Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



viernes, 30 de enero de 2015

9/1/2015 – La Bauma de la Moneda

Una cadena de festivos nos ha impedido salir pero hoy es un buen día para volver al valle del Bastareny. En Berga, la temperatura ronda los 0 grados aunque la previsión es de temperaturas suaves al mediodía. En el coche, subiendo por el valle del Llobregat, Pep y Carles hablan de propietarios de casas que murieron hace 300 años, ajenos al display que marca la temperatura exterior pero yo, desde el asiento de detrás, tengo la vista clavada en los numeritos rojos, que en ningún momento suben por encima de -3ºC. “Empezamos mal el día”, pienso.

Pero el frío, con ejercicio, pasa rápido, dice Pep, y lo primero que quiere hacer es acabar el tramo inferior del camino de Els Trulls a Bagà. Cuesta de seguir, hay mucha interferencia por la pista que crea confusión con otro camino ya conocido que sube directamente hacia el norte, pero al fin logramos descifrar su recorrido y cerramos el expediente Trulls.

Nosotros lo investigamos todo ... piedra por piedra. Una barraca cerca del Pont de Sant Joan

Pero lo que realmente interesaba a Pep era ir a la casa del Molnell. Encima de esa casa, hay una cueva, la Bauma de la Moneda. Pep nos cuenta que sólo ha ido una vez, hace unos 30 años, cuando un cazador de Bagà le llevó allí, subiendo directamente montaña arriba. Pero está convencido que hay un camino y eso es lo que quiere encontrar.

Aparcamos el coche en la Font de la Dou, muy popular entre las familias en verano, pero hoy una auténtica nevera. Al no tocar nunca el sol en ese hueco, los árboles y la pista están cubiertos de una gruesa capa de escarcha blanca y del río sale un vapor blanco que da un aire fantasmagórico a todo. Pero a menos de 100 metros, ya toca el sol y vuelven los colores a la vegetación.

Un microclima polar en la pista de Molnell

Y una vista gélida del salto de l'Adou

Llegamos a la casa de Molnell y, pasado el pajar, vemos los restos del antiguo camino a la Pelosa, que seguimos. Años atrás, habíamos seguido algunos tramos más arriba, muy tapados, y este tramo, tan cerca de la casa, es nuevo para nosotros. Cruzamos una curva de la pista de Pelosa y volvemos a entrar en la maleza. Aquí vemos un camino algo perdedor que marcha hacia el oeste, primero bastante plano y luego con un ligero ascenso.

Pasamos por una zona de cultivo; buena señal. Seguimos subiendo y salimos a una zona llana, una especie de dehesa, con buenas vistas hacia Tancalaporta. Y al otro lado del Clot de la Vimboca, la pequeña iglesia románica de Sant Romà d’Oreis. Pero aquí no está la cueva. Pep señala otra zona llana que se intuye encima de una cuesta rocosa de fuerte pendiente. “Está allí arriba”, dice. “¿Y cómo llegaremos?”, pregunto mientras valoro las posibilidades de encontrar un paso. Pero Pep ya se ha marchado. Con cierta dificultad, superamos la barrera. Dos días después, todavía estoy sacando pinchos de las manos.

La pequeña iglesia de Sant Romà d'Oreis, perdida en las cuestas de la Moixa. 
Pep ha encontrado documentación para esta iglesia del siglo XIII

Vista de Tancalaporta desde la cueva

Una vez arriba, Pep nos guía con paso certero hacia un hueco en la roca, donde está la cueva. En el suelo, pisadas de rebeco. Y mucho humo en las paredes. Aquí vivía gente, de eso no hay duda. Comemos al sol con una temperatura casi primaveral, mirando las montañas de Gisclareny al sur. Sería un buen lugar para los neolíticos.

Desde el interior de la Bauma de la Moneda mirando hacia el suroeste

Es hora de iniciar el descenso. Nada más ponernos de pie, vemos el camino de bajada desde la cueva, que nos lleva a la zona llana abajo. Hay que decir que es imposible verlo subiendo desde abajo ya que se confunde con el bosque. Para no alargar demasiado la ruta, Pep decide bajar en línea recta, sin camino. Las hojas de roble en el suelo crean una superficie muy resbaladiza. Después de casi dos años yendo montaña arriba y montaña abajo, mis botas apenas tienen huella y más de una vez, patino sobre las hojas. Temo por mis ligamentos cruzados. Pero siguiendo rastros de animales, conseguimos llegar abajo sin novedad y volvemos al coche.

Pep se declara satisfecho con esta zona. Entre Molnell y La Muga, aún nos queda algún misterio. Y además, Pep tiene un nuevo proyecto: buscar las antiguas cruces grabadas en las rocas que marcaban los límites del municipio de Bagà. Ha encontrado un documento que las describe todas en el Archivo de la Corona de Aragón; ahora sólo falta encontrarlas sobre el terreno. Os iré informando.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8 km; 450 metros de desnivel acumulado.

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