Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



miércoles, 8 de octubre de 2025

3/10/2025 – Regreso a Sant Julià de Cerdanyola (4ª parte) o Medidas desesperadas

Carles me dice que hay 150 barracas en el municipio, según su catálogo. Al ritmo actual de 3 o 4 en cada salida, nos quedan meses aquí. Otra novedad es el regreso anunciado de Pol la semana que viene, una vez recuperado de su lesión.

Pero basta del futuro. En nuestro aparcamiento, recojo una castaña de Indias del suelo. Aquí, el castaño de Indias es un árbol ornamental, plantado habitualmente en parques, quizás porque da mucha sombra, pero en Inglaterra es un árbol común que crece un poco por todas partes. Como Proust con su madalena, de repente estoy transportado a una parte de mi infancia que había olvidado: el juego de ‘conkers’. Consiste en atravesar la castaña con una brocheta y luego pasar una cuerda que se anuda a la salida del agujero. Luego los contrincantes se turnan suspendiendo su castaña mientras el otro intenta romperla a base de castañazos con la suya.

Así es cómo se juega a 'conkers'

Intento explicarlo a Pep y Carles pero su mirada perpleja me hace intuir que no acaban de ver el atractivo de este juego. “Los ingleses sois muy raros”, concluye Pep. Después, en casa, mirando en Internet, veo que no solo no ha muerto sino incluso hay campeonatos nacionales disputados entre adultos.

Bajamos por la carretera hasta llegar al desvío indicado para ir al Forcat, donde hay una bandera que se cambia cada año con ocasión de la Festa Major en septiembre. Iniciamos la subida. Tengo la impresión que el camino estaba más cuidado antes. 


Subiendo hacia El Forcat

Tras unos 80 metros de desnivel, dejamos el camino para hacer un flanqueo por un bancal hacia la primera barraca del día. Pep da por supuesto que me quedaré esperando en el camino, pero no! Aún estoy fresco y me lanzo. Sigue una travesía difícil con las múltiples trampas que ya conozco pero encuentran la barraca que buscan. Tras un largo rodeo, volvemos al camino del Forcat.


Dónde está la barraca?

Poco después, llegamos al Forcat. Consiste en dos rocas separadas por un ‘gran paso para la Humanidad’ para llegar a la bandera. Invito a Pep y Carles a subir – igual han acondicionado mejor el paso sobre el vacío desde la última vez que subí – pero nadie se apunta. Detrás, recordaba un camino de animales que pasaba a la umbría y moría a los pocos metros en una especie de abrigo bajo la roca.


Llegando al Forcat

Seguimos este camino y, para mi sorpresa, continúa. Aparentemente un camino de animales, alguien lo ha limpiado lo suficiente, por razones que desconocemos, para que una persona pueda pasar. Pero no deja de ser precario y soy muy consciente de un precipicio de unos 100 metros a mi izquierda, a veces tapado por la vegetación, a veces a la vista. Tras unos 400 metros, el camino desciende con fuerte pendiente hasta el fondo de un barranco. Pep y Carles, que ya han bajado, me dicen que el camino continúa bajando por el fondo del barranco y luego sale para continuar flanqueando. Pero yo he tenido suficiente y me niego a continuar.


Por aquí me querían hacer bajar

Como la prioridad son las barracas, Pep acepta dar la vuelta. Ahora tengo el precipicio a 1 metro a mi derecha, pero conseguimos llegar al Forcat sin novedad. Pep y Carles bajan en línea recta hacia Les Esposes pero yo busco un descenso más suave y voy bajando por bancales en dirección al pueblo.

Aquí noto una tendencia muy curiosa. Todos los bancales tienen una salida muy amable hacia el pueblo pero cuando doy la vuelta para reencontrarme con los otros, todo son obstáculos: paredes de 3 metros, árboles y arbustos que obstruyen posibles salidas, y, sobre todo, una espina dorsal de roca que me impide cambiar de vertiente. A veces les veo, incluso nos saludamos, pero no consigo pasar.

“Ven al pueblo, Steve”, me parecen decir los bancales. “Olvídate de esos egoístas. Vayamos al bar y recordemos los fines de semana felices que pasaste aquí antes de exiliarte de Barcelona y mudarte a Berga”.

Pero con un último esfuerzo y una pequeña trepada, consigo pasar la columna de roca y me reúno con los demás en otra barraca. Aquí comemos y después, seguimos un hilo de camino que nos lleva hasta la carretera y el pueblo.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 4,9 km; 240 metros de desnivel acumulado.

 

martes, 30 de septiembre de 2025

26/9/2025 – Regreso a Sant Julià de Cerdanyola (3ª parte) o Gestación de una rebelión

Está claro que no nos marcharemos de aquí hasta que Pep haya visto y documentado todas las barracas dispersadas por la cuesta que se extiende desde El Forcat hasta el Coll de Sobirana. Quiere dar una última oportunidad a este catálogo plagado de errores y omisiones que ha descubierto Carles y nos plantamos delante de la sección más occidental, que lleva el nombre de Les Deveses.

Entramos en el camino, ahora con las marcas de un PR, que sube desde el antiguo molino, más tarde, antigua panadería. Anotamos la primera barraca. Pero en vez de seguir subiendo por el lomo, las marcas del PR se desvían hacia la izquierda y bajan hasta el Torrent de Coma Verda, donde hay dos barracas más y un camino que baja a la carretera.

Viñedos y una barraca

El PR salva pequeños riscos a base de múltiples curvas, pasando por los bancales, algunos con viñas. Pep y Carles hablan de un grupo de 4 barracas pero no se ven por ningún lado. Me paro un momento para quitar el jersey y beber agua y cuando levanto la vista, veo que estoy solo. Subo hasta la cresta, donde el PR pasa a la cara norte, y allí les veo parados. “Hemos subido demasiado”, me dice Carles. “Tenemos que volver a bajar hasta donde paraste”.

Bajamos unos 70 m. “Hagamos un flanqueo, a ver si las encontramos”, propone Pep. Miro el terreno abrupto que habría que cruzar. “Os espero aquí”, les digo, y le doy el GPS que nunca pierde la señal a Carles. Paso media hora mirando las mariposas y escuchando a los niños jugar en el patio de la pequeña escuela. En los últimos 15 años, ha venido gente nueva a vivir en el pueblo y quizás sea gracias a ellos que todavía hay escuela.


