Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



miércoles, 11 de junio de 2025

6/6/2025 – Regreso a la Torre de Foix

Entro en el Mikado y encuentro a Joan y Pol que ya han llegado. “Solo seremos nosotros tres hoy”, me bromean, “así que te puedes imaginar qué desnivel tendrás que hacer con nosotros”. De hecho, me ha sorprendido ver a Joan aquí. Una vez acabada la zona de Brocà, como quién escupe los huesos del pollo tras haber quitado toda la carne, pensaba que Joan nos dejaría abandonados después de extraernos todo el jugo. “Mientras estéis en el municipio de Guardiola o cerca, seguiré viniendo”, aclara. Pero Pep ya me había dicho que volveríamos a la Torre de Foix.

Aparcamos cerca del camping El Berguedà. Nada más bajar del coche, Carles se da cuenta de que le falta algo. “He dejado el móvil en casa”, lamenta. Evidentemente, sus negocios inmobiliarios tendrán que esperar. Pero su teléfono también tiene un mapa muy detallado del Institut Cartogràfic, que ya no se puede bajar, donde tiene marcadas todo tipo de estructuras y también un punto azul que marca su ubicación y cuya importancia se revelará más adelante.

Pol se apunta a la nueva tendencia anti-garrapatas

Pep, por su parte, ha traído dos mapas impresos donde ha marcado una serie de casas entre aquí y la Torre de Foix que propone mostrar a los dos jóvenes. Primero, vamos hacia Cal Griera y anotamos una casa medieval. Seguidamente, cruzamos la carretera de Saldes y caminamos hacia el este. Dentro del bosque, por debajo del Mas de Pei, sin quitar los ojos de sus mapas, Pep nos lleva sucesivamente a dos casas medievales más y una estructura sin determinar. Pol incluso encuentra un fragmento de cerámica medieval.

El canal que lleva agua al tubo que alimenta la pequeña central hidroeléctrica de Guardiola 

La casa de Mas de Pei con la base de teleférico en el primer plano

Salimos a los campos del Mas de Pei, con vistas impresionantes de Pedraforca, Gisclareny y la cara sur del Cadí. Los cimientos de una torre cerca de la casa dan fe del paso de la línea del teleférico desde Vallcebre. Se han talado árboles, quizás para hacer más prados pero de momento es un caos de ramos y tierra removida por las máquinas.

La masa imponente de Pedraforca, con la iglesia de Sant Julià de Freixens en el primer plano

Y las cuestas de Gisclareny con la cara sur del Cadí detrás

Giramos hacia el norte, cruzamos la carretera de Sant Corneli y luego giramos hacia la izquierda. Otra casa medieval; esta tiene un nombre gracias a la documentación, Mas Noguera. Seguimos subiendo hasta encontrar el camino que nos llevará a Soldevila. Lo que se ve ahora son pajares restaurados. La casa original está escondida en la vegetación y es mucho más antigua.

La vista hacia el sur desde Soldevila

Pep quiere mostrar a los jóvenes la casa que volvimos a visitar a principios de mayo, ahora con un nombre, Mas Fàbrega. Bajamos la pista de Soldevila hasta llegar a la carretera de Sant Corneli, la cruzamos y seguimos bajando con paso seguro en línea recta hacia la casa, guiados por la brújula en el cerebro de Pep. Pero en cierto momento, del mismo modo que el ejército alemán en 1914, en vez de rodear París por el oeste, dio un giro fatídico para pasar por el este de París, dando lugar a la Batalla del Marne, en nuestro avance se produce un cambio de rumbo. Al bajar el track en casa, veo que cuando estamos a 100 metros escasos de la casa, Pep gira para flanquear hacia el norte, cruzando un barranco, hasta llegar a una estructura a unos 180 metros de distancia. Es algo pero no es la casa. Continuamos hacia el norte hasta llegar a una pista. Pep gira hacia Carles. “¿Verdad que no entramos en una pista la última vez?”, pregunta.

Y entonces se me hace la luz. Sin el teléfono de Carles y su mágico punto azul, su brújula interna solo funciona a medias. “Mira los mapas míos. Allí está todo”, le insisto. Pep remueve los mapas con una frustración creciente. “Siempre traes todos los mapas excepto el que hace falta”, me acusa. “Es este”, señalo. “Míralo bien, en el borde derecho”. Por fin, Pep encuentra la casa en el mapa y se restablece la calma. En 5 minutos, siguiendo una elipse, encontramos la casa.

