con el aviso en el poste.
Con eso, damos por concluida la salida
de hoy. 6,10 km; 540 metros de desnivel acumulado.
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