Hoy es la Diada de Cataluña. Hace 300
años, tal día como hoy, Barcelona capituló ante las tropas borbónicas y
Cataluña dejó de existir como nación. Mientras estábamos en los Empedrats,
había quedado con Josep Mª para bajar yo y Tewy con él a Barcelona a hacer la
famosa “V”. “Trae una chaqueta”, me advierte. “Pasarás frío en el coche”. Y no
es broma.
Llegamos a Barcelona, donde pasamos de
los 15ºC en el coche a 28ºC en la calle. Después de aparcar el coche, vamos
hacia el barrio de Gracia. Constatamos el colapso del sector de la restauración
ante la invasión de camisetas amarillas y rojas.
Después de almorzar, vamos andando
hacia nuestro tramo, el 53, el de los berguedanos. Ahora las calles son un ir y
venir constante de gente, cada uno yendo a la zona asignada. En una hora la
Gran Vía y el Diagonal se llenan y se forma la bandera. En los cruces, hay
grupos musicales, castellers. Y así estamos media hora de pie, en fila,
conversando entre nosotros. La Guardia Urbana calculó que hubo unos 1,8
millones de personas.
Volviendo a casa después en el coche,
los comentaristas en la radio destacan que este tipo de acto no tiene ningún
paralelo en Europa y que dice mucho de los catalanes como pueblo.
Yo destacaría tres cosas:
1) Lo original y ambicioso de la idea
de formar una “V” en las dos arterias principales de la ciudad.
2) La capacidad de la organización –
una organización puramente ciudadana – de planificarlo e ilusionar a un número
importante de voluntarios para hacerse cargo de la coordinación en la calle.
3) Y el hecho de que 1,8 millones de
personas pensaran que valía la pena recorrer la distancia – poca o mucha –
hasta Barcelona, ponerse una camiseta amarilla o roja, ir a un segmento
concreto de una calle y estar allí quietas de pie, durante al menos media hora.
Actuación de los Brams, un grupo de Berga, en nuestro tramo una vez finalizada la concentración
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