Pep no se aclara

Iniciamos el regreso. La primera parada es la iglesia de Sant Climent y la casa de Torre de Foix. La iglesia ha sido restaurada desde que estuve aquí hace unos cuantos años. En aquel entonces, el tejado se estaba derrumbando. Ahora luce una nueva solidez, al igual que la casa, cuyo núcleo es claramente medieval.

La iglesia de Sant Climent y la casa de Torre de Foix

Subimos nuevamente a la carretera de Sant Corneli. Ya es la hora de comer. “¿Qué te parece si subimos el Grau de Sant Climent?”, propone Pep. “¿Qué hay allí?”, pregunto desconfiado. “Una vista impresionante. Un sitio bonito para comer”, me contesta con su voz más seductora. Son casi 200 metros de desnivel pero hoy no tengo objeciones. Era uno de los ‘graus’ o pasos más asequibles para superar las Cingles de Vallcebre; incluso se podía hacer con animales.

Arreglo floral en el Grau de Sant Climent

Nos queda una última casa, Mas Vilaverd, que dejamos de lado para visitar Mas Noguera. Volvemos a bajar el mismo grau y entramos en un camino ya conocido con las marcas de la Xarxa Lenta. Pero, de nuevo, sin el teléfono de Carles, todo son dudas, titubeos e incertezas. Sin embargo, consultando mi mapa, la acabamos encontrando. Situada dentro del bosque, es quizás la más misteriosa, con restos de muros adornados de musgo. La pared que aguantaba la casa contra el talud de tierra todavía está bastante intacta, a pesar de haber sido abandonada en el siglo XIV.

Finalmente, encontramos la manera de llegar otra vez a la carretera de Sant Corneli y, desde aquí, estamos en el coche en menos de media hora. Incluso desde las pocas semanas que estuvimos en esta zona, varias ruinas, poco más que pilas de piedras, ahora tienen nombre, gracias a la lectura de documentación nueva. Contemplando los restos de Mas Vilaverd, Pep lo resumió a la perfección: "A veces, a pesar de no tener sustancia, los nombres aguantan más que las piedras". 

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,6 km; 375 metros de desnivel acumulado.


viernes, 6 de junio de 2025

30/5/2025 – El archivo de Vilella (3ª parte)

Como mis compañeros todavía no habían leído la última entrada del blog, les puse al día en el Mikado sobre lo que me pasó a la rodilla. “Está claro que ya no soy un chaval y los ejercicios los debo hacer con conciencia”, resumo. “Precisamente, la salida de hoy tiene poco desnivel. No tienes que temer ningún esfuerzo que pueda suponer una amenaza para tus articulaciones”, me tranquiliza Pep.

Ponemos rumbo a Guardiola. Durante el trayecto, Joan es una fuente inacabable de información. De hecho, prácticamente no para de hablar hasta que volvemos a Berga por la tarde. “Era igual cuando compartíamos piso en Barcelona”, me confesará Pol mientras caminamos. “A veces agobiaba”.

Aparcamos en la plaza de la iglesia y caminamos hacia el barrio de Terradelles. Hoy, hará bastante más calor que la semana pasada. Antes de cruzar el puente, giramos a la derecha para subir una calle empinada. Entramos en la pista de Cal Cavallera pero casi enseguida la dejamos para subir sin camino hacia la izquierda hasta llegar a otra pista que lleva a unas torres de telefonía. Desde aquí, seguimos subiendo hasta un montículo en el bosque con unos bloques grandes de piedra dispuestos en una forma más o menos circular. Es el emplazamiento más plausible de la antigua iglesia de Sant Marçal, explican los historiadores de nuestro grupo. Miro mi GPS; ya van 100 metros de desnivel.

La última innovación de Pep en materia anti-garrapatas

Pol tiene que estar en el Valle de Aran antes de las 8 de la tarde pero Pep parece resuelto a mostrar a Joan las últimas casas que nos quedan sin visitar en Brocà. Pasando al lado de Cal Cavallera, con el ladrido de unos cuantos perros anunciando nuestra presencia, ponemos rumbo al norte, desviándonos para visitar Segarulla, una casa en ruinas cerca de Cal Companyó.