Vistas imponentes con la cima de Pedraforca tapada por las nubes

Me llaman desde 20 metros más arriba. “De las 4 barracas que se supone que hay aquí, solo hemos encontrado una”, me explica Carles cuando llego a donde están ellos. Subimos un poco más, hasta encarar un bancal largo, amplio y llano. “Tú, Steve, sigue el bancal. Carles, un poco más arriba, y yo seguiré el siguiente bancal, encima del risco, a ver si encontramos esas barracas”. Nos ponemos en marcha. Voy caminando en línea recta hasta el final del bancal, donde hay encinas y boj muerto, comido por la mariposa del boj. Aunque parece que los arbustos vuelven a brotar desde las raíces, las ramas desnudas están secas y rascan al pasar. El terreno me obliga a subir, pero muy poco, y cuando salgo del bosque, veo que Carles está debajo mío, y Pep está aún más abajo. “¿Qué haces allí arriba?”, me pregunta Pep. No tengo explicación.

Nadie ha encontrado nada y volvemos a subir hasta la cresta. Giramos a la izquierda por el PR y, en un punto soleado, comemos. “No sé qué le pasa a Steve”, confiesa Pep a Carles. “Últimamente, se me está volviendo contestatario. Es la segunda vez que se niega a seguir mis indicaciones”. “Lo hago por ti”, contesto. “No querrás bajarme a cuestas si me lesiono”.

Continuamos por la cresta hasta enlazar con el mismo camino que ya hemos subido y bajado y lo volvemos a bajar hasta la carretera. En cierto momento, Pep se para y mira hacia El Forcat. “Tendremos que hacerlo a la manera antigua”, dice. “A base de zigzags. Esta fuente de Carles no es de fiar”.


El PR que baja a Sant Julià de Cerdanyola

Mientras caminamos hacia el coche, Carles me pregunta: “¿Cómo les cuentas a tus lectores estas salidas tan técnicas?”. “Es un problema”, admito. “Suerte de Pep, que siempre me da material”.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 5,8 km; 380 metros de desnivel acumulado.

 


martes, 23 de septiembre de 2025

19/9/2025 – Regreso a Sant Julià de Cerdanyola (2ª parte) o Pep nos inicia en la minuciosidad

La semana siguiente, no salimos. El hombre del tiempo nos había advertido de tormentas durante el día. De hecho, no llovió hasta última hora de la tarde y podríamos haber salido, pero creo que también hubo algo de pereza colectiva entre los miembros más sénior del grupo.

Pero hoy no hay excusas que valgan. De hecho, hoy será el penúltimo día de temperaturas de verano. Carles ha encontrado una web en la que se han recogido todas las barracas de Sant Julià de Cerdanyola, con nombre, descripción, y ubicación. La pega es que solo ha podido bajarlas a Google Maps, que es prácticamente inútil cuando se trata de caminar por la montaña.

Por otra parte, resulta que Pep no ha leído la última entrada del blog, así que le doy mi teléfono en el Mikado para que vea que nos hemos reconciliado y que ha aceptado mis disculpas. “Lo ha inventado todo”, advierte Carles antes de que empiece a leer, como si no lo supiéramos. Pero en un universo paralelo, podría haber pasado perfectamente.

Aparcamos en el nuevo aparcamiento cerca de la Font del Castell. Para empezar a buscar cabañas, hay que subir hacia Els Banyadors. Pasamos por la urbanización y entramos en el camino que sube directamente hacia el noreste. Carles está atento a su teléfono, ya que puede ver nuestra ubicación respecto a las barracas. “Hemos subido demasiado”, dice de repente. Abandona el camino por la derecha y empieza a bajar. No tarda en encontrarla, una 'barraca margera' (construida dentro de la pared del bancal), en una zona de cultivo ahora convertida en bosque de robles.

Para la siguiente, tenemos que subir 40 metros hasta justo por debajo de la pista, que también llega a Els Banyadors después de interminables curvas. También la encontramos sin problemas. “Esto va a ser coser y cantar”, dice Pep.

Para llegar al siguiente grupo de barracas, debemos ir hacia el norte en una especie de flanqueo. No tardamos en entrar en un bosque con antiguos campos de cultivo, marcado en el mapa como Artiga de la Doneta. También descubrimos caminos que suben hacia Els Banyadors o van flanqueando hacia la Coma del Forn. No nos constan y vemos que eso será más complejo de lo que pensábamos. Además, surge un imprevisto: rovellones, muchos, que han salido con las lluvias recientes. Pep saca su bolsa, una sostenible, y empieza a cogerlos. Muchos están ‘curcats’, horadados por gusanos que convierten la carne de la seta en una pasta podrida, pero aun así, no tarda en empezar a llenar la bolsa. Ante la falta de manos, guarda mis mapas en su mochila (“No nos harán falta, gracias a los waypoints de Carles”, justifica).


Pep estrena bolsa sostenible

Llegamos al lecho seco de un torrente que marca la transición de la umbría a la solana. Carles mira su teléfono. “Está muy cerca de aquí”. Bajamos un poco. Como en otros sitios, se ha cavado una zanja que desvía el agua de escorrentía y el fondo del torrente se ha convertido en pequeños campos, y allí delante un pequeño puente o acueducto. “¡Una maravilla!”, exclama Pep. “¡Incluso mejor que una barraca!”, y se apresura a documentarlo. Pero las barracas que nos ha prometido Carles no aparecen. Cuando parece que llegamos, la señal en su móvil cambia y le manda a otro sitio, y así varias veces.


El puente

“Quizás no será tan fácil”, observo. La siguiente está en el Coll del Roc, debajo dels Banyadors. Tras un desnivel de 150 metros, llegamos al collado. Al lado del camino, hay una enorme roca pero de la barraca ni rastro. Dando vueltas a la roca, al final vemos una construcción minúscula, poco más que un abrigo para guardar herramientas, o contrabando.

