Entro en el Mikado y encuentro a Joan y Pol que ya han
llegado. “Solo seremos nosotros tres hoy”, me bromean, “así que te puedes
imaginar qué desnivel tendrás que hacer con nosotros”. De hecho, me ha
sorprendido ver a Joan aquí. Una vez acabada la zona de Brocà, como quién escupe
los huesos del pollo tras haber quitado toda la carne, pensaba que Joan nos
dejaría abandonados después de extraernos todo el jugo. “Mientras estéis en el
municipio de Guardiola o cerca, seguiré viniendo”, aclara. Pero Pep ya me había
dicho que volveríamos a la Torre de Foix.
Aparcamos cerca del camping El Berguedà. Nada más bajar del
coche, Carles se da cuenta de que le falta algo. “He dejado el móvil en casa”,
lamenta. Evidentemente, sus negocios inmobiliarios tendrán que esperar. Pero su
teléfono también tiene un mapa muy detallado del Institut Cartogràfic, que ya
no se puede bajar, donde tiene marcadas todo tipo de estructuras y también un
punto azul que marca su ubicación y cuya importancia se revelará más adelante.
Pol se apunta a la nueva tendencia anti-garrapatas |
Pep, por su parte, ha traído dos mapas impresos donde ha marcado una serie de casas entre aquí y la Torre de Foix que propone mostrar a los dos jóvenes. Primero, vamos hacia Cal Griera y anotamos una casa medieval. Seguidamente, cruzamos la carretera de Saldes y caminamos hacia el este. Dentro del bosque, por debajo del Mas de Pei, sin quitar los ojos de sus mapas, Pep nos lleva sucesivamente a dos casas medievales más y una estructura sin determinar. Pol incluso encuentra un fragmento de cerámica medieval.
El canal que lleva agua al tubo que alimenta la pequeña central hidroeléctrica de Guardiola |
La casa de Mas de Pei con la base de teleférico en el primer plano |
Salimos a los campos del Mas de Pei, con vistas impresionantes de Pedraforca, Gisclareny y la cara sur del Cadí. Los cimientos de una torre cerca de la casa dan fe del paso de la línea del teleférico desde Vallcebre. Se han talado árboles, quizás para hacer más prados pero de momento es un caos de ramos y tierra removida por las máquinas.
La masa imponente de Pedraforca, con la iglesia de Sant Julià de Freixens en el primer plano |
Y las cuestas de Gisclareny con la cara sur del Cadí detrás |
Giramos hacia el norte, cruzamos la carretera de Sant Corneli y luego giramos hacia la izquierda. Otra casa medieval; esta tiene un nombre gracias a la documentación, Mas Noguera. Seguimos subiendo hasta encontrar el camino que nos llevará a Soldevila. Lo que se ve ahora son pajares restaurados. La casa original está escondida en la vegetación y es mucho más antigua.
La vista hacia el sur desde Soldevila |
Pep quiere mostrar a los jóvenes la casa que volvimos a visitar a principios de mayo, ahora con un nombre, Mas Fàbrega. Bajamos la pista de Soldevila hasta llegar a la carretera de Sant Corneli, la cruzamos y seguimos bajando con paso seguro en línea recta hacia la casa, guiados por la brújula en el cerebro de Pep. Pero en cierto momento, del mismo modo que el ejército alemán en 1914, en vez de rodear París por el oeste, dio un giro fatídico para pasar por el este de París, dando lugar a la Batalla del Marne, en nuestro avance se produce un cambio de rumbo. Al bajar el track en casa, veo que cuando estamos a 100 metros escasos de la casa, Pep gira para flanquear hacia el norte, cruzando un barranco, hasta llegar a una estructura a unos 180 metros de distancia. Es algo pero no es la casa. Continuamos hacia el norte hasta llegar a una pista. Pep gira hacia Carles. “¿Verdad que no entramos en una pista la última vez?”, pregunta.
Y entonces se me hace la luz. Sin el teléfono de Carles y su
mágico punto azul, su brújula interna solo funciona a medias. “Mira los mapas
míos. Allí está todo”, le insisto. Pep remueve los mapas con una frustración
creciente. “Siempre traes todos los mapas excepto el que hace falta”, me acusa.
“Es este”, señalo. “Míralo bien, en el borde derecho”. Por fin, Pep encuentra
la casa en el mapa y se restablece la calma. En 5 minutos, siguiendo una
elipse, encontramos la casa.
Pep no se aclara |
Iniciamos el regreso. La primera parada es la iglesia de Sant Climent y la casa de Torre de Foix. La iglesia ha sido restaurada desde que estuve aquí hace unos cuantos años. En aquel entonces, el tejado se estaba derrumbando. Ahora luce una nueva solidez, al igual que la casa, cuyo núcleo es claramente medieval.
La iglesia de Sant Climent y la casa de Torre de Foix |
Subimos nuevamente a la carretera de Sant Corneli. Ya es la hora de comer. “¿Qué te parece si subimos el Grau de Sant Climent?”, propone Pep. “¿Qué hay allí?”, pregunto desconfiado. “Una vista impresionante. Un sitio bonito para comer”, me contesta con su voz más seductora. Son casi 200 metros de desnivel pero hoy no tengo objeciones. Era uno de los ‘graus’ o pasos más asequibles para superar las Cingles de Vallcebre; incluso se podía hacer con animales.
Arreglo floral en el Grau de Sant Climent |
Nos queda una última casa, Mas Vilaverd, que dejamos de lado para visitar Mas Noguera. Volvemos a bajar el mismo grau y entramos en un camino ya conocido con las marcas de la Xarxa Lenta. Pero, de nuevo, sin el teléfono de Carles, todo son dudas, titubeos e incertezas. Sin embargo, consultando mi mapa, la acabamos encontrando. Situada dentro del bosque, es quizás la más misteriosa, con restos de muros adornados de musgo. La pared que aguantaba la casa contra el talud de tierra todavía está bastante intacta, a pesar de haber sido abandonada en el siglo XIV.
Finalmente, encontramos la manera de llegar otra vez a la carretera de Sant Corneli y, desde aquí, estamos en el coche en menos de media hora. Incluso desde las pocas semanas que estuvimos en esta zona, varias ruinas, poco más que pilas de piedras, ahora tienen nombre, gracias a la lectura de documentación nueva. Contemplando los restos de Mas Vilaverd, Pep lo resumió a la perfección: "A veces, a pesar de no tener sustancia, los nombres aguantan más que las piedras".
Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,6 km; 375 metros de
desnivel acumulado.