Tras señalar el camí ral de Bagà a La Pobla de Lillet, Pep reemprende la ruta hacia Brocà, acumulando 160 metros más de desnivel, incluyendo alguna subida sin camino. De momento, mi rodilla se comporta. 

Una de las subidas sin camino

Volvemos a estar en la iglesia, donde hay dos caballos que intentan protegerse del sol en la poca sombra que ofrece la iglesia con el sol casi vertical. Se han colocado de tal manera que pueden ahuyentar las moscas en la cara de su compañero/a con la cola. Las moscas son un martirio para los caballos en verano, que parecen tener predilección por las mucosas de la nariz y los ojos.

Los caballos

Continuamos por la pista hacia Clarà, una casa en ruinas con algún vestigio medieval. Pep señala la pista que sigue subiendo hacia el norte. “¿Qué, Steve?”, me interpola jovialmente. “¿Te animas a subir a Cerconeda? Es la última casa que nos queda por mostrar”. “¿Cuántos metros de desnivel?”, pregunto desconfiado. Pep calla. “Además, Pol tiene que ir al Valle de Aran y si no llega antes de las 8, no entra en el hotel”, continúo. Pep no insiste e iniciamos la vuelta.

Lo que queda de Clarà

Bajamos por inmensos prados que eran los campos de Clarà. En un punto con un poco de sombra, paramos para comer. No voy a aburrir otra vez al lector con la lista de bocadillos. Además, siempre son los mismos. En todo este rato, Joan no ha parado de hablar pero su temario va mucho más allá del archivo de Vilella y abarca la historia reciente e incluso el presente de Guardiola. “¿Cómo es que sabes tantas cosas de Guardiola?”, le pregunto. Resulta que es el guía del Monasterio de Sant Llorenç prop Bagà y, además de explicar los detalles del monasterio, también pregunta cosas a la gente, muchos de ellos gente local.


La vista hacia el oeste durante el descenso por los prados de Clarà

Reanudamos el descenso, entrando en una larga pista que nos llevará finalmente a Terradelles. Fue un descenso así que me dio el susto de la semana pasada. Pero yo también sé aprender lecciones; me porté bien en el gimnasio el miércoles y llegamos otra vez al coche sin más novedades.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,0 km; 325 metros de desnivel acumulado.

PD. Cuando llego a casa, miro el mapa en Internet. La subida a Cerconeda suponía 230 metros más de desnivel y unos cuantos kilómetros. Como diría Trump, gracias a mí y mi extraordinaria capacidad de previsión, Pol no tuvo que dormir en la calle.





jueves, 29 de mayo de 2025

23/5/2025 – El archivo de Vilella (2ª parte)

Se impone un cambio de escenario y hoy visitamos el núcleo de Brocà. Subimos la larga pista desde la carretera de Guardiola a La Pobla de Lillet que pasa por Cal Companyó y aparcamos delante de la iglesia de Sant Martí. Hoy, sopla una brisa desde el noreste que tiene un doble efecto: baja la temperatura y limpia el aire. Por lo tanto, caminaremos con más comodidad que la semana pasada y podremos disfrutar de los colores de la primavera con una nitidez excepcional.

Después de consultar la placa informativa de la iglesia, más bien parca en información por no decir críptica, ponemos rumbo al grupo de casas alrededor de Vilalta y Cal Cosí. 

La placa informativa de la iglesia

Subimos por un camino señalizado por debajo de la casa habitada de Cal Galló que pasa por la Font de la Serra, pero Pep se equivoca y acabamos muy por encima de las casas, en un depósito abierto revestido de yeso. Desde aquí, baja un pequeño canal revestido de piedras y pasamos por dos casas sin nombre de origen medieval. Todo esto lo tengo marcado en mi mapa pero no tengo ningún recuerdo de haber pasado por allí. 

El canal de riego que baja desde el depósito

Llegamos al grupo de casas. En el mapa del ICC, salen las casas de Vilalta, Serradet y Cal Cosí (habitada). Pero además, había las casas de Puig, Casa de Baix y Casa de Fora, formando un núcleo muy compacto. Solo falta el bar.

