Al levantarme, miro por
la ventana y sólo veo niebla. El hombre del tiempo nos había advertido que
pasaba un frente pero teníamos la esperanza de que la niebla acabara
levantándose.
Hoy el plan era subir la
Portelleta, uno de los pasos a la Carena de Salga. Yo personalmente nunca había
subido este camino, así que prometía ser todo un descubrimiento.
Una vez más, cruzamos el
Pont del Climent pero, al acabar la pista, en vez de seguir recto, giramos a la
derecha y nos adentramos por uno de los pequeños arroyos. Los excursionistas
han marcado el camino con ‘fites’ o montículos de piedras y también los
cazadores han ido marcando con pintura todos los caminos, creando una red
propia.
Iniciamos el camino hacia la Portelleta. Observad el punto rojo, marcando la red creada por los cazadores
Llegamos a una segunda
bifurcación. Giramos a la izquierda; el camino de la derecha lo haremos de
bajada. Mientras seguimos al lado del agua, el camino es casi plano. Sin
embargo, llega un momento que entra en la canal y el camino empieza a tener
cada vez más pendiente. La niebla se va cerrando alrededor nuestro y nuestro
universo se va haciendo cada vez más pequeño. Hay mucha humedad y el camino se
hace resbaladizo sobre las piedras.
La niebla se hace más espesa
Dejamos un camino a la
izquierda y llegamos al pie del ‘grau’, que es una zona de escalada fácil usada
como atajo. Con lo resbaladizo que está la piedra, Pep desaconseja probar la
subida y damos media vuelta. Cogemos el camino a la izquierda para buscar el
camino antiguo a La Portelleta, que encontramos, saliendo de una carbonera. Hay
tanta humedad que parece que está lloviznando, pero es la condensación que cae
de los árboles. Recordando las circunstancias trágicas de la muerte de mi GPS
el año pasado, temo por mi electrónica pero de momento, no da muestras de
desasosiego.
A falta de horizontes, nuestra visión se fija en lo más próximo
El camino va subiendo con fuerte pendiente con interminables eses. Entroncamos con el camino que viene del ‘grau’ y poco después, veo otro camino a la izquierda que Pep desecha: “Camino de rebecos”, me dice escuetamente. Cincuenta metros más de desnivel y llegamos arriba. A la Carena (o arista) de Salga, ya había estado unas cuantas veces y sabía que había una vista que abarcaba media Cataluña, pero hoy es invisible; no vemos más de 10 metros a la redonda.
Pep quiere dar cierta
formalidad a la ocasión y hace las presentaciones: “La Portelleta, Steve; Steve,
La Portelleta”, dice con un gesto aristocrático de la mano. “Encantado”,
respondo y nos sentamos para tomar un refrigerio. Sin embargo, el sudor empieza
a enfriarse y nos obliga a ponernos nuevamente en movimiento. Bajamos por el
mismo camino, intentando no resbalar en el fango ya que hay mucha pendiente.
La vista desde la Portelleta
Al llegar al camino
desechado, le viene a la memoria de Pep una noticia de que los cazadores habían
abierto un camino nuevo a la cresta, en el Serrat dels Toixons, y ahora se
convierte en un camino digno de seguir. No hay duda que antiguamente fue un
camino de animales, pero ahora está arreglado con troncos y escalones. La
niebla nos impide ver el precipicio a nuestra izquierda pero se intuye. “Echo
de menos alguna banderilla”, pienso.
Tras hacer 75 metros de desnivel,
volvemos a estar arriba. Tomamos nota y volvemos a bajar. Al volver a situarnos
en la bifurcación hacia el ‘grau’, tomamos un camino transversal que nos lleva
a la zona llamada “La Gleva”, debajo de la montaña de Salga Aguda. Aquí almorzamos,
en un claro creado por los cazadores para esperar la llegada de los jabalís.
El camino de bajada
Ante la poca visibilidad,
la humedad y el frío y habiendo alcanzado nuestro objetivo primario, decidimos
que es hora de volver a casa. Buscamos el camino de bajada. Al principio,
parece más bien un camino de bajar troncos pero al llegar a la primera
carbonera, adquiere más categoría. Al salir del bosque, vemos como la niebla
empieza a levantarse. Al salir a la pista del Pont del Climent, empiezan a
aparecer manchas de azul en el cielo y al llegar al puente, la niebla ya se
está batiendo en retirada y empieza a salir el sol.
Un insecto espera pacientemente la floración de la oreja de oso
Al llegar a Berga, ya no
quedan restos de nubes, el sol brilla con fuerza y hace una temperatura
auténticamente primaveral. A veces, ocurren cosas que parecen hechas adrede.
Con eso, damos por
concluida la salida de hoy. 6,9
km ; 670
metros de desnivel acumulado.
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