Como aquellas antiguas
representaciones mecánicas del sistema solar, con bolas de metal movidas a
distintas velocidades por un complejo mecanismo de engranajes, nuestras
respectivas vidas han ido girando en diferentes direcciones hasta que, por fin,
el día de hoy todas las bolas hayan quedado alineadas una vez más y podemos
salir juntos, con el lujo añadido de la compañía de Josep Maria.
Una vez más, Pep me había delegado la
tarea de averiguar el último capricho de Carles en materia de caminos y éste me
había confiado que conocía poco la zona entre Montcalb y la Font del Pi.
Empezamos el día con una temperatura
bastante más fresca que las últimas semanas, que en algunos momentos ha rozado
los 40ºC. Aparcamos en el Pedró de la Creu, detrás del pequeño núcleo de
Montcalb, una iglesia y unas casas diseminadas, a 1.400 metros de altura pero
con una insolación inmejorable.
Después de tanto tiempo sin vernos, la
conversación es muy animada, tanto en el Mikado como en el coche: el stage en Inglaterra de Josep Maria, las
excavaciones de Pep, ideas para un nuevo proyecto de Carles y yo con la eterna
pregunta de qué pinto en todo esto.
Ya fuera del coche, Pep me pide mis
mapas y los estudia detenidamente. Decide la ruta, me devuelve los mapas y nos
ponemos en marcha. Delante tenemos una vista larga, con las paredes verticales
de Corriu, las casas de Vilacireres y Can Blanc, y en el fondo, la cara oeste
de Pedraforca.
Pedraforca
Las paredes de Corriu, con Can Blanc detras, y la Sierra de Cadí al fondo
En realidad, la ruta de hoy es lo de
menos. Es una salida de toma de contacto, como decimos, y más importante es
disfrutar de nuestra propia compañía, bañados por la cálida luz de la amistad.
Pep se queja de que le hago hablar tres veces seguidas de los mismos castillos
en el blog (“la gente me empieza a mirar en la calle”) y Josep Mª no para de
rociarse la calva con protector solar pero se niega a ponerse un sombrero. No
quiero ni pensar qué cosas habrá creciendo allí dentro de 20 años.
Carles, Josep Mª y Pep intercambian impresiones
Vemos el pequeño núcleo de Bonner y
luego entramos en el bosque y ya no hay vistas.
Bonner
Pep pide el mapa del Alpina a
Carles en los cruces, pero hoy solo hay pistas y los caminos brillan por su
ausencia. Pasamos por el Portell de Griells, que en su día debía ser un paso
impresionante para merecer un nombre propio, pero hoy se ha abierto y
ensanchado y es un paso de pista cualquiera.
Estado actual del Portell de Griells
Aquí, con la vista de Ensija delante,
comemos. Pep señala los puntos altos: “Aquí tenemos que volver. Hay algo que
quiero averiguar”. Miro el pequeño macizo con respeto. Han pasado tres años
desde que lo subí por última vez y empiezo a tener una edad.
En el fondo, la temida Sierra de Ensija
Volvemos por la cresta en línea casi recta.
Al llegar al coche, veo una carpeta plástica de color azul encima del capot del
coche. ¡Son mis mapas! Allí los había dejado en vez de guardarlos en la
mochila. Por suerte, Pep no me los pidió en todo el trayecto y pude disfrutar
de la salida con la serenidad del olvido, sin tener que sufrir la angustia de
no saber si volvería a encontrar los mapas a la vuelta.
Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,6 km; 270 metros de
desnivel acumulado.
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