La casa de Vilalta

Una vez vistas todas las casas, damos media vuelta para subir hasta la casa del Castell, una subida de algo más de 200 metros. Hoy, con menos calor y menos pendiente y yendo a mi ritmo, subo con buenas sensaciones. La casa del Castell está bastante entera; incluso tiene placas solares en el tejado. “A lo mejor tienen un televisor de 150 pulgadas allí dentro para ver los partidos”, especula Carles. Aparte de esta casa, hay la casa de Joanó al lado, en ruinas, y otra casita llamada Caseta del Castell, habitada por dos ancianos a finales del XIX, según Joan. En una de las otras dos casas, no me acuerdo cuál, hubo una madre con 6 hijos y otra mujer no emparentada. ¿Qué había pasado a los hombres?, me preguntaba. Joan no tiene respuestas.

La casa del Castell

Y la vista hacia el valle del Llobregat.
Se ven los cables de la línea de alta tensión pero la torre está armonizada con el entorno y apenas se ve.

Caminamos medio kilómetro hacia el noroeste, cruzando la Devesa Grossa, hacia un grupo de piedras que encontramos hace más de 10 años. Pep ahora se inclina por una casa medieval, con un corral al lado construido aprovechando piedras de la casa. Damos media vuelta y subimos al Pla Llosar, un gran prado. Aquí, la brisa se nota mucho más fría y buscamos un lugar al abrigo del viento entre los árboles para comer. Justo debajo del prado, protegida del viento del norte, también estaba la última casa, la Casa de Dalt, a 1.270 metros, una casa pobre ahora en ruinas.

Repasando los bocadillos, aparte de la repetición, destaca un denominador común: la facilidad de preparación. Pep todavía no se decide a dar el paso definitivo al vegetarianismo. Inevitablemente, la conversación gira en torno a temas de historia local pero también aborda otros temas, no me acuerdo cuáles. El ambiente es distendido y relajado, solo alterado por el miedo atávico de Pep a las garrapatas, que nos obliga a realizar inspecciones para eliminar cualquier posibilidad de introducir algún ejemplar en su coche a la vuelta. Tomando prestada la fe religiosa de Pol, le recuerdo que Dios también creó las garrapatas y las debemos amar igual que a todas las demás criaturas. Pep replica que la existencia de garrapatas es una prueba más que Dios no existe, ya que un Dios benévolo nunca crearía un insecto tan repelente.

Pep busca una pista en el límite del Pla Llosar que nos conducirá a la última casa de hoy, Sobirana, en un trayecto que acabará haciéndonos caminar paralelos al camino transversal de la semana pasada, pero unos 100 metros más arriba. Es un descenso largo con curvas interminables por una pista dura y pedregosa. ¿Por qué no ha bajado en línea recta?, me pregunto. Nunca falta una subida o bajada sin camino. No encuentro respuestas hasta que Pep se para en una de las curvas y me señala la pendiente que subimos la semana pasada.

La subida de la semana pasada, desde la mancha gris más grande abajo hasta la mancha gris pequeña a la izquierda

Partiendo de una zona rocosa, va subiendo hacia la izquierda con un cambio sensible de ángulo en el último tercio. “En tu blog, insinúas que fue una subida cuyo único objetivo era volver a bajar y que tu sufrimiento fue una futilidad impuesta. Te equivocas; de hecho, es una falsedad”, me riñe. “Aquella subida obedeció a un plan minuciosamente trazado para identificar los caminos transversales. La prueba es que los fuimos anotando todos y el último fue un camino inédito para nosotros, exactamente donde lo predije”.

Le contesto que puede que sea así, pero desde dónde estaba yo, subiendo 10 metros atrás, no me enteraba de sus planes maestros. Y además, la misión del blog es relatar las salidas desde mi perspectiva, por muy distorsionada que esté.

En eso, llegamos a Sobirana, una gran casa de la que solo quedan ruinas. Y 20 minutos más tarde, estamos en el coche, donde nos sometemos a la última inspección de garrapatas.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,6 km; 350 metros de desnivel acumulado.  

      


Las casas de Cal Cosí y Cal Rolló, enmarcados en un paisaje excepcional. Las dos tienen ese aspecto un poco destartalado que denota una casa de trabajo. 