Volvemos a la pista y luego seguimos el PR que recorre la cresta de l’Alzinet. Ahora que hemos salido del bosque, se nota el calor y, caminando a cierta distancia de Pep y Carles, me entretengo con la multitud de mariposas que me rodean. Justo pasado el Coll de Jou, veo que Pep y Carles han parado, miran brevemente el teléfono de Carles y luego se sientan y sacan los bocadillos. Cuando llego, miro a mi alrededor. “¿Por qué habéis parado aquí?”, pregunto. “Apenas hay sombra ni sitio para sentarse”. “Hay tres barracas abajo”, contesta Pep. “Por aquí vamos a bajar después de comer”.


El camino de la cresta

Me asomo. “¿Dónde está el camino?”, pregunto. “No hay”, contesta Pep. “¿Y mis rodillas?”. “Ya encontrarás la manera”. Y se centra en su bocadillo.

Después de comer, iniciamos la bajada. Es un terreno áspero, de antiguos viñedos erosionados, con las paredes caídas, piedras sueltas y arbustos espinosos que esconden agujeros que rompen tobillos y un gradiente que quiere precipitarme hacia abajo con cada paso. Pep y Carles bajan con una soltura que ya me gustaría para mí. Voy buscando los pasos, intentando mantener las rodillas perpendiculares sobre los pies, sin ángulos raros o giros forzados, ni resbalones o tropiezos, desconfiando de cada piedra.

Después de bajar 100 metros de desnivel, veo que han llegado a la primera barraca. Ahora siguen 400 metros de flanqueo, salvando todo tipo de obstáculos hasta llegar a unas marcas azules desteñidas que señalan un camino erosionado. Y al lado, la segunda barraca. A nadie nos suena este camino pero es evidente que se marcó hace tiempo. Mientras Pep y Carles suben a buscar la tercera barraca, me quedo a la espera. Al cabo de 5 minutos, Pep me grita: “Sube a marcar el punto”. Empiezo a subir pero mi rodilla me advierte que, al igual que en el Everest, hay que saber cuándo renunciar a la cima y dar la vuelta. “Haz una triangulación”, le contesto y me planto.


Un terreno lleno de trampas pero buenas vistas

Siguen 70 metros de desnivel negativo por este camino precario hasta el Torrent de Coma Verde y 50 metros más hasta la pista que nos llevará de vuelta al coche. Paro un momento para llenar mi botella con agua de la Font del Castell. ¡Deliciosa!

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7,2 km; 390 metros de desnivel acumulado.

PD. Una vez en casa, bajo el track al ordenador y veo que tanto los caminos en la Artiga de la Doneta como el camino medio borrado de las marcas azules salen en mis mapas. No recuerdo ni cuándo ni cómo pero allí están. Debía ser alguna salida con Pep en la era pre-blog, cuando éramos jóvenes y guapos y aún teníamos memoria.


miércoles, 10 de septiembre de 2025

5/9/2025 – Regreso a Sant Julià de Cerdanyola (1ª parte) o Pep descubre las barracas

Vinieron dos meses y medio de calor intenso que obligaron a suspender las salidas. Tampoco se pudieron aprovechar unos días anormalmente frescos en julio por las excavaciones. Además, como recordarán mis lectores, en la última salida Pep había jurado no perdonarme nunca por haber pedido consejo a unos jóvenes campistas.

Diplomático nato, Carles decidió tomar cartas en el asunto y mediar una reconciliación. Aprovechó una de las excavaciones para abordar el tema: “No puedes estar enfadado siempre con Steve. Hace 25 años que sois amigos”, empezó. “Nadie es imprescindible”, contestó Pep. “Si no puede tomar en serio nuestro trabajo, mejor que no venga”. “Pero si no viene, ¿quién escribirá sobre nuestras aventuras?”, continuó Carles. “Ni tú ni yo sabemos escribir como él”. “Lo que interesa son los hallazgos históricos y eso ya lo documentamos. A un lector serio, no le interesan los cotilleos. Además, siempre me pinta como el malo del grupo. ¡Es injusto!”, protesta Pep. Pero Carles no renuncia a conseguir que hagamos las paces e insiste. “Pero fuiste tú que le pediste que volviera a escribir el blog, después de un año y medio callado. Y dijiste específicamente que el cotilleo era una parte importante del blog”, argumenta, haciendo referencia a la conversación que tuvo lugar en el coche a principios de mayo.

Esto le hizo recapacitar a Pep. Al cabo de un par de semanas, volvió a hablar con Carles: “Fue muy gordo lo que hizo. Aun me estremezco cuando pienso en ello. Pero le perdonaré si pide perdón”.

Carles no tarda en llamarme. “Te perdonará si te disculpas”. Me lo pienso un poco. “¿Puede ser por WhatsApp?”, pregunto. “Un momento, que se lo pregunto”. Un par de horas después, me llega un mensaje: “Dice que vale, pero tiene que ser una disculpa pública, en el WhatsApp del grupo, no el WhatsApp personal”. Al cabo de poco rato, envío el siguiente mensaje al WhatsApp nuestro: “Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir”, y con esto quedó zanjado el asunto.

------------------------------

Así que volvemos a ser Pep, Carles y yo. Joan ya no vendrá; lo que le interesaba, ya lo ha hecho y no nos necesita. Y a Pol se le ocurrió ir a correr en la montaña para ponerse cachas para unas oposiciones de Mosso y el resultado fue un esguince de grado II del tobillo izquierdo y rotura parcial de ligamentos. Así que le tocarán unas cuantas semanas de penitencia y mientras tanto, me implora de continuar el blog para poder sentirse partícipe de nuestras salidas, aunque sea desde la distancia.

Henos aquí en el Mikado con un día soleado pero no excesivamente caluroso y surge la pregunta de siempre: “¿Dónde vamos?”. Lo preguntamos a Pere. “Subir a Queralt”, nos dice sin titubear. Es lo único que hace. Finalmente, Carles dice que hace tiempo hizo un camino entre La Pomera y Sobirana en Sant Julià de Cerdanyola con su mujer y le quedaron ganas de volver. “Pues ya lo tenemos”, dice Pep y nos ponemos en marcha. Hace unos 20 años, yo hice un flanqueo por los viñedos encima de La Pomera, temiendo quedar colgado allí arriba sin luz solar pero, por suerte, en el último minuto, encontré un camino que bajaba la Serra del Pou. Todo esto quedó plasmado en mis mapas.

