Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



viernes, 15 de abril de 2016

5/2/2016 – Sant Marc y Sant Pau de Casserres

Para hoy, Pep propone desplazarnos un poco más arriba y recorrer la zona entre Casserres y Gironella. Concretamente, le interesaba identificar el camino desde Casserres hasta la iglesia de Sant Marc, cerca de Cal Bassacs que, según él, formaba parte de esa enorme red de caminos que irradiaba desde Cardona.

Aparcamos en la cruz de término de Casserres en la carretera a Puig-reig y seguimos un rastro débil de camino por el bosque hacia el noreste. Cruzamos una pista y seguimos por una pista llana hacia un promontorio. Alguien está quemando ramas abajo pero con el potente anticiclón encima nuestro, el humo no consigue levantarse sino que tiene que desplazarse horizontalmente, creando unos efectos interesantes.

El humo crea paisajes misteriosos, mirando hacia el sureste

Llegamos al borde del promontorio y allí hay las marcas inconfundibles de un ‘grau’, un paso creado expresamente para bajar y, en la roca abajo, una ‘potera’, el nombre que Pep ha dado al surco creado por las patas de los animales que recorrieron el camino diariamente siglo tras siglo. “A la primera”, exclama triunfalmente. “No hay duda, somos muy buenos”, corrobora Carles.

El camino queda cortado por unos campos que bordeamos, entrando en un pequeño bosque donde había los leñadores quemando ramas. Allí hay una pequeña pasarela, antes muy usada para cruzar la Riera de Clarà y ahora prácticamente en desuso. El camino que la cruza iba a Cal Bassacs pero vemos otro que sigue bajando por la ribera derecha de la riera. “Este lo usaban los trabajadores para ir a las fábricas de Viladomiu”, nos informa uno de los leñadores, ya de cierta edad.

Al otro lado, una pista nos acaba llevando a la pequeña iglesia románica de Sant Marc. A pesar de verla cada vez que voy por la autovía, nunca la he visitado. Pep nos explica su estructura. Una enorme roca, que seguramente ha bajado desde las rocas detrás, ha sido integrada en la estructura de la iglesia, dándole una forma poco usual.

La iglesia de Sant Marc, cerca de la autovía

Ponemos rumbo hacia el norte. “Lo que yo quería hacer, ya está hecho”; proclama Pep. “El resto del día sólo será para divertirme”. Pasamos por un tramo de bosque paralelo a la autovía. Esta zona se salvó de las llamas de 1994 y tiene el bosque típico de aquí, robles y encinas. Cruzamos la carretera de Gironella a Casserres. Llegamos a una explanada grande, la Roca Llarga.

“Aquí veníamos a jugar cuando era niño”, explica Pep. Cuenta que subía a pie desde Gironella y desde aquí, por primera vez, pudo ver las montañas de Capolat y Espunyola. Durante unos momentos, nos transportamos al pasado e intentamos imaginar – con cierta dificultad, todo sea dicho – a un Pep niño mirando con asombro un horizonte todavía inalcanzable mientras sus compañeros juegan a fútbol.

La Roca Llarga; al fondo, los Rasos de Peguera

Giramos hacia el suroeste y, tras comer en otra explanada de roca, pasamos cerca de la casa de Cal Canudas y su dirt track, templo del motor en el Baix Berguedà, y nos encaminamos hacia Sant Pau. Aquí hay un restaurante en activo, una hospedería que luego fue casa de colonias y ahora está en desuso y al lado, la iglesia románica y la rectoría. Pep nos explica algunos detalles de su interior y luego vamos al castillo, situado detrás de la estatua de una virgen misericordiosa en el jardín.

Entrada de la iglesia de Sant Pau

Colocado sobre paredes de roca vertical, es un emplazamiento perfecto para vigilar todos los caminos que pasaban por allí, pero del castillo no queda nada. Todas las piedras se llevaron para construir otros edificios. Bajamos hacia el pequeño pantano y, desde allí, seguimos nuevamente el curso de la Riera de Clarà. Pasamos por debajo del viaducto de Casserres, utilizado en las clases de arquitectura como ejemplo de cómo no hay que hacer obra pública, dice Pep.

El entorno del castillo de Casserres

El nuevo viaducto, visto desde la riera

Aquí había dos molinos, el Molí de Bernadàs y el Molinet de Vilanova. Pero antes de llegar al primero, la riera se ensancha, formando un estanque. Aquí venía la gente de Casserres a bañarse en verano, dice Pep. Mirando el agua fangosa con una vegetación viscosa y enfermiza en el fondo producida por las purinas de las granjas de cerdos, empiezo a pensar que todos estaríamos mejor si fuéramos vegetarianos.

El Molí de Bernadàs

El primer molino es una casa grande con campos extensos; el segundo es más bien pequeño pero en su interior aún queda una rueda de moler. Pasamos por la casa de Vilanova y seguimos la larga pista hacia el coche. Filas interminables de procesionaria buscan un sitio donde enterrarse en la tierra compactada de la pista mientras miles de orugas muertas muestran el precio del fracaso. Este año, es una auténtica plaga; hasta sale en la tele.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 15,5 km; 315 metros de desnivel acumulado.

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