PD. Al bajar del coche en Berga, noto un fuerte dolor en la rodilla derecha, que se agrava con los giros y cualquier movimiento que implique una dorsiflexión del pie o una contracción del músculo de la rótula. Por suerte, aplicando hielo y reposo, en menos de 12 horas ha desaparecido. Pienso que puede haber sido causado por un entusiasmo excesivo en un ejercicio concreto en el gimnasio el pasado miércoles, que no habría ido a más si no fuera por los impactos continuos sobre las rodillas durante la larga bajada por la pista. Mejor un poco más de contención en el gimnasio.


sábado, 24 de mayo de 2025

16/5/2025 – El archivo de Vilella (1ª parte)

Resulta que el Ayuntamiento de Guardiola ha adquirido el archivo de la casa de Vilella, a caballo entre Brocà y Riutort y Joan Bosoms (ver salida de 1/10/2021) se ha ofrecido a catalogar todo lo que contiene. Se ve que hay mucho material y han salido un montón de topónimos, incluido de casas. Usando las afrontaciones como guía, ahora quiere buscarlos sobre el terreno. ¿Y quién mejor que nosotros para encontrarlos?

En el Mikado, Pep informa a Pol y Joan que el blog renacerá de sus cenizas. Cuando eran dos estudiantes de historia desterrados en Barcelona, esperaban con impaciencia cada post nuevo para dar un poco de color a una vida donde reinaba el gris.

Joan pide empezar en l’Espelt, cerca del límite municipal, y progresar hacia el oeste. Aparcamos en la pista que va a la mina de petróleo, en la unión con la pista que va a la casa de l’Espelt. El estado de la casa ha empeorado sustancialmente desde la última vez que estuvimos aquí, parte del tejado ha venido abajo y no tardará en caer el resto. Las vistas hacia las Cingles de Banyadors, con la hoja del haya recién salida, y uno de los primeros días con cielo totalmente azul en este lluvioso mes de mayo, son inmejorables.


La casa de l'Espelt; poco le queda para caer al suelo

Desde la casa, Joan nos lleva al torrente al lado, donde hay un depósito de agua hecho con piedras, y de allí, a las ruinas de una casa a escasa distancia, los dos desconocidos por nosotros. Quedamos maravillados. “¿Por qué quieres que vengamos nosotros si ya lo has hecho todo?”, pregunto perplejo. “Solo he llegado hasta aquí”, confiesa Joan. “A partir de aquí, es territorio comanche para mí”.

Según sus documentos, la casa se llama Mijaus. Fue habitada desde la Edad Media hasta principios del siglo XX, pero todo lo que queda es un perímetro medio borrado y un hueco en el terreno.

Mientras contemplamos los escasos restos de la casa, de la boca de Joan sale un torrente de datos históricos, a los cuales Pep presta gran atención. Parece existir una gran sintonía entre los dos, hasta llevan la misma camiseta, pero intuyo cierto malestar y miro a Pol. Le veo callado con una mirada ausente. Cuando nos ponemos en marcha otra vez, no participa en las conversaciones. Sé cómo se siente; me pasó lo mismo cuando se unió Carles a nuestro grupo. De ser el compañero imprescindible de Pep, pasé a un papel secundario de portador del GPS que nunca pierde la señal. Es una sensación que solo entienden los que han pasado por lo mismo.


Pol atraviesa un momento difícil

En nuestra progresión hacia el oeste, nos asomamos a un par de promontorios, donde no hay nada, y luego iniciamos un largo ascenso sin camino hacia el norte sin encontrar nada remarcable y sin objetivo claro. Subimos unos 200 metros de golpe, primero con una pendiente razonable y los últimos 100 metros, con una pendiente mucho más fuerte que me deja sin aliento. Cuando llego arriba, los demás me están esperando en un camino que no teníamos marcado. Mientras espero que me bajen las pulsaciones, Pep señala unas flores pequeñas azules. “Mira que florecitas más bonitas”, me dice. “Solo para verlas ha valido la pena subir”.


La casa de Vilella y Tancalaporta detrás

Con eso, nos ponemos en marcha otra vez, siguiendo este largo camino hacia el oeste. Las ramas muertas del boj son secas y ásperas, y rasguñan mis brazos al pasar, desprovistos por culpa del calor de la protección del jersey. Pero, después de la plaga de la mariposa del boj, la vida busca un camino y pegados a los troncos, a veces solo a ras del suelo, salen pequeños brotes de 5 ó 10 hojas. Parece que el único propósito de este flanqueo ha sido llegar a la Serra de Vilella, y aquí, volvemos a bajar 100 metros hacia el sur hasta llegar a un pequeño bosque al lado de un inmenso prado donde pastan unas cuantas vacas, a la altura de Cal Companyó. 