Aparcamos cerca de la bifurcación para ir a la casa de Sobirana. Ante nosotros una cuesta pelada, con incontables bancales de viñedos, y bosque en los dos extremos. Caminamos hacia la casa del Pou, pero antes de llegar, sale una pista y, novedad para mí, esta pista lleva las marcas del GR4. La seguimos y, al entrar en un barranco, las marcas del GR toman un camino a la izquierda. Este es el camino que siguió Carles pero para nosotros es desconocido. En el barranco, vemos una zanja que baja la cuesta. Es un canal que desviaba el agua de escorrentía para poder cultivar la tierra fértil del barranco. Hemos visto otros ejemplos de esta práctica en el pasado en Sant Julià de Cerdanyola.


Bancales en el primer barranco

El camino va enlazando bancales, a veces de un modo algo precario pero al entrar en el bosque cerca de La Pomera, adquiere más categoría. Dejamos un camino que sube la cuesta para la vuelta y continuamos hasta la entrada del camino en la carretera de La Pomera. Evidentemente, se decidió traer el GR por aquí para hacer menos carretera asfaltada, que debe tener más tránsito que antes.

Volvemos para subir el camino que dejamos, que tiene mucha categoría y nos lleva a bancales perdidos en el bosque y unas pilas de piedras muy sospechosas en dos collados. Volvemos a la pista para seguir el camino que marqué de bajada hace 20 años, con miedo de quedar a oscuras. Sigue allí, marcado con rombos amarillos que fueron mi salvación en aquel entonces.

Tras una larga subida, llegamos a una barraca, que también marqué. Mirando la web del inventario de patrimonio de Sant Julià de Cerdanyola, Carles dice que hay unas 8 o 9 barracas en estas cuestas. “Tenemos trabajo aquí para el resto del mes”, dice Pep con satisfacción. Después de tanto tiempo sin subir cuestas, noto el esfuerzo pero me consuelo pensando que la próxima vez, irá mejor. También vigilo la rodilla derecha pero no detecto signos de alarma.


Campos cerca de la barraca

Seguimos subiendo hasta el último collado. Anotamos otro canal para desviar el agua de una vaguada e interminables paredes de piedra seca. Aquí comemos. Ahora solo queda bajar por el camino hasta la carretera de Falgars y, desde allí, seguir la pista de Sobirana y El Pou hasta llegar al coche.


Sobirana


Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7 km; 325 metros de desnivel acumulado.

 

lunes, 16 de junio de 2025

13/6/2025 – El término parroquial de Sant Julià de Freixens

Desde hace días, hace un calor más propio de julio. Y llevo tres días sin poder abrir las ventanas, ni siquiera para dormir, porque están quitando la Uralita del tejado de unos bajos en la finca al lado. Y en el camino al Mikado, ya intuyo que mi rendimiento hoy no será óptimo.

Pep me había pedido traer los mapas de Sant Julià de Freixens y en el coche, me enteré de que el objetivo era seguir los límites de la antigua parroquia, un estatus que perdió en el siglo XIV. Joan enumera un sinfín de casas mencionadas en los documentos que ha leído. Pero también había otro motivo que en aquel momento no llegué a comprender y que explicaré más adelante.

Aparcamos en la carretera, cerca del camping El Berguedà. Empezamos caminando por la carretera hacia La Foradada pero Pep no tarda en agobiarse por el paso continuo de vehículos y baja en línea recta por el bosque hasta encontrar el camino de la Xarxa Lenta que va al mismo sitio.

En aquel descenso precario, me doy cuenta que tendré que ser muy consciente de dónde pongo los pies y cómo muevo las rodillas y que, efectivamente, hoy no será mi mejor día.

Salimos otra vez a la carretera y empezamos a subir el camino que antes se usaba para bajar a la carretera desde Vallcebre. Arriba hay un molino que aprovecha el espacio disponible de una manera muy curiosa, construido en el siglo XIX, y que he mencionado en alguna entrada anterior. Pep lleva a los jóvenes a verlo pero yo me quedo en el puente esperándolos. Me parece que la vegetación ha tapado gran parte de su interior desde la última vez que estuvimos aquí.

El teleférico encima de La Foradada

El próximo paso es subir la línea de la ‘cinglera’ hasta el Mirador de Cap Deig, ya que aparentemente marcaba el límite de la parroquia. Son 150 metros de desnivel y ya hace mucho calor. La roca calcárea reverbera con la luz y el calor del sol y el gradiente cada vez cuesta más de subir.

Vista general de las Cingles de Vallcebre y la hendidura de La Foradada

Uno de mis lectores ingleses del blog, un ecologista profesional que también se llama Paul, me dice que debería ser más duro con Pol e insistir más en las incongruencias de sus creencias religiosas. Una broma sobre garrapatas es muy poca cosa, me dijo en nuestro último Zoom. Pero ¿cómo puedo ser duro con él si es el que más me cuida: me ayuda a cruzar las vallas, me envía fotos, y en los pasos difíciles, noto su mirada atenta.

Vista de Sant Julià de Freixens, con la Cantina y la Escola a la izquierda, la línea de vegetación que marca la Ruta de Picasso debajo de la iglesia y las ruinas de El Cofinar encima de la iglesia

Seguimos subiendo por la pendiente hasta llegar a la casa llamada La Batalla y luego por un camino medio borrado que sube una especie de vaguada y luego pasa al lado de la Roca de Girbets. Aquí el paisaje se abre, vemos grandes prados pero nosotros continuamos por el bosque, separados por una valla de alambre. La casa de La Muga está cerca pero no la vemos.

