Cuando vuelvo a Berga, aprieto el botón de encendido del GPS con una última esperanza. Para mi sorpresa, me vuelve a saludar con su alegre pitido de arranque y se enciende la pantalla. Toco los botones; pitan y también cambian la pantalla. Voy corriendo a mostrarlo a mi mujer. “¡Mira! ¡Está vivo!”, grito, con una alegría incontenible. Me explica que lo desmontó y lo dejó un día entero al sol, hasta que hubiera desaparecido toda una neblina de agua en la pantalla. Entre sus muchos talentos, ahora tiene otro: sanadora de GPS.
Hablando con Pep, le propongo la zona entre Sant Jaume de Frontanyà y la Moreta. Aún no estaba todo aclarado allí y nuestras incursiones en la zona de Sant Esteve de la Riba habían despertado su interés por la zona. Emili está recuperado y se une a nosotros.
Aparcamos el coche en el parking del pueblo de Sant Jaume. Al pasar delante del hostal de Cal Marxandó, se nos engancha un perro que nos acompañará con un silencio total. Si está esperando un tranquilo paseo por el pueblo con unos jubilados, le va a salir bastante mal la jugada.
Nuestro acompañante espontáneo
Entramos en el camino antiguo que pasa delante del Molí de Quirze, haciendo un breve desvío para inspeccionar la casa de Cal Volant y Cal Cristí. Debajo del molino y el núcleo de Canemars, tenía una colita (ver Glosario) que sabía que era el arranque de un camino importante. Como quizás recordarán mis lectores, Carles y yo habíamos ido en varias ocasiones a la zona entre Moreta, Palmerola y Puigmiró con sólo un éxito parcial pero tenía la esperanza de que esa colita permitiría aclarar al menos la zona entre Pomeroles y Moreta.
La iglesia de Sant Jaume de Frontanyà vista desde el sur
Entramos en la susodicha colita y, tras cruzar rieras y crestas, nos lleva directamente a Pomeroles. Cruzamos la pista y encontramos enseguida la continuación del camino, que nos llevaría a la Baga de Pomeroles y luego al Bosc de Moreta.
Ya salen prímulas en las zonas de sombra
Aunque surgen algunas colitas nuevas, todo se hace con una facilidad sorprendente. Es como si sólo hiciera falta la presencia de Pep para aclararlo todo.
Pep y Carles estudian el mapa de 1951
“Bueno, por fin tus misterios se resuelven”, me dice Pep.
“Cierto”, concedo, “pero han salido colitas nuevas”.
“Son cosas menores”.
“Pero algún día habrá que hacerlas”.
“Lo importante es saber los caminos principales”, tercia Carles.
Pep me dirige una sonrisa de padre orgulloso.
“Pues sí que lo tienes indoctrinado”, digo, celoso.
“Será un digno sucesor mío”, replica Pep.
Intento asumir con serenidad mi condición de desheredado mientras continuamos por una pista hacia la casa de Moreta. Al entrar en la pista principal, giramos a la izquierda al Molino de Moreta y almorzamos en unas rocas al lado de la riera, tirando trocitos de pan a los peces y trozos algo más grandes al perro. El perro no consigue encontrar un sitio donde sentarse y pasa todo el rato de pie. Su incomodidad acaba contagiándose a nosotros y nos levantamos.
La presa del Molino de Moreta
Ponemos rumbo a Canemars, pasando por la casa de Les Feixes. Pep anota unos agujeros cortados en las rocas en dos puntos de la riera, indicativos de presas. Entramos en los campos de Les Feixes. Con lo verde que está todo, con una temperatura ideal, el ruido del agua cercana, es realmente agradable caminar por aquí. Encontramos los restos de la casa enterrados bajo la vegetación y continuamos, desviándonos por el antiguo camino de Vila-rasa, que pasa a un lado y luego al otro de la pista.
El Gorg dels Matxos, entre Les Feixes y Canemars
Lo que queda de Vila-rasa
El nombre indica que la zona estaba habitada en la Edad Media. Está rodeada de campos con buena tierra y una fuente abundante cerca. El perro se estira bajo la sombra de un cerezo, implorándonos con los ojos de quedarnos un rato más.
El perro intenta convencernos que es hora de la siesta
Pero nosotros no hemos venido aquí para hacer vacaciones y continuamos. Resignado, el perro se levanta y nos sigue. Anotamos la antigua mina de carbón y ponemos rumbo a Sant Jaume, donde llegamos una hora después.
El perro se despide aliviado de nosotros delante de Cal Marxandó
Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 12,6 km; 700 metros de desnivel acumulado.
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