Una vista bucólica durante el largo descenso

Aquí, una vez cumplido el ritual de revelar qué tenemos en nuestros bocadillos, comemos. Pep, aspirante declarado a vegetariano, no falla: siempre trae embutido. Pero desde hace tiempo, Pol ya no tiene ese aire pensativo y ausente. Igual me equivoqué en mi diagnóstico y le importa un rábano ser eclipsado momentáneamente por Joan.

Seguimos bajando hasta llegar a una pila de piedras que forman una serie de perímetros. Joan tiene un posible nombre pero de momento no es posible confirmar. Seguimos bajando hasta llegar a la pista de Cal Companyó, tocando la carretera de La Pobla. Aquí, Pep cruza una pequeña vaguada y llegamos a las ruinas de otra casa, la Casanova de Companyó, con tres habitantes en 1872, un hombre de 50 años, una mujer de 42 años y una niña de 7 años.


Con tanta lluvia, empiezan a salir las primeras orquídeas

Giramos para volver al coche, subiendo a pequeños lomos para bajar a prados. Pasamos por la Casanova de Vilella, arreglada, y Les Planes, en ruinas. Los prados están llenos de vacas, algunas con terneras. Ya sabemos lo posesivas que son las vacas con sus terneras. Concretamente, una ternera está acostada en la hierba a unos 20 metros a nuestra izquierda y, a otros 10 metros escasos, la madre está mirándonos fijamente con cara de pocos amigos. “Perdona”, le digo, “ha sido sin querer”, y giramos a la derecha para bordear el límite del prado.

Hoy, con tantas subidas y bajadas, me he cansado más que cuando subimos a Sant Miquel en abril. ¿Será el calor? ¿Será la primavera? ¿Será la clase de Feldenkreis del día anterior?

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10 km; 460 metros de desnivel acumulado.

 

jueves, 22 de mayo de 2025

2/5/2025 – La Torre de Foix

Hoy, Pol no puede venir. Por lo tanto, no haremos un tour americano (siete capitales europeas en cinco días), lo cual siempre es de agradecer. Además, el hombre del tiempo nos había avisado del paso de un frente que traería lluvia. Debatiendo dónde ir en el Mikado, Carles confiesa que no tiene muy controlada la zona de la Torre de Foix. “Pues que no se hable más”, dice Pep. “Además, me irá bien. En noviembre, tengo que dar una charla sobre la casa”.

Aparcamos un kilómetro pasado la Torre de Foix en dirección hacia el complejo hotelero del Jou. De momento, el cielo es azul pero las cumbres del Moixeró y la Tosa d’Alp están cubiertas de una fina neblina y no tardamos en notar la llegada de un velo gris que es el preludio del frente. Pep consulta el radar de su móvil. “La lluvia aún está lejos pero conviene no alejarnos mucho del coche”. Propone explorar los prados abajo y visitar la explotación a cielo abierto, y, si el tiempo aguanta, subir el Grau de Soldevila.


De momento, la cosa pinta bien

El primer objetivo es una pila de piedras descubierta en una salida anterior y que Pep había apuntado como posible casa medieval. Al llegar, vemos la misma pila, con una cierta ordenación que podría sugerir unos muros.

Después de subir un par de elevaciones “por simple curiosidad” y con la casa de Foix unos 400 m al norte, ponemos rumbo al sur para entrar en la zona donde hubo la explotación a cielo abierto. El cielo está cada vez más tapado y Pep vuelve a consultar el radar. “Está por Cardona. Démonos prisa”.


Les Cingles de Vallcebre

Enseguida notamos el cambio de terreno. Desde los verdes prados, ahora pasamos a una tierra más árida con una vegetación más bien escuálida, cortada por barrancos profundos que tenemos que cruzar. El objetivo es una pared rocosa con estratos paralelos de distintos colores, oscilando entre marrón y negro.


Los estratos que Pep quería ver de cerca

A finales del siglo XVIII, nos cuenta Pep, el propietario de la casa de Foix, Josep de Solanell i de Foix i de Graell, recorrió Vallcebre, Figols, Fumanya, Peguera, La Nou, Malanyeu y La Pobla de Lillet con un notario. Había pedido autorización a la Intendencia de Minas para hacer prospecciones y donde se veían afloramientos de carbón mineral, mandaba a unos ‘masovers’ extraer una muestra y hacer que ardiera, todo ello descrito con gran detalle por el notario. De este modo, marcó los límites de lo que era la cuenca carbonífera del Berguedà, con la excepción de Saldes. Su idea era sustituir el carbón vegetal con carbón mineral en las fraguas y la incipiente industria manufacturera de Ripoll. Sin embargo, no consiguió el permiso para explotar los yacimientos y tuvo que pasar un siglo más antes de que se iniciara la minería a escala industrial en el Berguedà.