El punto culminante será la Roca del Castellar y todavía faltan 60-70 metros de desnivel. Llegamos a una valla formada por dos cuerdas paralelas. Miro cómo la pasan los demás, cada uno a su manera, y me dispongo a pasar entre las dos cuerdas. De repente, noto un golpe seco en el codo que me catapulta al suelo. ¿Por qué electrificar la valla en un lugar tan alejado de todo?, me pregunto. En eso llegamos a un estanque poblado de carpas rojas, como si fuera una fuente de alguna capital. ¿Qué hacen aquí y quién las trajo? Tampoco hay respuesta. De repente, salen tres caballos del bosque, ansiosos de conocernos, pero quizás porque huelen las manzanas que traemos para el almuerzo. Puede que sean la respuesta a la primera pregunta. Se quedan sin manzanas pero están de buen humor y se dejan acariciar. Nos siguen un rato hasta que giramos para subir el cortafuego de una línea eléctrica, momento en que deciden que estamos locos y entran otra vez en el bosque. Al haber tallado los árboles, vemos que toda la cuesta está formada por pequeños bancales y arriba, hay una estructura que podría ser una casa medieval.

Los caballos

Con la mayor parte del desnivel superado, vamos llaneando hacia la Roca del Castellar. Se ve que había un asentamiento ibérico, ya que se ha encontrado abundante cerámica, pero la aproximación es desde la cara norte por una especie de ‘tartera’. Yo he avisado que no subiré con ellos y Pep me nombra guardián de las mochilas. Tras preguntarles el contenido de sus bocadillos, veo que no llevan nada que me pueda tentar y les aseguro que sus pertenencias estarán seguras conmigo. Después de bajar unos 50 metros, Pep me dice: “Me han puesto dos condiciones para dejarte cuidando las mochilas: que esté cerca del agua y que haya sombra”, y muestra una pequeña península entre dos pequeños arroyos donde hay árboles que dan sombra.

Me acomodo bajo un árbol y leo las últimas noticias sobre el ataque de Israel a Irán mientras como mi bocadillo. Tanta muerte y destrucción, pienso, y ninguno de esos hombres tan poderosos cree que debe temer la crisis medioambiental que ya tenemos aquí.

Después de media hora vuelven. En realidad, les he ido oyendo casi todo el rato mientras iban subiendo y luego bajando. Por temas de sombra, me siento al otro lado del pequeño arroyo, lo cual suscita comentarios sobre el Canal de la Mancha, la insularidad de los británicos y el Brexit. A mí personalmente, el Brexit no me ha hecho ningún favor.

Iniciamos el descenso por la cuesta, al principio siguiendo un camino de animales al lado del arroyo y luego sin camino. Será un descenso muy largo y mi rodilla me avisa que hoy no es el día de hacer tonterías. Bajo a mi ritmo, asegurando los pasos. Una orquídea a cada 10-15 metros me va marcando el camino. Cruzamos la carretera de Saldes y seguimos bajando sin camino hasta llegar a la pista de Ca l’Agustinet. Cada 200 metros hay un cartel que dice que es propiedad privada. ¿Tanto molestamos? A partir de ahora, seguiremos en gran parte lo que era promocionado como la Ruta de Picasso, conmemorando el viaje del pintor a Gòsol. Sin embargo, los tramos sin pista denotan una falta de mantenimiento. ¿No funcionó y se quedó sin presupuesto? Más preguntas sin respuesta.

La gran casa de El Solà y el Cadí detrás

Por fin llegamos a la iglesia de Sant Julià de Freixens. Lo que era la Cantina y la Rectoría han sido restauradas, la Cantina con cierto aire New Age y campanitas chinas que tintinean. 

La Cantina, restaurada con mucho cariño

Subimos a las ruinas de la casa encima de la iglesia, El Cofinar, y allí, por fin, se me revela el segundo propósito de esta salida. Resulta que la familia de Joan por línea materna pasó varias generaciones en esta casa. Al bajar al cementerio, hay varios nichos donde están enterrados antepasados suyos y una tumba con una cruz donde descansan los restos de su tatarabuela.

Joan señala la tumba de su tartarabuela

Seguimos bajando por la Ruta de Picasso, ahora bastante perdedora, pero al llegar a la altura de Cal Coix, Pep gira a la derecha para buscar el Torrent de Bosoms. Entramos en el bosque y vuelvo a perder a los demás. Tras unas subidas y bajadas, nos volvemos a encontrar y entramos en el camí ral, flanqueado con piedras por cada lado para que los animales no entraran en lo que eran campos.

El camino nos lleva directamente al Torrent de Bosoms, muy cerca del molino, pero vemos una caída casi vertical de unos 12 metros que nos impide bajar. “A ver por dónde podemos bajar”, murmulla Pep mientras se asoma al borde. Justo entonces aparecen cuatro jóvenes del camping cercano en la otra orilla, buscando un buen sitio para bañarse. “Igual desde donde están ellos, tienen mejor perspectiva y nos pueden echar una mano”, pienso. “¿Veis algún sitio para bajar?”, les grito. Nos miran sorprendidos, sin saber qué contestar.

“¡No me lo puedo creer!”, exclama Pep, incrédulo, levantando las manos a la cabeza mientras se aleja cuesta abajo a toda prisa. “¡Nunca he pasado tanta vergüenza! ¿Cómo se te ocurre preguntar a esos jóvenes?”. Le intento explicar lo de la perspectiva, pero ya no me está escuchando.

Bajamos unos 70 metros antes de encontrar un sitio donde se puede cruzar, con cierta dificultad. Cuando llego a la otra orilla, Pep me está esperando. “No te lo perdonaré nunca”, me espeta. “Después de mí, eres la persona que más sabe del Berguedà. Ni con un brazo roto, deberías pedir ayuda a gente como esa. ¿Qué saben ellos? Bueno, con una pierna rota quizá sería permisible, pero con un brazo roto no; un brazo roto no impide caminar”.

Llegamos al camino que va al Molino de Bosoms. Pep sigue moviendo la cabeza, superado por la gravedad de mi falta: “Veinticinco años de enseñanza, impartida con constancia y esmero, borrados en un instante”, lamenta. “Desde que cumplí los 70, he perdido algunas inhibiciones”, argumento en mi defensa.

