La semana pasada, fui a Inglaterra y
Pep y Carles repasaron la Riera de Merlès, en la parte que corresponde al
municipio de Sagàs. Fue un festival de agujeros, me dijo después Pep, anotando
la existencia de molinos medievales desconocidos hasta ahora para la historia
local.
Pero para hoy, yo esperaba de Pep una
salida más amena. De hecho, hace tiempo había pedido a Pep una salida por la
Riera de Merola, ya que la desconocía por completo y el mapa me decía que había
cosas interesantes para ver allí.
Hace una temperatura fresca pero sol,
lo que augura una temperatura suave a mediodía. Aparcamos delante de la Torre
de Merola, a poca distancia de la autovía y cerca de Cal Riera, entre Cal Vidal
y Navás. Nada más salir del coche, nos asalta una cacofonía de pájaros pero Pep
tiene prisa para mostrarnos el conjunto de la Torre. A pie de pista, hay las
ruinas de una casa de pagès y detrás, una hilera de 5 ó 6 tinas enormes,
todavía con el revestimiento de cerámica. Evidentemente, era un punto de
recogida de la producción de muchas hectáreas a la redonda y eso explica el
buen estado de la pista y el puente de obra que cruza la Riera.
Lo que queda de la torre y la iglesia detrás
Detalle de las tinas
Y detrás, dominando el cerro, una
pared muy alta (y con un aspecto muy precario, como si pudiera venir abajo en
cualquier momento), que es lo que queda de la torre medieval. Con tanta altura,
es evidente que su finalidad era mostrar el poder del Señor de la zona, y
detrás, una iglesia, muy remodelada pero con orígenes románicos. Pasamos una
media hora, como mínimo, recorriendo este conjunto; su visita es muy
recomendable.
Seguimos río arriba por la pista.
Pasamos por antiguas terrazas de viñedos, ahora convertidas en un bosque maduro
de pinos. Aquí no se quemó en 1994. Dejamos el Cementerio de Merola a la
derecha y después bajamos a la riera: una presa moderna y una línea de agujeros
en la roca, indicando un canal elevado para llevar agua, pero ¿a dónde?
Bosque de pino albar en antiguos viñedos
La presa en la riera
Seguimos subiendo la riera por la
pista, la cruzamos a vado y entramos en una zona de antiguos cultivos. Paredes
de campos hechas con piedras talladas, seguramente traídas de algún edificio
medieval, tinas, la casa de Subirana, muy arreglada pero de evidente factura
medieval.
Pared de un campo hecha con piedras cortadas traídas de algún edificio medieval
Y detrás los restos de un antiguo pueblo medieval del que no se sabe
prácticamente nada, con las ruinas de una pequeña iglesia románica con un
añadido del siglo XVIII, y detrás una casa de época moderna que parece
aprovechar una pared más antigua.
Lo que queda de la iglesia románica con el añadido posterior a la derecha
Aquí hacemos un pequeño alto y
repasamos todo el patrimonio histórico que hemos visto en una distancia que no
pasa de los 2,5 kilómetros y un desnivel de unos 50 metros. Bien conservado y
bien explicado, sería un recorrido muy atractivo para más de un visitante.
Dejamos la pista y buscamos la cresta
del Serrat de Sobiraneta, hacia el Hostal de Ferriols, ahora casa de
alojamiento rural, y la carretera de Puig-reig. Unos grandes bloques de piedra
parecen rodear uno de los cerros con círculos concéntricos. Desconocemos su
función.
Para volver, Pep elige otra cresta que
baja hacia el sur, dejando la casa de La Frau a la izquierda y luego la casa de
Casanova de Merola a la derecha. Parece un camino auténtico; sea como sea, hace
las delicias de los motoristas que parecen recorrer toda esta zona como si
fuera su patio particular. Suerte que no hay pendientes fuertes y la erosión es
mínima.
El camino de bajada
Antes de iniciar el descenso, comemos.
Resulta que Pep fue a la charla del cardiólogo el 4 de marzo y sus impresiones nos
dan temas para charlar hasta la hora de ponernos en marcha otra vez.
Llega la primavera. Una mariposa (Polygonia c-album; Comma buttefly en inglés) explora las flores de un cerezo
Continuamos por el camino hasta volver
a la Riera. Aquí hay una zona muy extensa, bastante llana, dividida en campos por
muros. Aquí, hace 150 años, el paisaje habría sido muy distinto, con apenas
árboles e interminables viñedos. Y cerca ya del Cementerio de Merola, un último
descubrimiento: un horno de tejas, todavía bien conservado.
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