Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



martes, 26 de noviembre de 2013

15/11/2013 – Grau dels Boigs y Grau de la Canaleta

La semana después, estuve en Inglaterra. Pep y Carles acabaron de enlazar con el Grau de la Mola y luego ese camino tan bonito al Coll de Sant Ramón.

Está resultando muy difícil sacar a Pep de esta zona. Después de hacer el Grau de la Mola y el Grau de Cal Aleix o Cal Sastre con Carles, ahora quiere hacer los otros ‘graus’ (el Grau dels Boigs y el Grau de la Canaleta) hasta el Grau de la Granota. “No tenemos los tracks”, dice a modo de justificación.

Hace más de 10 años, llegué solo al Grau dels Boigs desde arriba y ver un salto vertiginoso con sólo una barandilla oxidada como única protección fue suficiente para convencerme que, como dice su nombre, había que estar loco para bajar por allí. Pero no quiero hacer de aguafiestas y acepto ir allí.

La vista del pantano de La Baells mientras subimos hacia el Grau dels Boigs

Aparcamos en la entrada de la pista que lleva al Grau de la Granota. Al bajar del coche, nos abofetea el viento del norte. El invierno ha llegado de golpe.  Dejamos la pista para tomar el camino que lleva al Grau dels Boigs. Para gran sorpresa mía, veo que la subida ha sido acondicionada con peldaños de piedra. Un roble marca la entrada en el ‘grau’ propiamente dicho, con los restos de una barraca y un camino misterioso que marcha hacia la izquierda. Entrando en la fisura en la roca que nos llevará arriba, veo más peldaños y cadenas nuevas de trinca a modo de barandilla para dar más seguridad en los tramos más expuestos. “Bueno, no es para tanto”, pienso, evitando fijar demasiado la vista en el abismo a mi derecha.

 Entrando en el Grau dels Boigs

Casi arriba

Llegamos arriba, donde nos vuelve a dar la bienvenida el viento del norte. Hace un frío intenso y Puigllançada y Tosa d’Alp ya están espolvoreadas de nieve. Pero la visibilidad es excelente y los robles están en su punto. Giramos hacia la izquierda, hacia el Grau de la Mola. 
La vista hacia el norte desde el Pla de Borromba

Llegamos al siguiente ‘grau’, el Grau de la Canaleta y lo bajamos. Sigue una canal que baja en diagonal y también está acondicionada con peldaños de piedra. Antes de llegar abajo, vemos otro misterioso camino que sale a nuestra izquierda, como si quisiera ir al Grau dels Boigs. Lo reservamos para más tarde y seguimos bajando, entrando finalmente en los campos de Cal Aleix.

Bajando el Grau de la Canaleta

Volvemos al camino intermedio. Va siguiendo una estrecha faja o repisa a media altura en la pared, de unos 3 metros de ancho. Paramos en una pequeña explanada para comer con una vista inmensa delante – Sant Corneli abajo y al otro lado del río, Malanyeu, La Nou, Sobrepuny, y el pantano más abajo.

El camino de la faja


La vista desde nuestro 'comedor'

Continuamos pero la faja se va estrechando, ahora no mide más de dos metros y de repente, un árbol crecido en medio parece cortar las posibilidades de continuar. Pep cree que el camino ha terminado y busca un sitio donde hay un pendiente asequible para bajar. Pero yo veo que sólo 20 metros más allá hay un pequeño collado y la faja se vuelve a ensanchar. Carles también quiere continuar y conseguimos pasar el árbol donde volvemos a encontrar el camino.

El camino se estrecha

Pasamos el collado y el camino se vuelve a estrechar; ahora no mide más de un metro y medio y tengo una caída libre a 50 centímetros a mi derecha. Pero unos 30 metros después, vuelve a ensancharse, en una pared se ven clavos de vías de escalada, hay excrementos de vaca en el suelo – estamos salvados. Poco después, estamos en el roble a la entrada del Grau dels Boigs. “Corto pero intenso”, resume Pep.

La faja que recorrimos es la línea verde que se ve a media altura de la pared. El árbol a la derecha es la entrada del Grau dels Boigs

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 4,4 km; 250 metros de desnivel acumulado.

Nota histórica:
César August Torras, el famoso excursionista de principios del siglo XX, dice tajantemente en su guía del Berguedà que sólo hay tres ‘graus’ para pasar las Cingles de Vallcebre: Grau de la Mola, Grau de la Granota y Grau de Sant Climent. Lo que quería decir realmente era que sólo hay tres ‘graus’ que se pueden hacer con animales pero hay unos cuantos más que se pueden hacer a pie y que permitían a los habitantes de la zona ahorrar unos cuantos kilómetros en sus desplazamientos.