Llegamos a la balsa del molino y vemos otras dos chicas que bajan a refrescarse. “Ni se te ocurra preguntarles donde está el Molino de Bosoms”, me advierte Pep. Me tapo la boca con la mano y niego con la cabeza. Una vez alejado el peligro, continuamos por el camino a la Font de la Foradada y la carretera, pero cuando llegamos a la altura del camping, Pep gira a la izquierda como para entrar en el camping. Luego sube a cierta distancia de la valla por un caos de ramas y vegetación cortada. “Quizás sería mejor coger el otro camino”, sugiero temerosamente. “No pienso hacerte caso”, me contesta y sigue subiendo. Al final, llegamos a la carretera, justo delante del coche.

En el camino de vuelta, Pep enciende la radio. La locutora anuncia la propuesta del Departament d’Educació de prohibir los móviles en las aulas hasta el bachillerato. Pep asiente con la cabeza. “Sí, señor”, dice y luego me mira a mí. “A ti te voy a hacer lo mismo”, me dice. “Prohibido mirar el móvil durante las salidas. A ver si prestas más atención”.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,3 km; 580 metros de desnivel acumulado (100 metros menos para mí). Pero mis piernas no creen el GPS y me dicen que hemos caminado el doble.

 

miércoles, 11 de junio de 2025

6/6/2025 – Regreso a la Torre de Foix

Entro en el Mikado y encuentro a Joan y Pol que ya han llegado. “Solo seremos nosotros tres hoy”, me bromean, “así que te puedes imaginar qué desnivel tendrás que hacer con nosotros”. De hecho, me ha sorprendido ver a Joan aquí. Una vez acabada la zona de Brocà, como quién escupe los huesos del pollo tras haber quitado toda la carne, pensaba que Joan nos dejaría abandonados después de extraernos todo el jugo. “Mientras estéis en el municipio de Guardiola o cerca, seguiré viniendo”, aclara. Pero Pep ya me había dicho que volveríamos a la Torre de Foix.

Aparcamos cerca del camping El Berguedà. Nada más bajar del coche, Carles se da cuenta de que le falta algo. “He dejado el móvil en casa”, lamenta. Evidentemente, sus negocios inmobiliarios tendrán que esperar. Pero su teléfono también tiene un mapa muy detallado del Institut Cartogràfic, que ya no se puede bajar, donde tiene marcadas todo tipo de estructuras y también un punto azul que marca su ubicación y cuya importancia se revelará más adelante.

Pol se apunta a la nueva tendencia anti-garrapatas

Pep, por su parte, ha traído dos mapas impresos donde ha marcado una serie de casas entre aquí y la Torre de Foix que propone mostrar a los dos jóvenes. Primero, vamos hacia Cal Griera y anotamos una casa medieval. Seguidamente, cruzamos la carretera de Saldes y caminamos hacia el este. Dentro del bosque, por debajo del Mas de Pei, sin quitar los ojos de sus mapas, Pep nos lleva sucesivamente a dos casas medievales más y una estructura sin determinar. Pol incluso encuentra un fragmento de cerámica medieval.

El canal que lleva agua al tubo que alimenta la pequeña central hidroeléctrica de Guardiola 

La casa de Mas de Pei con la base de teleférico en el primer plano

Salimos a los campos del Mas de Pei, con vistas impresionantes de Pedraforca, Gisclareny y la cara sur del Cadí. Los cimientos de una torre cerca de la casa dan fe del paso de la línea del teleférico desde Vallcebre. Se han talado árboles, quizás para hacer más prados pero de momento es un caos de ramos y tierra removida por las máquinas.

La masa imponente de Pedraforca, con la iglesia de Sant Julià de Freixens en el primer plano

Y las cuestas de Gisclareny con la cara sur del Cadí detrás

Giramos hacia el norte, cruzamos la carretera de Sant Corneli y luego giramos hacia la izquierda. Otra casa medieval; esta tiene un nombre gracias a la documentación, Mas Noguera. Seguimos subiendo hasta encontrar el camino que nos llevará a Soldevila. Lo que se ve ahora son pajares restaurados. La casa original está escondida en la vegetación y es mucho más antigua.

La vista hacia el sur desde Soldevila

Pep quiere mostrar a los jóvenes la casa que volvimos a visitar a principios de mayo, ahora con un nombre, Mas Fàbrega. Bajamos la pista de Soldevila hasta llegar a la carretera de Sant Corneli, la cruzamos y seguimos bajando con paso seguro en línea recta hacia la casa, guiados por la brújula en el cerebro de Pep. Pero en cierto momento, del mismo modo que el ejército alemán en 1914, en vez de rodear París por el oeste, dio un giro fatídico para pasar por el este de París, dando lugar a la Batalla del Marne, en nuestro avance se produce un cambio de rumbo. Al bajar el track en casa, veo que cuando estamos a 100 metros escasos de la casa, Pep gira para flanquear hacia el norte, cruzando un barranco, hasta llegar a una estructura a unos 180 metros de distancia. Es algo pero no es la casa. Continuamos hacia el norte hasta llegar a una pista. Pep gira hacia Carles. “¿Verdad que no entramos en una pista la última vez?”, pregunta.

Y entonces se me hace la luz. Sin el teléfono de Carles y su mágico punto azul, su brújula interna solo funciona a medias. “Mira los mapas míos. Allí está todo”, le insisto. Pep remueve los mapas con una frustración creciente. “Siempre traes todos los mapas excepto el que hace falta”, me acusa. “Es este”, señalo. “Míralo bien, en el borde derecho”. Por fin, Pep encuentra la casa en el mapa y se restablece la calma. En 5 minutos, siguiendo una elipse, encontramos la casa.

Pep no se aclara

Iniciamos el regreso. La primera parada es la iglesia de Sant Climent y la casa de Torre de Foix. La iglesia ha sido restaurada desde que estuve aquí hace unos cuantos años. En aquel entonces, el tejado se estaba derrumbando. Ahora luce una nueva solidez, al igual que la casa, cuyo núcleo es claramente medieval.

La iglesia de Sant Climent y la casa de Torre de Foix

Subimos nuevamente a la carretera de Sant Corneli. Ya es la hora de comer. “¿Qué te parece si subimos el Grau de Sant Climent?”, propone Pep. “¿Qué hay allí?”, pregunto desconfiado. “Una vista impresionante. Un sitio bonito para comer”, me contesta con su voz más seductora. Son casi 200 metros de desnivel pero hoy no tengo objeciones. Era uno de los ‘graus’ o pasos más asequibles para superar las Cingles de Vallcebre; incluso se podía hacer con animales.

