Ya ha pasado la Patum, Patrimonio
Inmaterial de la Humanidad, pero hoy Carles tampoco puede venir: demasiado
trabajo. Pero tenemos un plan. La noche antes, Pep me recordó la conversación
que tuvo hace unos meses con uno de los habitantes de Rossinyol. “El camino de Vilada a
Sant Romà de la Clusa no pasa por dónde pensábamos”, me dice.
El camino antiguo desde Vilada pasa
por los campos de Espinagalls y desde allí, sube a la Collada de
Picamill. A partir de aquí, habíamos pensado que volvía a bajar al Clot,
pasando por la Font de l’Avet, y desde allí, subía el fondo del valle hasta
llegar a Sant Romà. Pero resulta que había otro camino que pasaba cerca de
Rossinyol y evitaba tanta subida y bajada.
Aparcamos el coche en la pista de Sant
Romà de la Clusa, cerca de la casa de Comellas. Desde allí, tomamos la pista
que pasa cerca de la casa de Espinagalls y acaba en la Collada de Pasquals.
Desde esta pista, sale una ruta excursionista clásica para subir a Sobrepuny
que pasa por el Grau de Dalt y sube el lado este o de umbría del valle hasta la
Collada de Picamill. En el lado oeste del valle, subía una antigua pista
naturalizada que pasaba debajo de la casa de Picamill y moría debajo de la
Collada de Picamill. A partir de aquí era camino.
Pero desde el primer camino, un poco
pasado el Grau de Dalt, salía otro camino que iba remontando en zigzag por el
centro del valle. Resulta que éste era el camino auténtico. Hace muchos años,
yo había seguido este camino en una salida solitaria pero lo había perdido a
media cuesta porque me empecinaba en que era el camino de Picamill y que debía
ser transversal, no vertical. ¿Por qué subir arriba si ya hay dos caminos que
suben?, pensaba yo.
Vista desde el Grau de Dalt. En primer plano, el cerro donde está situado el Castell de Roset; detrás, Picancel; y en el fondo, Montserrat
Pep lo había seguido hacía unos meses
y efectivamente iba zigzagueaba hacia arriba hasta entroncar con los otros
caminos debajo de la Collada de Picamill. Hoy, entramos nuevamente en este
camino, dispuestos a volver a casa con un track interesante en el GPS pero al
poco rato, su trazado es interrumpido por una fea pista de desembosque. Pep
frunce el ceño. Eso no estaba aquí la última vez que vino. Pero cruzamos la
pista y recuperamos el camino al otro lado. Treinta metros después, otra pista
cruza el camino y luego otra y otra, hasta llegar a una pista vertical que ha
borrado todo lo que queda del camino.
Se ve que se ha decidido explotar a
conciencia todo el centro de esta cuesta. Las pistas suben con fuertes
pendientes y el agua de la lluvia ya está erosionando la tierra de la calzada.
Fuera de las pistas, es un caos de ramas y de rocas empujadas por las máquinas.
Con tanta pista cruzándose continuamente, ha dejado un impacto que va a durar muchos
años pero sin llegar al camino excursionista a la derecha. Sin duda, subiendo
este camino, nadie sospecharía que a pocos metros hay tantas heridas en el
bosque. Me viene a la memoria eso que dicen de los Parques Nacionales, que se
protege una pequeña parte del territorio para tener vía libre para destrozar el
resto.
El enfado de Pep va en aumento y de su
boca salen palabras malsonantes, dejando en muy mal lugar a los ingenieros
forestales y sus modernos métodos de explotación de los recursos forestales. Ya
es imposible seguir el camino y subimos una pista con fuerte pendiente hasta
que entra en la pista del lado oeste, transformada en una autopista de al menos
6 metros de ancho. Para que puedan llegar los bomberos si hay un incendio, me
imagino que habrán dicho al presentar los papeles. Me sabe mal y no creo que
vuelva por aquí en mucho tiempo pero no puedo compartir la cólera de Pep. Antes
sí, pero ahora pienso que, por mucho que lo estropeemos, en medio millón de
años estará todo precioso otra vez. Incluso si provocamos un holocausto
nuclear, lo pasaremos mal nosotros pero el planeta está vivo y, tarde o
temprano, todo volverá a brotar.
Pero volvamos a nuestra ruta. Desde la
Collada de Picamill, donde había un camino que flanqueaba a la izquierda hacia
una antigua mina de carbón, ahora hay una pista, y donde antes bajaba el camino
antiguo, por el costado izquierdo de la Baga Baixa de Picamill, hay otra pista
que ha aniquilado el camino. Pero ya es un paisaje más abierto, de antiguos
prados, con pendientes más suaves, y el impacto no es tan duro.
La pista que baja hacia el Clot desde el Coll de Picamill. No es muy bonita pero las pistas al otro lado son bastante peores
Bajamos la pista, anotando segmentos
residuales del camino antiguo. Tras bajar unos 150 metros de desnivel, vemos un
camino que se mete en el bosque hacia el NE mientras la pista da un giro y
sigue bajando. Es el camino de La Clusa. Lo seguimos y al cabo de unos 250
metros llegamos a un cruce con cuatro ramales. Seguimos el más plano pero entra
en unos campos y se difumina … Éste no es. Damos media vuelta y seguimos otro
camino que sube hacia el SW y pasa por una amplia brecha en las rocas. Llegamos
a un pequeño valle entre dos líneas de rocas con una pista forestal antigua.
Nuestro camino ha desaparecido; además, no tiene sentido que suba 80 metros
para volver a bajar. Bajamos la pista hacia la Foranca, una estrecha abertura
que la pista cruza por arriba. Definitivamente, hemos perdido al camino y nos
invade el amargo sabor de la derrota.
Y justo antes de llegar a la Foranca,
cuando lo hemos dado todo por perdido, vemos un camino que marcha llano hacia
Rossinyol, cruza el lecho seco del torrente y sale en un collado del camino que
baja desde Rossinyol al Clot. Desde allí, empalmaría con el camino de La Clusa
a Rossinyol, sin el desnivel que supondría bajar al Clot y volver a subir. (Ya
he hablado de estos caminos de Rossinyol en la salida del 6/12/2011.)
Había bajado muchas veces por este
camino al Clot pero nunca me había dado cuenta que había otro camino que
llegaba a ese collado. Pero lo cierto es que es imposible verlo desde el
collado, al quedar oculto por unos campos.
Cerca del collado, comemos, saboreando
el éxito. Con el calor y la humedad, las moscas se agolpan alrededor mío,
dejando tranquilo a Pep. Ya había constatado esa atracción irresistible para
las moscas en el pasado e incluso he adquirido cierta fama en este sentido. Sólo
mi hermana me supera en poder de atracción y hoy la echo de menos. Pero evidentemente,
Pep está encantado; es uno de los momentos cuando más me valora como compañero
de caminada.
El camino continúa al otro lado de la Foranca
Después de media hora de conversación,
nos ponemos en marcha, volvemos a la pista y pasamos por la Foranca, esperando
encontrar la continuación del camino. Y efectivamente, sale un camino a la
derecha que, al cabo de unos 130 metros, entra en los mismos campos donde
habíamos descartado el camino esta mañana.
La zona del Clot; detrás, Sant Romà de la Clusa
Llegamos otra vez al cruce y tomamos
el único camino que nos quedaba. Desemboca en los campos de Borrells. Desde
allí, llegamos a la pista principal de Sant Romà, que bajamos hasta el coche.
La pista, construida en los años 50, que sube desde Vilada
Con eso, damos por concluida la salida
de hoy. 10,4 km; 555 metros de desnivel acumulado.
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