25/10/2013 – Los caminos antiguos de Figols

Después de ir a La Nou la semana pasada, yo confiaba en un cambio de escenario, pero no contaba con la tozudez de Pep. Cuando llega Carles al Mikado, nos explica que estuvo dos horas pasando los caminos de Figols del mapa de la Minuta al GPS. Pep me dirige una mirada acusadora: “No querrás que Carles haya hecho todo este trabajo en vano, ¿verdad?”. Lo que Carles elija hacer en su tiempo libre es cosa suya, pienso, pero me rindo a la voluntad de la mayoría. Además, hay la umbría al otro lado que ahora tiene unos colores muy bonitos con el otoño y seguro que esconde algún camino interesante. “¿Pero has pasado el camino que va al Coll de Sant Ramón?”, pregunto. “No. Sólo los que salen del pueblo”. Otra vez cruzando antiguas explotaciones a cielo abierto, pienso resignado.

Aparcamos delante del Ayuntamiento de Figols. Es un pueblo pequeño con unas cuantas casas todavía habitadas y la iglesia. Le falta un bar pero está claro que aquí, no haría negocio. No hace frío pero hay una nube baja plana que impide ver el sol.

Figols bajo un cielo amenazador

Delante tengo mi ansiada umbría pero empezamos caminando en la dirección contraria, hacia el Grau de la Mola. La carretera nueva interrumpe su trayectoria pero volvemos a ver unos restos de camino debajo de Cal Petit. Giramos hacia el oeste para seguir el camino a Fumanya. Pasamos por la Casa Cremada, en ruinas, y vamos siguiendo el GPS de Carles, pasando por la Font Freda, hasta entroncar con el punto en que dejamos el camino desde Fumanya cerca de Cal Chacó.

Giramos hacia el sur, bajando una asquerosa cuesta terrosa e inestable hacia una gran depresión creada por la minería a cielo abierto. Llegamos a una pista. “Tengo otro camino”, dice Carles, mirando el GPS. “Será el camino de Fumanya a Sant Corneli”. Giramos a la derecha por una antigua pista que se adentra en este valle desolado de tierra sin vida, donde sólo crece una hierba enfermiza, algún arbusto y pinos raquíticos. “Y eso lo llaman rehabilitación del paisaje”, pienso.

¿Vosotros veis el camino? Yo tampoco. Pero por aquí mismo pasaba el camino de Fumanya a Sant Corneli

Tras comprobar la dirección de este camino invisible, damos la vuelta. “Oye, Pep”, digo. “Yes”, contesta Pep, con ese dominio del idioma que le caracteriza. “Yo recuerdo cuando nos conocimos, me llevabas por esos caminos tan bonitos; bosques misteriosos de hayas, con cascadas y fuentes; prados alpinos con vistas que abarcaban medio país; casas venerables e iglesias románicas donde podías tocar la historia, y todo rebosando de vida”, continúo. “¿Qué pasó?”. “Eso era turismo”, contesta Pep. “Ahora hacemos cosas serias”.

En eso pasamos por la Mina del Curro y vemos un camino marcado con pintura azul, quizás de alguna antigua caminada popular, que se adentra en el valle del Torrente de Fumanya, ese barranco tan agreste que cruzamos con Carles más abajo, en La Garganta, en febrero. Pep lo sigue mientras Carles y yo continuamos por la pista. Al poco rato, Pep me llama: “Ven. Creo que te gustará”. ¡Es un camino auténtico! Va bordeando valle arriba el pie de una pared con los árboles formando un túnel. ¡Cómo echaba de menos esos caminos! 

El camino que Pep me tenía reservado

Llegamos al torrente y las marcas continúan al otro lado por una antigua pista forestal. Probamos algunos caminos que suben desde la pista pero todos se mueren. Deben ser de una antigua explotación forestal.

Colores de otoño en el Torrent de Fumanya

Desanimados, comemos después de probar sin éxito el último camino. El cielo se va tapando cada vez más y, poco después de ponernos en marcha otra vez, empieza a lloviznar. Justo antes de llegar a la pista principal, vemos las marcas azules que suben por un camino muy tentador. Debe ser el camino de la Minuta al Coll de Sant Ramón pero ni hay tiempo ni la meteorología acompaña y lo tenemos que dejar para otro día.


Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,7 km; 400 metros de desnivel acumulado.