Arreglo floral en el Grau de Sant Climent

Nos queda una última casa, Mas Vilaverd, que dejamos de lado para visitar Mas Noguera. Volvemos a bajar el mismo grau y entramos en un camino ya conocido con las marcas de la Xarxa Lenta. Pero, de nuevo, sin el teléfono de Carles, todo son dudas, titubeos e incertezas. Sin embargo, consultando mi mapa, la acabamos encontrando. Situada dentro del bosque, es quizás la más misteriosa, con restos de muros adornados de musgo. La pared que aguantaba la casa contra el talud de tierra todavía está bastante intacta, a pesar de haber sido abandonada en el siglo XIV.

Finalmente, encontramos la manera de llegar otra vez a la carretera de Sant Corneli y, desde aquí, estamos en el coche en menos de media hora. Incluso desde las pocas semanas que estuvimos en esta zona, varias ruinas, poco más que pilas de piedras, ahora tienen nombre, gracias a la lectura de documentación nueva. Contemplando los restos de Mas Vilaverd, Pep lo resumió a la perfección: "A veces, a pesar de no tener sustancia, los nombres aguantan más que las piedras". 

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,6 km; 375 metros de desnivel acumulado.


viernes, 6 de junio de 2025

30/5/2025 – El archivo de Vilella (3ª parte)

Como mis compañeros todavía no habían leído la última entrada del blog, les puse al día en el Mikado sobre lo que me pasó a la rodilla. “Está claro que ya no soy un chaval y los ejercicios los debo hacer con conciencia”, resumo. “Precisamente, la salida de hoy tiene poco desnivel. No tienes que temer ningún esfuerzo que pueda suponer una amenaza para tus articulaciones”, me tranquiliza Pep.

Ponemos rumbo a Guardiola. Durante el trayecto, Joan es una fuente inacabable de información. De hecho, prácticamente no para de hablar hasta que volvemos a Berga por la tarde. “Era igual cuando compartíamos piso en Barcelona”, me confesará Pol mientras caminamos. “A veces agobiaba”.

Aparcamos en la plaza de la iglesia y caminamos hacia el barrio de Terradelles. Hoy, hará bastante más calor que la semana pasada. Antes de cruzar el puente, giramos a la derecha para subir una calle empinada. Entramos en la pista de Cal Cavallera pero casi enseguida la dejamos para subir sin camino hacia la izquierda hasta llegar a otra pista que lleva a unas torres de telefonía. Desde aquí, seguimos subiendo hasta un montículo en el bosque con unos bloques grandes de piedra dispuestos en una forma más o menos circular. Es el emplazamiento más plausible de la antigua iglesia de Sant Marçal, explican los historiadores de nuestro grupo. Miro mi GPS; ya van 100 metros de desnivel.

La última innovación de Pep en materia anti-garrapatas

Pol tiene que estar en el Valle de Aran antes de las 8 de la tarde pero Pep parece resuelto a mostrar a Joan las últimas casas que nos quedan sin visitar en Brocà. Pasando al lado de Cal Cavallera, con el ladrido de unos cuantos perros anunciando nuestra presencia, ponemos rumbo al norte, desviándonos para visitar Segarulla, una casa en ruinas cerca de Cal Companyó.

Tras señalar el camí ral de Bagà a La Pobla de Lillet, Pep reemprende la ruta hacia Brocà, acumulando 160 metros más de desnivel, incluyendo alguna subida sin camino. De momento, mi rodilla se comporta. 

Una de las subidas sin camino

Volvemos a estar en la iglesia, donde hay dos caballos que intentan protegerse del sol en la poca sombra que ofrece la iglesia con el sol casi vertical. Se han colocado de tal manera que pueden ahuyentar las moscas en la cara de su compañero/a con la cola. Las moscas son un martirio para los caballos en verano, que parecen tener predilección por las mucosas de la nariz y los ojos.

Los caballos

Continuamos por la pista hacia Clarà, una casa en ruinas con algún vestigio medieval. Pep señala la pista que sigue subiendo hacia el norte. “¿Qué, Steve?”, me interpola jovialmente. “¿Te animas a subir a Cerconeda? Es la última casa que nos queda por mostrar”. “¿Cuántos metros de desnivel?”, pregunto desconfiado. Pep calla. “Además, Pol tiene que ir al Valle de Aran y si no llega antes de las 8, no entra en el hotel”, continúo. Pep no insiste e iniciamos la vuelta.

Lo que queda de Clarà

Bajamos por inmensos prados que eran los campos de Clarà. En un punto con un poco de sombra, paramos para comer. No voy a aburrir otra vez al lector con la lista de bocadillos. Además, siempre son los mismos. En todo este rato, Joan no ha parado de hablar pero su temario va mucho más allá del archivo de Vilella y abarca la historia reciente e incluso el presente de Guardiola. “¿Cómo es que sabes tantas cosas de Guardiola?”, le pregunto. Resulta que es el guía del Monasterio de Sant Llorenç prop Bagà y, además de explicar los detalles del monasterio, también pregunta cosas a la gente, muchos de ellos gente local.


La vista hacia el oeste durante el descenso por los prados de Clarà

Reanudamos el descenso, entrando en una larga pista que nos llevará finalmente a Terradelles. Fue un descenso así que me dio el susto de la semana pasada. Pero yo también sé aprender lecciones; me porté bien en el gimnasio el miércoles y llegamos otra vez al coche sin más novedades.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,0 km; 325 metros de desnivel acumulado.

PD. Cuando llego a casa, miro el mapa en Internet. La subida a Cerconeda suponía 230 metros más de desnivel y unos cuantos kilómetros. Como diría Trump, gracias a mí y mi extraordinaria capacidad de previsión, Pol no tuvo que dormir en la calle.





jueves, 29 de mayo de 2025

23/5/2025 – El archivo de Vilella (2ª parte)

Se impone un cambio de escenario y hoy visitamos el núcleo de Brocà. Subimos la larga pista desde la carretera de Guardiola a La Pobla de Lillet que pasa por Cal Companyó y aparcamos delante de la iglesia de Sant Martí. Hoy, sopla una brisa desde el noreste que tiene un doble efecto: baja la temperatura y limpia el aire. Por lo tanto, caminaremos con más comodidad que la semana pasada y podremos disfrutar de los colores de la primavera con una nitidez excepcional.

