Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



miércoles, 5 de octubre de 2016

2/9/2016 – La Creu de Ferro

Desde aquel día del 12 de agosto, no hemos podido salir por distintos compromisos. Pero hoy, por fin, a todos nos va bien. “¿Dónde vamos?”, pregunto a Pep por teléfono el día anterior. “Ensija”. “¿Tan pronto?”. Ha hecho mucho calor estos días, he salido poco y aún planea el trauma del Cadí del año pasado. “Seguro que no baja de 800 metros de desnivel”, pienso. Además, mi profesora de yoga está de vacaciones y tengo el cuerpo tieso como una tabla.

Pero Pep no admite un plan B. Resulta que estuvo leyendo un documento de 1806 en el archivo de la Corona de Aragón y de repente le salió el topónimo “Creu de la Mena de Ferro”, hablando de la actual “Creu de Ferro” en Ensija. Hoy, todo el mundo piensa que se refiere a una cruz de hierro en la cima de este pequeño cerro en el extremo oriental de Ensija. “El documento lo menciona como un nombre ya establecido hace tiempo”, continúa. “Parece que hubo un afloramiento de mineral de hierro allí arriba. Nuestra misión es confirmarlo”.

Aparcamos en la carretera cerca del Barranc de les Llobateres. En casa, había hecho un invento con las plantillas de mis botas para ver si amortiguaban un poco más y compensaban mi estado actual de rigidez. Iniciamos la subida y al poco rato me doy cuenta que mi invento no va a funcionar y tengo que parar para desmontarlo.

La última vez que subí por aquí fue en 2013 con Josep Mª y está relatado en este blog. Pero como Carles no había venido nunca por aquí, Pep le explica los misterios de los aludes que hacen tumbar los pinos todos en la misma dirección y arrastran piedras, creando pequeños ríos inmóviles. También dedica unos instantes a la flora: “Aquí se puede hablar de pino albar, pino negro, las ortigas, oreja de oso y acónito común (tora blava en catalán), todos con un hábitat muy particular”.

El barranco se estrecha, obligando a hacer pequeñas escaladas por la roca. No parece probable que se hubiera subido por aquí con animales. Más arriba, se ensancha y hay un llano con lo que parecen ser los restos de una “pleta” o aprisco, al que seguramente se accedía desde arriba. 

Aquí el barranco se ensancha, con una posible pleta al final

Aquí los caminos se dividen. Nosotros seguimos rectos y salimos arriba. Miro el GPS; sólo 480 metros de desnivel y tampoco ha estado tan mal. Mientras yo contemplo las vistas, Pep y Carles suben al Serrat Voltor. No hace frío y apenas hay insectos. Busco la sombra de un árbol; aquí se está muy bien.

 La vista desde arriba. En el fondo, la Gallina Pelada, el punto más alto de Ensija

Serrat Voltor, en el extremo oriental de Ensija

Pep y Carles vuelven. “Te perdiste un caminito muy interesante”, me dice Pep. “Va a unos collados”. Nos encaminamos hacia la Creu de Ferro. Carles sube por el lomo y Pep y yo vamos llaneando. Al poco de empezar, me doy cuenta que tengo una ampolla en el talón, seguramente causada por mi invento fallido, y tengo que estrenar mi pequeño botiquín.

Cuando atrapo nuevamente a Pep, está mirando atentamente el suelo. Ha encontrado algunos nódulos de mineral. Pasan grupos de excursionistas que nos miran con curiosidad, pero los nódulos se limitan a una zona muy restringida y luego desaparecen. De repente, Carles viene corriendo hacia nosotros. “La encontré”, proclama triunfalmente. Desde la cima, bajamos nuevamente el lomo hacia el Barranc de les Llobateres y cerca del collado se ve claramente la incisión, aún con restos de mineral. Es la prueba definitiva que aquí, seguramente durante un periodo muy corto, hubo una explotación de hierro.

La pequeña mina de mineral de hierro y su descubridor

Comemos cerca de la mina, mirando pasar a los excursionistas. Para bajar, Pep vuelve al camino de Serrat Voltor. Un desvío sube a la cima y otro continúa a los collados. Allí vemos que el camino sigue bajando y empezamos a ver piedras numeradas que marcan el límite del término municipal de Saldes. Pasado un collado, las piedras desaparecen y aumenta sustancialmente la pendiente. El Barranc de les Llobateres lo tenemos a nuestra izquierda, cada vez más inaccesible y el descenso amenaza con quedar cortado por un precipicio. Pep se para y me mira, conocedor de mi temor a los pasos aéreos y caídas libres. “¿Seguro que quieres seguir?”, me pregunta. “Aún no hemos bajado mucho y estamos a tiempo para volver”. Miro a mi alrededor. Toda la cuesta está llena de caminos de animales que van claramente hacia abajo. “Mil jabalíes no se pueden equivocar”, contesto con la seguridad de alguien que sabe de qué está hablando.

Una de las piedras que marcan los límites municipales de Saldes

Seguimos bajando, con bastante pendiente pero siempre con hierba y pinos y los rastros de los animales que nos  van guiando. Finalmente, salimos a un antiguo camino de arrastrar troncos y poco después, estamos en la carretera de Coll de Pradell.

En el Alpina Viejo, marca unas minas de carbón antes de llegar a la Font Freda. Bajando en el coche, vemos el color negro de una antigua escombrera y bajamos para explorar. Contamos tres galerías hundidas.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 9 km; 640 metros de desnivel acumulado.

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