Se impone un cambio de escenario y hoy visitamos el núcleo
de Brocà. Subimos la larga pista desde la carretera de Guardiola a La Pobla de
Lillet que pasa por Cal Companyó y aparcamos delante de la iglesia de Sant
Martí. Hoy, sopla una brisa desde el noreste que tiene un doble efecto: baja la
temperatura y limpia el aire. Por lo tanto, caminaremos con más comodidad que
la semana pasada y podremos disfrutar de los colores de la primavera con una
nitidez excepcional.
Después de consultar la placa informativa de la iglesia, más bien parca en información por no decir críptica, ponemos rumbo al grupo de casas alrededor de Vilalta y Cal Cosí.
La placa informativa de la iglesia |
Subimos por un camino señalizado por debajo de la casa habitada de Cal Galló que pasa por la Font de la Serra, pero Pep se equivoca y acabamos muy por encima de las casas, en un depósito abierto revestido de yeso. Desde aquí, baja un pequeño canal revestido de piedras y pasamos por dos casas sin nombre de origen medieval. Todo esto lo tengo marcado en mi mapa pero no tengo ningún recuerdo de haber pasado por allí.
El canal de riego que baja desde el depósito |
Llegamos al grupo de casas. En el mapa del ICC, salen las casas de Vilalta, Serradet y Cal Cosí (habitada). Pero además, había las casas de Puig, Casa de Baix y Casa de Fora, formando un núcleo muy compacto. Solo falta el bar.
La casa de Vilalta |
Una vez vistas todas las casas, damos media vuelta para subir hasta la casa del Castell, una subida de algo más de 200 metros. Hoy, con menos calor y menos pendiente y yendo a mi ritmo, subo con buenas sensaciones. La casa del Castell está bastante entera; incluso tiene placas solares en el tejado. “A lo mejor tienen un televisor de 150 pulgadas allí dentro para ver los partidos”, especula Carles. Aparte de esta casa, hay la casa de Joanó al lado, en ruinas, y otra casita llamada Caseta del Castell, habitada por dos ancianos a finales del XIX, según Joan. En una de las otras dos casas, no me acuerdo cuál, hubo una madre con 6 hijos y otra mujer no emparentada. ¿Qué había pasado a los hombres?, me preguntaba. Joan no tiene respuestas.
La casa del Castell |
Y la vista hacia el valle del Llobregat. Se ven los cables de la línea de alta tensión pero la torre está armonizada con el entorno y apenas se ve. |
Caminamos medio kilómetro hacia el noroeste, cruzando la Devesa Grossa, hacia un grupo de piedras que encontramos hace más de 10 años. Pep ahora se inclina por una casa medieval, con un corral al lado construido aprovechando piedras de la casa. Damos media vuelta y subimos al Pla Llosar, un gran prado. Aquí, la brisa se nota mucho más fría y buscamos un lugar al abrigo del viento entre los árboles para comer. Justo debajo del prado, protegida del viento del norte, también estaba la última casa, la Casa de Dalt, a 1.270 metros, una casa pobre ahora en ruinas.
Repasando los bocadillos, aparte de la repetición, destaca un denominador común: la facilidad de preparación. Pep todavía no se decide a dar el paso definitivo al vegetarianismo. Inevitablemente, la conversación
gira en torno a temas de historia local pero también aborda otros temas, no me
acuerdo cuáles. El ambiente es distendido y relajado, solo alterado por el miedo atávico de Pep a las garrapatas, que nos obliga a realizar
inspecciones para eliminar cualquier posibilidad de introducir algún
ejemplar en su coche a la vuelta. Tomando prestada la fe religiosa de Pol, le
recuerdo que Dios también creó las garrapatas y las debemos amar igual que a todas
las demás criaturas. Pep replica que la existencia de garrapatas es una prueba
más que Dios no existe, ya que un Dios benévolo nunca crearía un insecto tan
repelente.
Pep busca una pista en el límite del Pla Llosar que nos conducirá
a la última casa de hoy, Sobirana, en un trayecto que acabará haciéndonos
caminar paralelos al camino transversal de la semana pasada, pero unos 100
metros más arriba. Es un descenso largo con curvas interminables por una pista
dura y pedregosa. ¿Por qué no ha bajado en línea recta?, me
pregunto. Nunca falta una subida o bajada sin camino. No encuentro respuestas
hasta que Pep se para en una de las curvas y me señala la pendiente que subimos
la semana pasada.
La subida de la semana pasada, desde la mancha gris más grande abajo hasta la mancha gris pequeña a la izquierda |
Partiendo de una zona rocosa, va subiendo hacia la izquierda con un cambio sensible de ángulo en el último tercio. “En tu blog, insinúas que fue una subida cuyo único objetivo era volver a bajar y que tu sufrimiento fue una futilidad impuesta. Te equivocas; de hecho, es una falsedad”, me riñe. “Aquella subida obedeció a un plan minuciosamente trazado para identificar los caminos transversales. La prueba es que los fuimos anotando todos y el último fue un camino inédito para nosotros, exactamente donde lo predije”.
Le contesto que puede que sea así, pero desde dónde estaba
yo, subiendo 10 metros atrás, no me enteraba de sus planes maestros. Y además, la
misión del blog es relatar las salidas desde mi perspectiva, por muy
distorsionada que esté.
En eso, llegamos a Sobirana, una gran casa de la que solo
quedan ruinas. Y 20 minutos más tarde, estamos en el coche, donde nos sometemos
a la última inspección de garrapatas.
Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,6 km; 350 metros de desnivel acumulado.
Las casas de Cal Cosí y Cal Rolló, enmarcados en un paisaje excepcional. Las dos tienen ese aspecto un poco destartalado que denota una casa de trabajo. |
PD. Al bajar del coche en Berga, noto un fuerte dolor en la rodilla derecha, que se agrava con los giros y cualquier movimiento que implique una dorsiflexión del pie o una contracción del músculo de la rótula. Por suerte, aplicando hielo y reposo, en menos de 12 horas ha desaparecido. Pienso que puede haber sido causado por un entusiasmo excesivo en un ejercicio concreto en el gimnasio el pasado miércoles, que no habría ido a más si no fuera por los impactos continuos sobre las rodillas durante la larga bajada por la pista. Mejor un poco más de contención en el gimnasio.