Hacía tiempo que quería volver a los
Empedrats y por fin tuve la excusa perfecta. Una amiga, Mary, pronto viajará a
Inglaterra y, como tantos berguedanos, nunca ha ido a los Empedrats. “No puedes
marcharte sin hacer los Empedrats”, digo y enrolo a Josep Mª y mi mujer para
acompañarnos.
La entrada del camino dels Empedrats
Aparcamos el coche en el pequeño
parking al lado de la Escola de Natura de La Salle, antiguamente Cal Cerdanyola
pero totalmente reconstruida. Con tanta lluvia en agosto, todo es muy frondoso.
Temía que nos pudiera pasar como cuándo lo subí en la primavera de 2011 cuando Josep
Mª y yo tuvimos serios problemas para pasar por las piedras en el torrente,
pero una cosa es la lluvia torrencial y otra cosa muy distinta es el deshielo.
En el Bullidor de la Llet, salía agua de la base de la roca pero no de los
agujeros en la pared y no hubo problemas para pasar sobre las piedras.
El Bullidor de la Llet en horas bajas
Cruzando el río
Al ser Els Empedrats y el Cap de la
Boixassa la entrada más visitada, tenía curiosidad por ver si alguien más había
subido por el valle de Galigans. Pero lo encuentro tan tapado como siempre.
Quizás la cruz roja pintada en una piedra tiene un efecto disuasivo. Si algún
lector ha subido el camino de Galigans, le invito a enviarme un comentario.
Haciendo caso omiso de las quejas de
mi mujer, dejo el camino señalizado para subir a Galigans. No me apetecía para
nada hacer la subida final de casi 300 metros de desnivel por un camino de
arrastre de troncos hasta el refugio, que es la ruta oficial. Y además, yo
también tengo agendas ocultas y es que esta vez sí, quería encontrar la casa de
Galigans.
Cuando ya estamos a punto de pasar la
cresta para iniciar el largo flanqueo a la casa de Font del Faig, dejo aparcados
a mis acompañantes bajo una sombra y, GPS en la mano, voy a buscar la casa.
Esta vez no se me escapará. No tardo en encontrarla, cerca del camino pero
totalmente perdida en la vegetación. Cuatro paredes formando un cuadrado y una
columna central – una casa moderna me dirá después Pep, siglo XVIII o XIX.
Lo que queda de la casa de Galigans
Regreso, saco a mis acompañantes de su
aparcamiento, pasamos la cresta e iniciamos el camino, tan entrañable como
siempre, hacia la Font del Faig. Esta vez entramos en el refugio para tomar una
cerveza. Allí nos atienden Toni y su pareja Mireia. Toni es hijo del primer
guarda del refugio cuando se inauguró en 1961. Se inicia una conversación, con
unas opiniones bastante contundentes sobre las actividades en la montaña y las
carreras en particular. Dicen que el desastroso UltraTrail dels Cavalls del
Vent de 2012, con un frío y lluvia inusual por la época que provocó el abandono
masivo de corredores y, lamentablemente, la muerte de una corredora por
agotamiento e hipotermia, no fue más desastroso gracias a la coordinación entre
los refugios a cada lado del Moixeró.
Los guardas del refugio de Sant Jordi
Aquí le interrumpe Tewy, mi mujer:
“Hice els Cavalls del Vent en 2006 con unos amigos. Pasamos la noche aquí
cuando no estaba tan arreglado”. (Ahora hay aseos y duchas). “Pues yo estaba
aquí entonces”, dice Toni. “Sí, ya me acuerdo”, contesta Tewy. “Un
cascarrabias”. Se hace un silencio glacial. Debe ser la cerveza, pienso, que ha
hecho que mi mujer, normalmente tan diplomática, se salte los filtros. Pero
Toni sonríe de oreja a oreja; al estar al descubierto, está libre para ser
tal como es. Les explico mi blog y posan encantados para la foto. Recomiendo
entrar, aunque sólo sea para tomar un café, y entablar conversación.
Mary y Tewy se preparan para iniciar el camino de regreso
Mary tiene una aplicación en su móvil
que le predice el tiempo. Según la aplicación, en Bagà se pondrá a llover con
rayos y truenos a las 3:30 horas. Saco la cabeza por la puerta; no hay nubes
peligrosas, pero es hora de ponernos en marcha. El guarda también sale: “No
lloverá aquí”, dice, y ponemos rumbo hacia la casa de Escriu por el camino
señalizado. Pero a las 3:30 en punto, sale una nube desde detrás de la montaña y
empieza a cubrir todo el cielo detrás nuestro y no tardan en escucharse los
truenos. Normalmente, este camino, amplio y limpio, es una delicia, bajando de
forma sinuosa por un bosque de hayas. Pero con los truenos acercándose, para
nada quiero cruzar el río abajo con lluvia torrencial y paso toda la bajada con
un ojo puesto en el cielo.
En el camino hacia Escriu
Llegamos a la pista de la casa de
Escriu pero decido no tentar la suerte visitando la casa y giro a la derecha
para ir directamente al río. Caen gotas y los truenos están cada vez más cerca.
El paisaje es encantador, con un verdor excepcional para la época pero la
meteorología desaconseja extasiarse. Aprieto el ritmo pero es inútil; las
mujeres tienen un ritmo propio inalterable y cada 100 metros tengo que parar y
esperarlas. Las gotas caen con más intensidad; apago la electrónica y la guardo
en la mochila.
Entrando en el hayedo encima de Escriu
Y en el camino hacia el río
Pero al llegar al desfiladero de los
Empedrats, las gotas dejan de caer y las nubes se apartan, dirigiéndose hacia
el sur a cada lado de nuestro valle. Cruzamos sobre las piedras sin problemas y
15 minutos después, estamos en la Escola de Natura. Veo que el pajar de la casa
de Hostalets ha sido convertido en una casa rústica/cafetería muy cuca y en la
terraza fuera hay una familia tomando la merienda.
Esa noche, el hombre del tiempo dijo
que cayeron 11 litros en Prat d’Aguiló, a unos 6 kilómetros de donde estábamos.
Hemos tenido suerte.
Con eso, damos por concluida la salida
de hoy. 13,0 km; 615 metros de desnivel acumulado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario