Cuantas cosas han pasado desde la
última salida. Hubo un viaje a Inglaterra, y luego el 11 de septiembre, que
cayó en un viernes. Había la duda de si ir o no, total, no cambiaría nada y lo
importante eran las elecciones del día 27. Pero al final, mi mujer y yo
decidimos ir para dejar constancia.
Pep y Carles fueron dos veces más al
Cadí pero en cada ocasión, después de que Pep me explicara la ruta y el
desnivel, le deseé buena suerte y hasta la próxima. Las dos salidas eran por
no-caminos escabrosos, la primera con un desnivel de 1.500 metros y la segunda
de 800 metros. Pero Pep se dio por satisfecho al haber cubierto lo que sería el
extremo occidental del antiguo municipio de Bagà.
Las elecciones del 27 de septiembre no
dieron la victoria contundente que querían los soberanistas y subió mucho
Ciutadans (uno sospecha porque son jóvenes y guapos). A ver qué pasa.
Nosotros lo teníamos todo a punto para
salir el día 2 de octubre pero una previsión de lluvia hizo que Pep diera la
orden de quedarse en casa, aunque al final no llovió.
El día 8, Pep me llama a casa. “¿Has
hecho la Canal del Cirer?”, me pregunta. “No”. “¿Y las Costes de Roset?”.
“Tampoco”.
El día 9, con una temperatura de sólo
5 grados, aparcamos en el Coll de la Bauma. “Será suave”, me asegura Pep, al
advertirle de que no he hecho nada de montaña (subir a Queralt no cuenta) desde
el día 28 de agosto. Además, empiezan las clases de canto y tiene que estar en
Gironella a las 4 para recoger a su hija.
Hoy, Pep trae un nuevo documento,
también del siglo XVIII, que describe por donde pasa del término municipal de
Gisclareny. Y precisamente el término pasaba por la Canal del Cirer.
Bajamos el camino antiguo de Gresolet,
ahora marcado como parte de la ruta dels Cavalls del Vent. El camino entra en
una curva de la pista y nosotros nos desviamos a la derecha para entrar en la
Canal del Cirer. Dos caminantes bastante corpulentos que están siguiendo las
marcas del Cavalls del Vent, al vernos dejar la ruta, dudan unos momentos y,
antes de desaparecer, les aseguramos que van bien y que somos nosotros que
vamos mal.
El camino antiguo de Gresolet a Coll de la Bauma. Ya se intuyen los colores de otoño
El camino, probablemente un atajo para
hacer solamente a pie, sube el barranco con fuerte pendiente, buscando un paso
entre las rocas. Tan empinada es la pendiente que nos obliga a hacer varias
pausas. “¿No crees que viene siendo hora de buscar a una enfermera que nos
acompañe, preferentemente con desfibrilador?”, pregunto retóricamente a Pep en una de esas pausas.
“Subir esas cuestas con nuestra edad es una temeridad”.
Saliendo de la Canal del Cirer
Salimos del barranco y entramos en los
primeros campos de Roset. Ha salido el sol y ya no hace frío. Pep se siente,
vuelve a sacar el papel y lee en voz alta los detalles de los lugares por donde
pasa el límite municipal. “Te tendrás que acostumbrar a verme con papeles”, me
dirá después. “Carles y yo ya estamos en otra pantalla”. Guarda el papel y
seguimos subiendo.
Pep explica su plan a Carles
Entramos en un camino transversal bastante marcado. Es el
camino de Roset y también el camino antiguo de Bagà a Gòsol. Aquí las señales
(aunque erosionadas) de antiguos campos son inconfundibles. Los viejos del
lugar dicen que aquí nunca ha habido campos pero la evidencia sobre el terreno
dice lo contrario. Seguramente ya llevaban mucho tiempo abandonados antes de
que nacieran.
Pep gira a la derecha para mostrarme
la casa de Roset, una casa pequeña metida en un hueco del terreno para
protegerla del norte. No creo que haya durado más que un par de generaciones. El
documento de Pep no la menciona. Volvemos a girar hacia el oeste por el camino
hasta llegar a una pequeña cresta donde paramos. Se ve cómo el camino continúa
hacia el Coll de Font Cerdana.
Los pocos restos de la casa de Roset
“¿Te gusta el camino?”, me pregunta
Pep. “Te he traído aquí expresamente”. “Pues, sí”, contesto. “Está muy bien.
Está muy bien formado y tengo ganas de seguirlo hasta el final”. “Pues no”,
dice Pep, agitando el papel. “Tenemos que subir por allí”, y señala unas rocas
blancas a 300 metros de desnivel hacia arriba. “Además, aquí dice que el término
municipal cruza el camino de La Cerdanya”.
Pep lleva muchos años sospechando la
existencia de este camino, que entraría en el Clot de Comabona y subiría al
Coll de Puig Terrers antes de que se abriera el actual Camí dels Gosolans. Hace
muchos años, antes de empezar este blog y antes de que se nos uniera Carles, lo
habíamos intentado encontrar, pero sin éxito. “Creo que fuimos demasiado arriba
aquella vez”, concluye Pep. “Tiene que pasar más abajo”.
Vista de la cara norte de Pedraforca con el valle de Gresolet abajo
Dejamos el camino y ponemos rumbo al
norte. Cruzamos la pista de Coll de Torn y, tras una larga subida, por fin
llegamos a la roca. Pep busca cruces grabados en la piedra pero no las hay y
nos metemos en una especie de hueco en la roca para almorzar. La vista es
inmensa, con el Pedraforca delante. Los bosques empiezan a lucir colores de
otoño.
La vista desde donde comimos
Bajamos sin camino, intentando evitar meter
el pie en las grietas de las rocas tapadas por el enebro. Ya casi en la pista
otra vez, encontramos algunas setas, rovellones y fredolics, quizás 1 kg en
total, pero este año ha sido muy malo para las setas … demasiado calor y no ha
llovido.
Caminando por la pista hacia el Coll
de la Bauma, aún tenemos tiempo para seguir otro fragmento del camino de Bagà a
Gósol que evita hacer el rodeo por la Barraca de l’Andal. “Bueno, ya sabemos
qué haremos la semana que viene”, dice Pep, al llegar al coche. “Buscar el
camino de la Cerdanya”.
Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 5 km; 550 metros de desnivel
acumulado.
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