Mirando otra vez hacia el norte; la cosa se va complicando

Después de fotografiar los estratos, bajamos a la vaguada y ascendemos al otro lado, solo pausando para inspeccionar un trozo de tierra arenosa que ha encontrado Carles, repleta de fragmentos de roca lisa con un grosor fino y uniforme, lisos por una cara y con una textura de piel de naranja por la otra. ¿Huevos de dinosaurio? La superficie que cubren no puede medir más de 20 metros cuadrados.


¿Algún paleontólogo nos puede aclarar esto?

Al llegar a la carretera otra vez, solo se ve un gris uniforme hacia el sur. “La lluvia está en Berga”, proclama Pep desde su móvil. “Se acabó el paseo”. Empiezan a caer las primeras gotas.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 3 km; 100 metros de desnivel acumulado.


2/5/2025 – Mi blog despierta del coma

Hoy es viernes y, como sabrán mis lectores veteranos, vamos a caminar. En el aparcamiento de la Font del Ros, hemos coincidido con un grupito de personas que hacen una mezcla de Nordic walking y patrimonio en salidas semanales. Conocen a Pep y nos saludamos. “Vamos a visitar el Serrat de les Tombes”, (ver la salida del 29/10/2021) dicen. “Nosotros vamos a la Torre de Foix”, decimos, y nos despedimos.

Ya en el coche yendo hacia nuestro destino, Pep me dice: “Estos fueron lectores de tu blog y lo usaron para buscar rutas. De hecho, mucha más gente conoce tu blog de lo que piensas”. Siguen unos segundos de silencio. “Creo que deberías volver a empezar tu blog. De hecho, no lo deberías haber parado. Fue un gran error. Es algo único, no hay nada parecido en el mundo del excursionismo”.

Hace una pausa para elegir bien sus palabras: “En tus descripciones de los lugares, despiertas el interés para conocerlos a la vez que conservas un toque de misterio que estimula la curiosidad. Y las anécdotas le dan un toque de entretenimiento que le diferencia de todos los demás blogs de senderismo”.

“Yo sería incapaz de escribir algo así”, segunda Carles.

Hace tiempo que he dejado de mirar mis correos en el móvil y le escucho con una mezcla de asombro y agradecimiento. Nunca le he oído hablar tan claro y en términos tan positivos sobre mi blog pero nada de lo que ha dicho hasta ahora me prepara para su argumento culminante. “Dices que quieres escribir una novela pero todavía no has empezado ni la primera página. ¡No te das cuenta que tienes tu gran obra delante de las narices!”.

“¿El cotilleo también?”, pregunto, intentando digerir ese inesperado aluvión de elogios. “Sin el cotilleo, no sería lo que es”, contesta. “Solo te pediría un poco más de información histórica, y para eso nos tienes a nosotros”.

Lo cierto es que hace un par de semanas, había vuelto a pensar en el blog. Hace tiempo que Pol ha vuelto a caminar con nosotros. Nunca me deja de sorprender que la comunicación intergeneracional sea tan fácil entre nosotros. Pep lo ve como nuestro sucesor y nos ha llevado en rutas extenuantes para enseñarle el máximo de cosas históricas en el mínimo tiempo posible, primero por los municipios de Olván y Sagás durante el invierno, y posteriormente por el municipio de La Quar, entrando en el valle de la Portella.

La semana anterior, subimos la Canal Freda para visitar dos casas medievales cerca de Sant Miquel y luego bajamos por la Canal de Sant Miquel, con más de 600 metros de desnivel y una niebla que no dejaba ver más de 100 metros, coronado por el exigente Grau de Rosa.

En cuanto a mí, en este año y medio, he cambiado de década pero, gracias al Feldenkreis con nuestra profesora Mon y las clases de fuerza en el gimnasio Atles, mi cuerpo ha ganado en solidez, mi postura ha mejorado y ya no tengo esa sensación de fragilidad que me acosaba. Pasar las tardes jugando al dominó en el Hogar del Pensionista, todavía lo veo lejos.