Después de consultar la placa informativa de la iglesia, más bien parca en información por no decir críptica, ponemos rumbo al grupo de casas alrededor de Vilalta y Cal Cosí. 

La placa informativa de la iglesia

Subimos por un camino señalizado por debajo de la casa habitada de Cal Galló que pasa por la Font de la Serra, pero Pep se equivoca y acabamos muy por encima de las casas, en un depósito abierto revestido de yeso. Desde aquí, baja un pequeño canal revestido de piedras y pasamos por dos casas sin nombre de origen medieval. Todo esto lo tengo marcado en mi mapa pero no tengo ningún recuerdo de haber pasado por allí. 

El canal de riego que baja desde el depósito

Llegamos al grupo de casas. En el mapa del ICC, salen las casas de Vilalta, Serradet y Cal Cosí (habitada). Pero además, había las casas de Puig, Casa de Baix y Casa de Fora, formando un núcleo muy compacto. Solo falta el bar.

La casa de Vilalta

Una vez vistas todas las casas, damos media vuelta para subir hasta la casa del Castell, una subida de algo más de 200 metros. Hoy, con menos calor y menos pendiente y yendo a mi ritmo, subo con buenas sensaciones. La casa del Castell está bastante entera; incluso tiene placas solares en el tejado. “A lo mejor tienen un televisor de 150 pulgadas allí dentro para ver los partidos”, especula Carles. Aparte de esta casa, hay la casa de Joanó al lado, en ruinas, y otra casita llamada Caseta del Castell, habitada por dos ancianos a finales del XIX, según Joan. En una de las otras dos casas, no me acuerdo cuál, hubo una madre con 6 hijos y otra mujer no emparentada. ¿Qué había pasado a los hombres?, me preguntaba. Joan no tiene respuestas.

La casa del Castell

Y la vista hacia el valle del Llobregat.
Se ven los cables de la línea de alta tensión pero la torre está armonizada con el entorno y apenas se ve.

Caminamos medio kilómetro hacia el noroeste, cruzando la Devesa Grossa, hacia un grupo de piedras que encontramos hace más de 10 años. Pep ahora se inclina por una casa medieval, con un corral al lado construido aprovechando piedras de la casa. Damos media vuelta y subimos al Pla Llosar, un gran prado. Aquí, la brisa se nota mucho más fría y buscamos un lugar al abrigo del viento entre los árboles para comer. Justo debajo del prado, protegida del viento del norte, también estaba la última casa, la Casa de Dalt, a 1.270 metros, una casa pobre ahora en ruinas.

Repasando los bocadillos, aparte de la repetición, destaca un denominador común: la facilidad de preparación. Pep todavía no se decide a dar el paso definitivo al vegetarianismo. Inevitablemente, la conversación gira en torno a temas de historia local pero también aborda otros temas, no me acuerdo cuáles. El ambiente es distendido y relajado, solo alterado por el miedo atávico de Pep a las garrapatas, que nos obliga a realizar inspecciones para eliminar cualquier posibilidad de introducir algún ejemplar en su coche a la vuelta. Tomando prestada la fe religiosa de Pol, le recuerdo que Dios también creó las garrapatas y las debemos amar igual que a todas las demás criaturas. Pep replica que la existencia de garrapatas es una prueba más que Dios no existe, ya que un Dios benévolo nunca crearía un insecto tan repelente.

Pep busca una pista en el límite del Pla Llosar que nos conducirá a la última casa de hoy, Sobirana, en un trayecto que acabará haciéndonos caminar paralelos al camino transversal de la semana pasada, pero unos 100 metros más arriba. Es un descenso largo con curvas interminables por una pista dura y pedregosa. ¿Por qué no ha bajado en línea recta?, me pregunto. Nunca falta una subida o bajada sin camino. No encuentro respuestas hasta que Pep se para en una de las curvas y me señala la pendiente que subimos la semana pasada.

La subida de la semana pasada, desde la mancha gris más grande abajo hasta la mancha gris pequeña a la izquierda

Partiendo de una zona rocosa, va subiendo hacia la izquierda con un cambio sensible de ángulo en el último tercio. “En tu blog, insinúas que fue una subida cuyo único objetivo era volver a bajar y que tu sufrimiento fue una futilidad impuesta. Te equivocas; de hecho, es una falsedad”, me riñe. “Aquella subida obedeció a un plan minuciosamente trazado para identificar los caminos transversales. La prueba es que los fuimos anotando todos y el último fue un camino inédito para nosotros, exactamente donde lo predije”.

Le contesto que puede que sea así, pero desde dónde estaba yo, subiendo 10 metros atrás, no me enteraba de sus planes maestros. Y además, la misión del blog es relatar las salidas desde mi perspectiva, por muy distorsionada que esté.

En eso, llegamos a Sobirana, una gran casa de la que solo quedan ruinas. Y 20 minutos más tarde, estamos en el coche, donde nos sometemos a la última inspección de garrapatas.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,6 km; 350 metros de desnivel acumulado.  

      


Las casas de Cal Cosí y Cal Rolló, enmarcados en un paisaje excepcional. Las dos tienen ese aspecto un poco destartalado que denota una casa de trabajo. 

PD. Al bajar del coche en Berga, noto un fuerte dolor en la rodilla derecha, que se agrava con los giros y cualquier movimiento que implique una dorsiflexión del pie o una contracción del músculo de la rótula. Por suerte, aplicando hielo y reposo, en menos de 12 horas ha desaparecido. Pienso que puede haber sido causado por un entusiasmo excesivo en un ejercicio concreto en el gimnasio el pasado miércoles, que no habría ido a más si no fuera por los impactos continuos sobre las rodillas durante la larga bajada por la pista. Mejor un poco más de contención en el gimnasio.